[DE] Capítulo 16: El problema iconográfico neoclásico
Interior de la Basílica de San Francisco de Paula en Nápoles (Izquierda) Iglesia del Bom Jesús do Monte (Braga) de Carlos Amarante (protoneoclásico en Portugal) (Derecha) |
Desde el punto de vista iconográfico este periodo de la historia artística, a pesar de las exhortaciones del Concilio de Trento y algún noble tentativo tanto en Italia como fuera de ella, ha dado inicio a una decadencia que aún perdura y que se cierne siniestramente sobre todo el arte religioso.
Rechazadas por el Renacimiento todas las tradiciones decorativas del arte medieval, bajo el influjo del espíritu paganizante, se liquidaron de los muros de las iglesias aquellos ciclos de composiciones sagradas que tan perfectamente completaban la instrucción del pueblo cristiano elevando el alma hacia los misterios de Dios.
En parte se sustituyeron por los cuadros al óleo colocados sobre el altar como doseles o colgados en las paredes, generalmente sin coordinación conceptual entre ellos. Además el hecho de reemplazar la vidriera historiada por los ventanales blancos quitó al ambiente sacro aquel misticismo poético del que hasta entonces disfrutaba, convirtiéndola en una gran sala cualquiera, bajo las espaciosas bóvedas de la cual, las composiciones “tiepolescas” (Juan B. Tiépolo fue el último gran pintor barroco) a modo de ilustración, con remolinos de nubes, poco se diferencian de las escenas mitológicas de un salón o de un teatro de la época. Solamente en muchos casos, las hojas de las puertas de bronce, el artesonado o la cúpula de los oficios sacros del XVIII han dado origen a alguna noble composición o desarrollo cíclico de carácter más orgánico y tradicional.
Frescos de Goya en la Basílica del Pilar 1772 (¿Neoclásico? ¿Romántico?) |
Resumiendo, debemos tristemente confesar que este periodo de la historia moderna después de haber subvertido todas las reglas de la iconografía tradicional, no ha sabido sustituirlas por nada o por bien poco de sustancial. Si algún artista ha intentado interpretar de manera original el pensamiento cristiano sin embargo no ha sabido dar vida a una verdadera, fecunda y nueva escuela iconográfica sagrada. A pesar de ello, las fuentes de la antigua inspiración artística no se han agotado. La fe, con sus eternas verdades, la Escritura y el Evangelio con sus historias, la vida maravillosa de los santos, la liturgia con sus ritos, constituyen una mina inagotable donde cualquier artista que cree y tiene sensibilidad, siempre puede encontrar materia abundante para expresarse, en las formas y maneras más adaptadas a su genio. En ellas siempre puede descubrir el manantial, y con él el admirable secreto, para crear y comunicar con clara y noble eficacia a la mente y al corazón del pueblo.
Dom Gregori Maria