Capítulo 14: Las procesiones (3ª parte)
Las procesiones marianas
No sabemos con precisión cómo ni cuándo hayan entrado en la liturgia romana las cuatro fiestas más antiguas de la Virgen; es decir, la Natividad, la Anunciación, la Purificación y la Dormición. Pero éstas ya existían en tiempos del papa griego Sergio I (687-701), el cual, inspirándose probablemente en el uso de los bizantinos, quiso rodearlas de mayor pompa, ordenando que en estos días se celebrase durante la noche y a la mañana una gran procesión o cortejo de antorchas de la basílica de San Adrián, en el Foro, hasta Santa María la Mayor. Se llevaban en triunfo los iconos, como ya se hacía con los retratos de los augustos, representantes del Salvador y de la Madre de Dios. Según un ordo del siglo XII, en las procesiones de la Purificación y de la Anunciación eran hasta dieciocho los cuadros sagrados que desfilaban por las calles de Roma, sostenidos por diáconos en medio de candeleros encendidos.
Las cuatro procesiones tenían en un principio un carácter penitencial. El papa y el clero participaban con los pies descalzos, vistiendo las lúgubres capas negras romanas (“paenulae”) , de los días de penitencia.
Procesion de la Dormición en Montebello Jónico en Calabria |
En la procesión de la Purificación, los antiguos documentos litúrgicos romanos no recuerdan una especial bendición de las candelas. Estas, por otra parte, eran distribuidas en Roma en todas las otras procesiones nocturnas, sin constituir una característica particular de la fiesta del Encuentro (Ipapante), como después se hizo en el siglo XII. Pero ni siquiera entonces esta bendición era exclusivamente propia de aquel día, ya que también en las otras procesiones marianas se habla generalmente de cirios bendecidos.
Como la procesión más importante fue siempre considerada la que precede a la fiesta de la Asunción. Después del siglo X, asociada a la Acheropita, la antiquísima imagen del Salvador, venerada en el Sancta Sanctorum lateranense se convirtió en una de las solemnidades más características de la Roma medieval. Pero de ella hablaremos expresamente en el tratado de la fiesta de la Asunción.
Las procesiones eucarísticas .
Las procesiones teofóricas o eucarísticas hoy incluidas en los libros litúrgicos son cuatro:
a ) La procesión del Jueves Santo, que acompaña al Reservado eucarístico desde el altar mayor a la capilla del Monumento, preparada adrede en la iglesia, desde donde, al día siguiente, es devuelto para la Acción Litúrgica del Viernes Santo por la tarde.
En relación con la Semana Santa no pueden silenciarse aquellas que quizá constituyen las más antiguas formas de procesión teofórica registradas en la historia litúrgica, hace siglos desaparecidas, y que son la del traslado del Santísimo Sacramento en la procesión del domingo de Ramos y la de su deposición en el "sepulcro" el Viernes Santo sucesivo. De la primera, que probablemente es anterior cronológicamente a la otra, encontramos nota en una disposición de Lanfranco de Cantorbery (+ 1089), la cual ordena que en la procesión del domingo de Ramos, dos sacerdotes, vestidos de blanco, lleven una urna in quo et corpus Christi debet esse reconditum (en la que el cuerpo de Cristo debe ser guardado). El consuetudinario de Sarum, del siglo XII, precisa todavía mejor: mientras se distribuyen los ramos bendecidos de olivo, se deberá preparar una urna con restos de ramos, en los cuales ha de ser suspendido el cuerpo de Cristo, cerrado en una píxide. Como se ve, es en Inglaterra, y quizá en Normandía, donde estaba en vigor el uso aludido.
En cuanto a la otra procesión del Viernes Santo, los documentos, comenzando desde el siglo X, son más numerosos, porque la práctica se había hecho muy común. En dicho día, la Eucaristía era llevada y depuesta en el "sepulcro," junto con la cruz; se encendían luces ininterrumpidamente y se hacía la vigilia hasta más allá de la media noche de Pascua.
b ) La procesión que, según la Instructio clementina, concluye las llamadas Cuarenta Horas. Se introdujo en Italia a principios del siglo XVI, cuando se extendió la práctica de tener expuesto el Santísimo Sacramento durante cuarenta horas sucesivas, es decir, por un período de tiempo igual a aquel en el cual el cuerpo de Cristo estuvo encerrado en el sepulcro. La procesión se hace en el interior de la iglesia y va seguida de la recitación de las letanías de los santos.
Procesion del Congreso Eucaristico de Buenos Aires 1934 |
c ) El traslado solemne de la sagrada comunión a los enfermos en peligro de muerte, y en tiempo de Pascua, a los enfermos imposibilitados de salir de casa. En Cataluña y Valencia es conocida con el nombre del “Combregat i Peroliat” en referencia al enfermo comulgado y “peroliado” (“per oleum”) , es decir, asistido con la unción de enfermos.
d) La procesión del Corpus Christi, la más solemne de todas las eucarísticas, que se generalizó en la Iglesia a mitad del siglo XIV y que dio origen a las más hermosas manifestaciones populares en honor del Santísimo Sacramento. Estos lances devocionales a veces conllevaron fáciles abusos que fueron corregidos y orientados por los obispos en los siglos XV y XVI disciplinando mejor el orden y la piedad de las procesiones eucarísticas.
Y finalmente no hay que olvidar tampoco, como señal del desarrollo ulterior del culto eucarístico en nuestros tiempos, las grandiosas procesiones con las cuales en este último siglo, en los varios continentes, se han concluido los congresos eucarísticos, tanto nacionales como internacionales. Las proporciones espectaculares tomadas por tales ritos, el fervor de piedad que generalmente los acompaña, la afirmación solemne de la soberanía de Cristo que ellos provocan delante del mundo, las hacen un hecho litúrgico de primera importancia, tal que difícilmente encuentra parecido en la historia del culto.
Dom Gregori Maria