“El funeral en latín y el cura a favor"
Esta frase es de Federico Jiménez Losantos, agnóstico donde los haya, la bestia negra de nuestro nunca suficientemente bienamado Cardenal Martínez. Hasta en esto tenían que chocar, hasta en la valoración de la liturgia. El agnóstico antinacionalista conservador, reclama la misa en latín y la liturgia tradicional. El devoto y eminentísimo cardenal nacionalprogresista está por la liturgia light-kumbayá populista. ¡Qué contraste!, ¿no?
He querido iniciar mi reflexión con este exordio, porque circula por ahí la especie de que la restauración de la Misa en latín es cosa de curas nostálgicos. Pues no, amigos, no. Craso error. El movimiento de restauración de la misa en latín (los mejor informados prefieren hablar de Motu Proprio, rito tridentino, misal del 62) es cosa de laicos. Los sacerdotes que celebran en latín (los hay en todo el mundo) poco podrían hacer si no contaran con la fuerza de arrastre de los laicos.
Es que fíjense los señores sacerdotes acerbamente críticos con la misa en latín (¡cuán verde está el latín para ellos!), fíjense en un par de cosas: primera, que el Motu Proprio parte justamente de esta raíz: si hay un grupo de fieles que quieren oír misa en latín, el sacerdote (si es capaz de hacerlo) tendrá que atender esta petición. Hay, en efecto, y por aquí empieza la cosa, quien prefiere la misa nupcial en latín y, si le dan opción, querrá celebrar los ritos fúnebres de sus deudos en latín. Por supuesto que la celebración de la misa en latín no podrá hacerse en los horarios ordinarios de misa, por no imponerle a nadie la misa en latín.
Y la segunda cosa en que han de fijarse es que la locomotora de la restauración litúrgica está formada por grupos muy potentes de fieles en los que, ¡maravíllense!, cada vez se integran más jóvenes. Son estos laicos los que arrastran a los sacerdotes hacia la liturgia tradicional y solemne de la Iglesia , no al revés.
Reverendos sacerdotes, déjenme decirlo en latín, que se entiende mucho mejor: lápidem quem reprobaverunt aedificantes, hic factus est in caput ánguli . Está verde, ¿eh que sí? Como la misa en latín. “La piedra que desecharon los constructores, ha venido a ser la piedra angular del edificio”.
La liturgia que desecharon ustedes y que empobrecieron hasta dejarla en harapos, se ha convertido en la piedra angular del edificio. ¿De qué edificio? Pues ya ven, del edificio de la Iglesia. Óiganme, que va en serio, que no pueden arruinar un patrimonio tan rico como el de la liturgia, labrado durante tantos siglos, para darnos a cambio el espejuelo de su cosa esa minimalista. Eso sí, muy creativa, que les da una opcionalidad tan amplia y al final tan ampliable, que les permite lucirse hablándose y explicándose de principio a fin. Que sí, que han cambiado ustedes la liturgia labrada a lo largo de muchos siglos para la alabanza y glorificación de Dios y edificación del hombre, por una antiliturgia diseñada casi exclusivamente para la contemplación y la complacencia del hombre.
Recuerden por si acaso, en primer lugar que nunca fue abolido el rito tridentino. Nunca. Y en segundo lugar, que la liturgia actualmente generalizada (me refiero a la liturgia de verdad, no a sus formas degeneradas de antiliturgia) fue entrando paso a paso (algunos de los pasos, muy forzados) por la puerta de la excepcionalidad. Lo que ocurrió es que eran tales las ganas de ser excepcionales que tenían inquietos a amplísimos sectores de la iglesia, que la excepción degeneró en norma por la vía de hecho. Entiendan que justo por eso está siendo canónicamente tan fácil restaurar el rito tridentino, la misa en latín para los legos.
Y fíjense, ha sido precisamente esa obsesión por la excepcionalidad y la particularidad ad infinitum , lo que ha propiciado todas las líneas de degeneración de la liturgia hasta convertirlas (esas líneas concretas) en antiliturgia. Porque, claro, seguro que les viene a la memoria una larga galería de imágenes de curas antilitúrgicos a los que les vienen grandes los ornamentos, los rituales, los ceremoniales. Son gente sencilla, que no tienen otra aspiración que servir al pueblo siendo uno más del pueblo. Lo suyo, obviamente, es el pueblo, quedando Dios como referente; de ningún modo como destinatario principal del culto.
Es totalmente obvio que estos curas se monten la misa como una reunión de amigos que sienten la necesidad de compartir su fe, evitando toda ostentación ornamental y ritual. En esas celebraciones el cura es más que nada el que preside la asamblea y ejerce de guía o speaker para que todos en todo momento sepan de qué va lo que queda de misa en esa celebración. En fin, algo a lo que le va como anillo al dedo la denominación de “rito progre” que tan sagazmente le asignaba en estas mismas páginas nuestro Oriolt.
¡Pues qué quieren que les diga! Entre el rito progre y el rito tridentino, me quedo con este último que, por cierto, los fieles podíamos seguir de maravilla con los excelentes misales bilingües que tanto se popularizaron.
Insisto, somos los fieles los que demandamos misas en latín y nos buscamos el cura que ame también esta misa y sea capaz de celebrarla con dignidad. Sabemos que no es éste su mundo, pero les convendría a los señores sacerdotes asomarse de vez en cuando a las páginas de “Una Voce”, asociación laica donde las haya, cuya labor es restaurar el culto religioso en su máxima solemnidad y rescatar el tesoro tan malversado de la liturgia de la Iglesia. Es un patrimonio de la Iglesia y de la humanidad, no menos digno de ser conservado que las músicas, danzas y espectáculos tradicionales de cada país, por poner un solo ejemplo.
Tendrían que ver estos sacerdotes recelosos que temen por su liturgia, la vitalidad de esta asociación. Tendrían que ver cómo procuran en cada país, al menos una vez al año, celebrar con toda solemnidad la liturgia clásica de la Iglesia , con dos coros: uno para el gregoriano y otro para la polifonía. Alquilan si es preciso una de esas iglesias cerradas ya al culto y destinadas únicamente al turismo. Y maravíllense: ¡llenan la iglesia de fieles, capaces todos ellos de seguir la misa, cantando las partes que corresponden a los fieles. Son extraordinarias fiestas litúrgicas organizadas por seglares. Y consiguen, porque haberlos haylos, y cada vez en mayor abundancia, los sacerdotes necesarios para esta solemnísima celebración litúrgica.
Y maravíllense de nuevo, son seglares los que instruyen a los sacerdotes que desean celebrar en el rito tradicional. Les instruyen en el latín indispensable y en el ceremonial. Ya ven, es un nuevo rol que hemos tenido que asumir los seglares en la Iglesia. Somos la locomotora de la restauración litúrgica porque confiamos en que a ésta le seguirán otros campos de restauración urgente e indispensable. Por fortuna cada vez son más los sacerdotes que tienen nuestra misma visión. Es que creemos de buena fe que ésa es la visión de nuestro Papa Benedicto XVI.
Cesáreo Marítimo