Puer natus est nobis
“¡Nos ha nacido un niño!” Ésta es una de las más bellas manifestaciones de alegría. La naturaleza entera ( natura es el participio futuro de nascor ; es por tanto la que está por nacer) goza con la expectativa del nacimiento. Todo nacimiento es motivo de gozo. Es que ésa era la única y auténtica laetitia que entendían nuestros antepasados: la vida prodigándose. De ahí el gozoso “Puer natus est nobis” que inunda de júbilo toda la Tierra.
El nacimiento es el esfuerzo supremo que hace la naturaleza entera, y como parte de ella también el hombre, de afrontar todas las dificultades. El nacimiento es la respuesta más sencilla, más clara y más rotunda de que dispone la naturaleza para hacer frente a los problemas: la solución de la naturaleza es siempre nacer.
Lo paradójico es que entre nosotros, que es donde objetivamente el nacimiento de nuevas criaturas exige menos sacrificios, sea precisamente aquí donde se le ponen a éste toda clase de impedimentos, dificultades y barreras, con pretextos baladíes para la vida.
No podemos decir que no fuera problemático el embarazo de María. Desposada encinta, con la seguridad de que su esposo no era el padre de la criatura que estaba formándose en su seno, su embarazo no podía ser más conflictivo. Recordemos el episodio de la mujer adúltera (Juan 8, 1-11): si hubiese estado dejada de la mano de Dios, no hubiesen faltado correligionarios exigiendo su lapidación, dispuestos a tirar hasta la última piedra que tuvieran a mano contra ella y contra su hijo. Embarazo difícil donde los haya. La sociedad de hoy, con todas sus leyes en peso, hubiese dictaminado la procedencia del aborto. Incluso una buena parte del clero lo hubiese comprendido, algunos lo hubiesen alentado, y alguno hasta se lo hubiese costeado.
Pero bueno, finalmente, porque ésa fue la voluntad de Dios, Puer natus est nobis, et filius datus est nobis . Nos ha nacido un niño y nos ha sido dado un hijo.
María llevó adelante con fe su gestación a pesar del tremendo conflicto: “He aquí la esclava del Señor”. Para tomar esa opción en una situación en que hasta su vida corría peligro, necesitaba darse al Señor como esclava. Rendirse totalmente a su voluntad, dejarlo todo en sus manos, confiar en Dios. Porque todos los cálculos humanos le iban en contra. La Pasión del Señor empezó en el seno de María. No fue para ella un camino de rosas concebir, gestar y dar a luz al que había de ser nuestra salvación. Desde ese primer instante, María aceptó su colaboración indispensable en la Redención.
Pero he aquí que es de nuevo Navidad, la fiesta en que celebramos el NACIMIENTO. Celebramos que el Hijo de Dios gestado en el seno de María, cumpliese felizmente todo el período de gestación: sin sufrir lo que hoy llaman una interrupción voluntaria del embarazo (una aséptica IVE). Motivos tuvieron los ángeles para cantar su Gloria in excelsis Deo : estaban gozosos de que María hubiese vencido todos los obstáculos a que estaba expuesto su hijo antes de nacer; gozosos de que hubiese vencido al dragón del Apocalipsis, que la perseguía para devorar al hijo que llevaba en sus entrañas.
Hoy tenemos más motivos que nunca para celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios y el de todos los niños que consiguen nacer, que sobreviven a la persecución herodiana del aborto. Hoy que tan difícil se les ha puesto a los niños nacer, hoy que cada nacimiento es fruto de un acto de amor, a veces heroico, de la madre; hoy más que nunca hemos de alegrarnos de que María diese a luz a su Hijo, y cantar con los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
Cesáreo Marítimo