Benedicto XVI instrumentalizado de nuevo por Sistach
La comitiva era este lunes, en el segundo piso del Palacio Apostólico del Vaticano, de lo más ordinario y vulgar: un cardenal arzobispo metropolitano, su obispo auxiliar, seis curas de su curia y cuatro colaboradores seglares. El motivo: que el Papa recibía al cardenal durante los 20 minutos ca nónicos en las visitas de trámite ordinario, y que, después, saludaría y se fotografiaría con todos ellos en su biblioteca. Total, 30 minutos. La causa de la visita era agradecer a Benedicto XVI, a los cinco meses exactos de su visita a Barcelona, su delicadeza con aquella ciudad.
Pero para mí, funcionario de la casa pontificia, educado y crecido en Barcelona y ahora empleado en aquella puerta a la izquierda en la escalera que va desde el Portone di Bronzo al Cortile San Damaso, era un cortejo curioso y muy singular. El ver a Sistach y su cortejo fue como ver el icono de la tragedia actual de la archidiócesis de Barcelona, dirigida por uno de los peores ordinarios de su historia reciente.
Era una de las 727 ocasiones en las que, en 5 meses, Martínez Sistach celebraba la gloria máxima de su pontificado barcelonés: la visita del Papa. Era inaudito que este ahorrador y poco liberal eclesiástico hubiera gastado cierta cantidad considerable para sufragar el viaje y la estancia en Roma de 12 personas. Pensé que quizás el patronato de la Sagrada Familia, dominado y dirigido por el eminentísimo Sistach, habría echado una mano…
¡Dos curas con sotana al lado del cardenal! Algo inaudito en Barcelona. ¡Pero si eran los que en la minuta de la audiencia figuraban como sus secretarios! Alfred Sabaté, el secretario, familiar y siervo real y Robert Baró, su antiguo secretario, actual vicario de uno de los párrocos más contrarios a la jerarquía como es Francesc Romeu y residente en la parroquia de Corpus Christi, regida rectoralmente por un vicario episcopal, Jesús Sanz, hombre bueno y trabajador, pero de luces más bien limitadas. El segundo, que jamás no lleva ni clergyman, tiene, ensotanado, un aspecto clásico y casi venerable, muy distinto del que exhibe en cierta playa mallorquina que frecuenta estivalmente con el cardenal barcelonés.
Otra cosa curiosa. Los curas no son 6, sino 7. Con corbata y peripuesto para la oportunidad está el Muy Honorable Señor Joan Rigol, delegado del Patronato de la Junta Constructora de la Sagrada Familia, pero, en realidad, el coadjutor de la parroquia originaria del cardenal Sistach que colgó la sotana para casarse, hacer negocios y dedicarse a la política democratacristiana.
Más curiosidades. Ver al obispo auxiliar vestido de obispo y apareciendo en un acto oficial al lado del cardenal: el protocolo pontificio salva a los desheredados y olvidados. Ver con clergyman a Antoni Matabosch, delegado diocesano de economía. Foto única y para guardar. Pero sin el hombre que le ayudó y buscó el dinero para la visita pontificia: el Sr. Bernades. Joan Galtés, también con clergyman y único vicario episcopal asistente, haciendo como de vicario general. Hay que reconocer que Sistach es muy fiel a todos los que ha pretendido episcopizar, pese a sus necedades. Sergi Gordo Rodríguez, hombre sin ejercicio pastoral ni tesis doctoral, también en uniforme eclesiástico de viaje y servidor incondicional y no-pensante de todos los dictados sistachianos. Enric Puig, jesuita hábil y eficaz, coordinador del viaje del Papa a Barcelona. Fue el hombre del obispo Joan Carrera. Con él de moderador de la curia, fue secretario general y canciller del arzobispado barcelonés, hasta que Dios dio su luz y su fuerza al cardenal Ricardo María Carles Gordó para que supiera ver quien era Puig y lo echara de la Curia. A Martínez Sistach, en cambio, le faltó tiempo para repescar, inserir en la curia y glorificar al Padre Puig.
El Sr. Jordi Bonet , arquitecto director de las obras, con su educación de boy-scout y los miembros de la comisión organizadora, Mini Obiols y María Dolors Villas, eran la nota discordante y de normalidad en aquella audiencia gaudiniana.
El Papa recibió, durante 24 minutos, a Sistach que le explicó los objetivos del plan pastoral diocesano (todavía inexistente) y las acciones en el ámbito del diálogo de fe-cultura y el aumento de visitantes a la Sagrada Familia después de su dedicación. Sistach ensalzó el papel evangelizador de la Sagrada Familia, a la que calificó de "atrio de los gentiles", para dar coba al Papa . Regaló al Pontífice un libro con documentos gráficos y literarios sobre su dedicación, una reproducción en bronce de un pináculo en una de las torres, y un volumen con reproducciones de los sellos dedicados a la nueva basílica. Los libros los llevamos, después, a la Biblioteca Apostólica Vaticana, la figura en bronce al cuarto de los trastos del museo.
Salí, al mediodía. Pensé que, con todos estos elementos, todo lo que hacían en Barcelona muchos buenos católicos era inútil e ineficaz, mientras se engañaba, una y otra vez, al Papa. Empecé a cantar por la columnata de Bernini: Tantus labor non sit casus .
De pronto sonó mi teléfono. “Carlo, tienes que ayudarnos en un lío que tenemos con Sistach […]”. Cuando terminó, marqué un número en el aparatito: “ Eccellenza, sono Carlo Guidoni […]. Seguí cantando… otra cosa: “ Quem patronem rogaturus…”.
Carlo Guidoni