¡Es una lástima!
Monseñor Pere Tena, autor de los artículos litúrgicos de "Catalunya Cristiana" |
Con el semanario “Catalunya Cristiana” del 29 de mayo 2011, en su sección sobre “Liturgia” de la pluma de Monseñor Pere Tena, (que reproducimos más abajo) hay que darse cuenta de una de las más preciosas consecuencias de “la verdad” que Benedicto XVI está proyectando sobre toda la Iglesia para nuestra verdadera libertad como hijos de Dios, esto es: contemplar el pataleo ruidoso de los que durante décadas han vivido la eclesialidad acostumbrados a establecer su criterio identificándolo con lo verdadero. Qué lástima, que hayan caducado los cristales de unos prismáticos que ya no sirven para ver los equívocos y las situaciones “desde arriba”, por encima de todos.
Qué lástima que, con el arbitraje de unos cuantos aficionados a la escenografía más arrabalera, la teología de la celebración litúrgica propia de la reforma conciliar haya sido un campo de juego en el que se hayan impuesto auténticos cabos chusqueros que en contextos agrarios hubieran incluso retorcido el arado más perfecto.
Qué lástima que sigan sin entender que se acabó la mordaza impuesta por los monaguillos miopes que ya no tienen pedestal, que han irritado a diestro y siniestro ya sea en ocasión del vestido de primera comunión, de las misas de difuntos, de los cantos preferidos, de la suciedad en sacristías, ornamentos y vasos sagrados; en ocasión de homilías propias de una reunión de escalera de vecinos, con el “lavabo” como punta de lanza para toda condenación o las albas-casullas u otros modelitos que no mejorarían la elegancia de un pastelero al terminar su jornada. Y qué decir, por no llorar, de basílicas, catedrales y parroquias con altares del mejor arte litúrgico tras ridículas mesas del peor camping dominguero.
Qué lástima que les duela tanto que un Pontífice sabio sea el autor de tamaña osadía: entrar a toda velocidad en la autopista de la disciplina litúrgica sin el peaje de los “autorizados” liturgistas de siempre. Por lo visto, en nuestros días ya no es posible encontrar estudiosos de la Sagrada Liturgia “acertados”. La llaga seguía abierta y sangraba. El enfermo, que somos todos, merece que se le diga la verdad. Y normalmente es el médico quien sabe, aunque duela, que la recuperación depende de un buen diagnóstico y de una mejor terapia. Pero, ¡que delicadeza!, hay que salvar al experto “Papa mistagógico” y “verdadero maestro” apuntando al oscuro complot que, tras la pluma pontificia, escribe torcido. Al tiempo: lo de antes era “renovación”, lo de ahora es “el caos”.
Qué lástima la incapacidad de no ver el fondo oceánico: el cúmulo de errores, de exageraciones, de desviaciones, de líneas rojas pintadas sin otra autoridad que la de: “yo se más que nadie”. Que lástima que los motores del movimiento litúrgico fueran de corto alcance y que, una vez parados, los que con ellos recorrieron muchos kilómetros finalmente hayan tirado la llave para que, “quieto todo el mundo” no se mueva nadie más.
Qué lástima que sabiendo y bebiendo lo mejor de la inspiración divina que hace progresar la Tradición, creyendo y gozando entre la sana traditio y la legitima progressio, durante años, los más listos hayan convivido, y hasta mal bebido, con lo peor del desagüe postconciliar. ¿Cómo se puede violentar el “sacrum” del Misterio y dejar que todo pase bajo el exterminio de una sonrisa?
Qué lástima que con tamaños maestros, tras los fervores provenientes del movimiento litúrgico europeo y después del “entusiasta” verano de 1915 desde lo alto de la cima de Montserrat… nos encontremos hoy casi sin armas para poder sobrellevar el sudor que nos provoca el analfabetismo imponente de unos fieles que asisten a las celebraciones del año litúrgico como “sabelotodos” capaces de corregir al mejor celebrante conciliar o como marmotas ciegas, sordas y mudas, que de todo hay. ¿Era este el objetivo de tantos cursos ensayando “lo nuevo” y editando “lo último”?
Qué lástima que los que no han conocido otra liturgia que la de los libros promulgados tras el Concilio Vaticano II y que han nacido y crecido con la experiencia de Dios que de ella han recibido no estén “autorizados” a agradecer la verdad sobre el valor de lo antiguo y de lo nuevo sin caer en la disyuntiva de lo verdadero y lo falso.
Qué lástima hacer el ridículo litúrgicamente, haber olvidado un examen de conciencia que también puede afectar, claro que sí, al vestido y a quien lo lleva, es decir, al tipo de obispo y presbítero que estamos vistiendo, para “decir algo” digno o indigno… Tantos esfuerzos por cultivar durante años aprendices de diapositiva para conseguir fabricar payasos sin luces ni fronteras, clones estrechos de fantasías benedictinas o roedores hambrientos de las puntillas doradas de siempre… Todo esto, ¿es el resultado de una cortedad deficiente o de ríos de tinta “selecta” para hacernos comprender “lo verdadero”?
Que lástima que la “divina misericordia” haya irritado a tanta inteligencia rota… será que hay poco confesionario… o, peor aún, que desconocen la mejor escuela de arte y no precisamente dramático. Los dramáticos son ellos. A última hora, y con un impecable recorrido académico, han dejado de asistir al único curso en el que todos somos alumnos. Por sus lamentaciones los conoceréis. ¿Una lástima?, no, ¡basta ya!
Iustus ut Palma
(*Reproducción del artículo al que hace referencia el escrito)
El verdadero sentido de la Liturgia / Pere Tena, Obispo auxiliar emérito de Barcelona
Un equívoco que viene de lejos
Hace casi cien años que se celebró en Montserrat el I Congreso litúrgico (verano de 1915). Fue un momento intenso de la vida cristiana en Cataluña. Precisamente la revista que mayormente impulsaba el Congreso tenía como titulo La Vida Cristiana. Un grupo de presbíteros, monjes y lai cos de las distintas Iglesias de Cataluña sintonizaban en un mismo deseo de renovación litúrgi ca, y en esto existía un parentesco espiritual con el movimiento que entonces se estaba gestando en Europa: el movimiento litúrgico.
La renovación litúrgica que buscaba promover el Congreso de Montserrat entraba en campos diversos: teológico, catequético, pastoral, espiritual y también musical y artístico. Entre los promotores había auténticos especialistas en las distintas materias, que -desde su campo- influían-en el trabajo global del Congreso, y en sus resultados y propuestas.
Fue entonces cuando empezaron a aparecer las casullas anchas para los celebrantes, en sustitución de las llamadas "de guitarra"; se hablaba de celebrar la misa "de cara al pueblo"; el canto gregoriano por parte de los fieles entraba con fuerza en la celebración (éste era ya el deseo, y en cierto modo el mandato, de san Pío X, desde el año 1903). Eran elementos visibles que acompañaban algo más profundo: la intensa participación de los fieles en la celebración de los santos misterios, para encontrar lo que ellos son: la fuente de la vida cristiana: el trabajo al servicio de estas realidades invisibles de progreso en la vida cristiana no faltaba en las parroquias y en los seminarios. Muchos sacerdotes, religiosos, y laicos, recibieron ya desde entonces una forma ción litúrgica notable, con la participación asidua en las celebraciones eucarísticas siguiendo el misal en lengua vernácula (que acompañaba el texto latín), y en una menor cantidad con la participación en el canto de Vísperas. La devoción eucarística, también promovida por Pío X, daba una consistencia a la espiritualidad de muchos cristianos.
Un equívoco, quizás sólo de lenguaje, que se produjo entonces. De entre todas estas iniciativas, la que mejor acogió el adjetivo de "litúrgi co" fueron precisamente las casullas anchas, y en general los adornos que se apartaban de la estética hasta entonces normal. Esto era peligroso para el recto sentido de la liturgia; Pío XII en la encíclica Mediator Dei dejó claro que la liturgia no es simplemente la parte decorativa o ritual de la celebración, aunque la propia celebración requiere una belleza y una verdad en sus elementos.
Una situación semejante
Varias experiencias recientes me hacen pensar que quizás hemos entrado en una situación semejante, o paralela. La reforma litúrgica que el Concilio Vaticano II decidió, y que los Papas posteriores han sucesivamente aprobado en los nuevos libros litúrgicos, ha dado a la Iglesia bastante más de lo que el I Congreso litúrgico de Montserrat, y el movimiento litúrgico europeo de los años veinte, podía esperar. · Esto es tanta verdad que, en varias ocasiones, el papa Juan Pablo II afirmó que la reforma litúrgica había sido el fruto más visible del Concilio Vaticano II. Los cristianos que, en toda la Iglesia, vivíamos espiritualmente la celebración, deberíamos estar, en buena lógica, llenos de agradecimiento a la renovación litúrgica que nos ha hecho más cercana la participación, además de enriquecer la propia celebración en los textos y las lecturas . Más aún: la Iglesia ha recibido el don del pontificado de Benedicto XVI, formado litúrgicamente en el contexto del movimiento litúrgico europeo, y un verdadero maestro en la doctrina sobre la litur gia, que muestra especialmente en sus homilías notablemente mistagógicas.
Y sin embargo, en este contexto se producen reacciones y prácticas que desvirtúan la riqueza de la celebración, o simplemente manifiestan desafección por la celebración de los libros litúrgicos actuales. Me refiero a los que vuelven a preocuparse por la estética de los adornos, para volver a las formas anteriores a las que se han hecho habituales, afirmando que esta estética es más "pontificia", y por lo tanto más "litúrgica". El equívoco sigue. Me refiero también, y es más importante, a los cristianos que quieren de todas formas quedarse con lo que ya tenían antes del Concilio. ¡Es una lástima!