La Plenaria en que todo salió al revés
Jamás en la historia de la Conferencia episcopal se habían producido unas elecciones, en las que el panorama final resultase tan absolutamente contrario a cuanto había sido previsto. Por poco no sale elegido ni el cardenal Rouco como presidente. Solo obtuvo 39 votos de 75. Pero si esta primera votación ya casi produce un síncope, lo que sucedió después fue de aurora boreal. Los dos purpurados (Rouco y Sistach) habían presentado una candidatura conjunta para los puestos de presidente y vicepresidente. Se aseguraban mutuamente una prórroga en sus mandatos y no se postergaba al barcelonés del Comité ejecutivo, que es el órgano de poder más inmediato, al reunirse una vez al mes en la sede de la calle Añastro. Y ahí vino la primera en la frente: se elige a Blázquez por 51 votos contra los 17 de Sistach. 17 de Sistach que eran, a su vez, 17 de Rouco; ya que quien no era candidato para nada del cardenal de Madrid era Monseñor Blázquez.
Después de esta descomunal pifia viene un disparate tras otro. Se debe colocar a Sistach impepinablemente en la Permanente y buscarle una comisión que vista bien. ¿Cual? Liturgia. ¿Es liturgista el cardenal? Tanto da. Una comisión apañadita, que le permita seguir yendo a Madrid regularmente. A Liturgia iba el arzobispo de Toledo, hombre de Rouco, que no entró en el ejecutivo. Pues se le desplaza a Misiones. ¿Alguna experiencia? Que más da. Al obispo de Almería le caducaba el cargo en Relaciones Interconfesionales. Pues seguimos para bingo, se cambia su cromo con el de Granada, que estaba en Doctrina de la Fe. Que el arzobispo de Oviedo, Sanz Montes, es un hombre de futuro en la iglesia española, pues van y le cercenan las alas. Ni en el ejecutivo ni en la permanente. Al final, los dos únicos obispos que presiden una comisión de la que entienden algo son los catalanes Saiz Meneses en Seminarios y Taltavull en Pastoral. Esta última una de las pocas novedades congruentes de la Asamblea.
El espectáculo ha sido ciertamente penoso. No lo podían hacer peor. Ni los partidarios de Rouco ni sus opositores. Ya se inició la asamblea con un discurso del Presidente desalentador y puramente defensivo. Pero lo increíble, en un prelado curtido en mil batallas, es no haber previsto una renovación de cargos susceptible de ser acogida ampliamente. Si uno se presenta a un cuarto mandato, debe venir apoyado por la inmensa mayoría del episcopado. Máxime cuando ha tenido un tiempo inmenso para preparar la reelección y conoce como la palma de su mano a sus compañeros. No puede dos semanas antes intentar el pacto del capó con el cardenal de Barcelona y hacer de necesidad virtud. Después pasa lo que pasa. Le pegan la patada a Sistach y casi se la plantifican a él.
Pero si la imagen del sector Rouco ha salido desfavorecida, la de la oposición ha visualizado su clara orfandad. No hay articulado ningún recambio posible. Ninguna figura atrayente que posea la suficiente fuerza moral e intelectual para aglutinar corriente alguna. No existe alternativa que avance en dirección concreta. El voto a Blázquez solo es la expresión de una pataleta contra Rouco. Y los frutos de la sombra alargada del cardenal Cañizares solo tienen resultados contraproducentes. Aparte del pésimo estilo que representa estar enredando constantemente en España, cuando uno es un cargo del máximo nivel y de la máxima confianza del Santo Padre.
Así entre unos y otros la casa sin barrer. Pero ahí está el futuro de la Iglesia en España. Al menos el de sus pastores. Que no es poco. Después del raquítico resultado de estas elecciones, no está claro que los cardenales de Madrid y Barcelona tengan asegurada la prórroga en sus mandatos. En Roma no gusta la imprevisión ni la falta de un amplio consenso. Que ha sido el fatal resultado de esta Plenaria. Vuelve a estar todo abierto. Y urge el paso a la nueva generación episcopal. Que haberla hayla.
El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit