Germinans acudió al homenaje académico a Juan Pablo II
No podíamos faltar. Habíamos informado de todos los pormenores de este acto. Ya el 10-4-2011, Prudentius de Bárcino daba cuenta en su artículo "Un exilio vergonzoso y revelador" de la censura sistachiana a la jornada que tenían preparada los doctores González Padrós y Montagut. El 17-5-2011, Oriolt, en su artículo "Sistach contraprograma" les participaba de la torpe solución de nuestro cardenal a aquella prohibición: inventarse un acto académico con la presencia del cardenal Ruini y con la previa intervención de los dos citados sacerdotes, más la de los decanos de Filosofía y Teología, Joan Martínez Porcell y Armand Puig. Ciertamente, el acto prometía no solo por su intríngulis, sino por la figura del pontífice beato y por la categoría del conferenciante principal, que, como vicario de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal italiana, fue uno de los hombres de confianza de Juan Pablo II.
La primera impresión, antes que se iniciaran los parlamentos, fue de decepción. No se había llenado el aula magna del seminario barcelonés, donde se iba a celebrar la jornada. Tampoco es que su aforo sea muy amplio (200 personas), pero allí solo se congregaron 160, incluidos todos los seminaristas, sus formadores y los alumnos de la facultad de teología y de filosofía. Se hallaban presentes el inefable rector del Seminario, sus acólitos Arenas, Oller y Serra; el obispo auxiliar; tres de los vicarios episcopales (faltaba Galtés), los tres sin clergyman, se notaba que Ruini ya no manda y no es necesaria la disciplina en la vestimenta que les impone el cardenal cuando viene Bertone, por ejemplo; Aymar, también sin el clergyman que lucía con el secretario de estado; Matabosch (con su impecable traje y corbata) junto a Pipo Carbonell; tres monjas con hábito, otras diez vestidas de seglar; algún religioso ya jubilado, mezclado con el público que no se pierde una conferencia y la notable presencia del clero germinante. Estos no faltaron y saltan a la vista por su juventud, su atuendo sacerdotal y su alegría innata. Todos ellos son sacerdotes de Juan Pablo II y no podían faltar al acto. Si faltaban los curas progres (no había ni uno), los profesores y alumnos de la Ramón Llull (ni compareció Pié Ninot ni mucho menos Toni Nello) y los medios de comunicación subvencionados: ni estaba Llisterri ni Oriol Domingo. Está claro que sus recelos al papa polaco son tan ostensibles como su boicot al acto. Tampoco comparecieron los nuevos movimientos, tan caros al beato y tan ninguneados por Sistach. Los magros tres cuartos de entrada son fiel reflejo del estado mortecino de esta diócesis, evidenciada por un arzobispo que no tiene poder de convocatoria, ni en un acto en homenaje a alguien como a Juan Pablo II. Boicoteó la primera jornada, se sacó de la manga un tertium genus con el cardenal Ruini y solo acudió el clero germinante. Al final, es el único que no le falla.
Previamente al vicario emérito de Roma se concedió un plazo imperativo de diez minutos a los sacerdotes Pere Montagut, director del Instituto de Teología Espiritual; Jaume González Padrós, director del Instituto de Liturgia; Joan Martínez Porcell, decano de la facultad de filosofía y Armand Puig, decano de teología. Por razones de espacio, no nos vamos a extender respecto a sus ponencias. Valiente y crítica con el post-concilio la de Montagut; amena la de Padrós; plúmbea la de Porcell y didáctica la del teólogo Puig.
A todos se le concedieron diez inflexibles minutos, controlados cronómetro en mano por Sistach. Finalizada la intervención de los cuatro teloneros, se dio paso al cardenal Ruini, que leyó su ponencia, en un perfecto castellano, con esa delicadeza y deje musical del buen romano. El interés de su alocución se centraba especialmente en su cercanía al anterior papa, que le privilegia como testigo crucial de un pontificado histórico. De su disertación deben destacarse los siguientes aspectos:
1.- La caída del marxismo. Así la tituló el conferenciante y dejó claro que Karol Wojtyla no sabía que iba a caer el telón de acero, pero, por su experiencia polaca, presentía que no tenía esa estructura sólida que se creyó Occidente. De una manera muy expresiva dijo Ruini que, con ello, acabaron dos siglos de revoluciones (1789-1989). De la guillotina al bolchevismo.
2.- La resistencia a Juan Pablo II. Especialmente en Occidente (no en Italia, quiso sacar pecho el cardenal) y de un modo singular en América Latina con la teología de la liberación.
3.- El carácter abierto del pontífice. Jamás comía solo, ni en Cracovia ni en el Vaticano. Y siempre destacaba por ser un abogado incansable de los más pobres, débiles y necesitados.
4. Su defensa inmarcesible de la vida y la familia como respuesta a la dignidad del hombre y la mujer, lo que le valió la fama de papa conservador.
5. - Su apertura al diálogo con las otras religiones, con los hitos de su visita a la sinagoga romana y al muro de las lamentaciones.
6.- Su largo deterioro físico, que hizo visible el sentido cristiano del sufrimiento.
Además de estos seis puntos, amenizó el cardenal Ruini con anécdotas personales como, cuando ya muy enfermo, el papa le recordó que "el obispo de Roma soy yo". O cuando, tras la operación de traquea, no podía hablar, pero le escribió en un folio: “¡Qué me han hecho! Pero… ¡Totus tuus! . Sorprendentemente la intervención de Don Camilo Ruini finalizó con una larga y atronadora salva de aplausos, que el propio cardenal, bastante azorado, tuvo que pedir insistentemente que cesase. Se notaba que los asistentes no solo habían gozado de su intervención, sino que habían vibrado con el recuerdo tan próximo al papa beato.
Finalizó el acto el arzobispo Martínez Sistach. ¿Saben de qué habló? Del credo romano de Romeu y de la visita de Benedicto XVI a la Sagrada Familia. Una vez más…
Y para acabar una anécdota curiosa que refleja el estatus de Taltavull en la diócesis. Al finalizar el acto, en el patio del seminario, esperaba el coche del arzobispado, con el secretario-chofer Alfred Sabaté. El cardenal Ruini se acerca al obispo auxiliar y le dice: "¿Qué no viene con nosotros?". Taltavull le dirige una sonrisa menorquina. En el coche se introducen los dos cardenales y el canciller Sergi Gordo de copiloto. Taltavull saca su modesto utilitario, de diez años de antigüedad y les sigue con el vehículo. Hasta Ruini quedó sorprendido. El obispo auxiliar relegado. Si supiera hasta que extremos…
El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit