La tristeza y el dolor de la muerte
Es la primera parte del título de un opúsculo de 24 páginas, editado por el Arzobispado de Barcelona. En el dorso, al pie, en el lugar que suele reservarse a los patrocinadores de eventos y ediciones, hay dos logos: el del “Centre de Pastoral Litúrgica” y el de la “Generalitat de Catalunya, Departament de la Vicepresidencia”. El subtítulo, con el que no he acabado de quedarme, dice: “la confianza en la vida de Dios”. Puesto que tengo interés en ver cómo gestiona la diócesis la oportunidad pastoral que pone en sus manos la asistencia a los servicios funerarios de gran número de cristianos olvidados de la Iglesia, me adentro en las páginas del folleto.
Primera página interior (contraportada) un mar que entra por la parte superior de la página y se difumina del todo al llegar al pie. En medio, una minúscula barca con un remero solitario. Me sugiere la laguna Estigia y la barca de Caronte. Enfrente, el inicio de un texto tipográficamente versificado, que se prolonga hasta la página siguiente, en la que una imagen de cipreses nos sugiere la muerte de la que habla el texto. ¿De la muerte cristiana? ¿Del encuentro con Dios? No, nos habla de los que nos quedamos y de los que se van, del dolor de la ausencia.
En la 5ª página aparece encabezándola nuestro cardenal, todo sonriente. Supongo que se han equivocado de foto. Se dirige con una carta discreta a los que han perdido una persona amada: les dice que con este cuaderno quiere acompañarlos, junto con toda la comunidad cristiana. Y les ofrece: 1, ayuda para rezar; 2, ayuda “para reafirmar vuestra fe y esperanza”; 3, ayuda “para pedir el consuelo de Dios”; y 4, ayuda “para encomendarle a este familiar o amigo vuestro que han fallecido” ( sic ). Sigue la firma del cardenal, y en el pie de la página una foto de dos manos sobrepuestas.
La página 7 entra en tema con un texto titulado “Unos momentos de oración”. Supongo que está redactado para no creyentes, porque empieza exactamente así: “Puede parecer inútil”. Di que sí, ¡la primera en la frente! En el segundo párrafo se propone directamente la oración y la compañía de Dios. ¡Suena a cristiano! Suena bien.
A continuación explica que se ofrecen “unos textos de oración que podemos utilizar…” ¿Los textos o la oración? Lo aclara más adelante: “También se puede utilizar esta oración…” ¿Pero a quién han encomendado este texto? Por cierto, encima una foto de un camino entre riscos. Después de la “utilización” de la oración, advierte que seguirán unas reflexiones que nos hablan a) “del sentido de la muerte para un cristiano”; b) “de nuestra esperanza en la vida eterna”; y c) “de la fortaleza y el coraje que vale la pena tener para continuar adelante”.
Y sigue ese lenguaje tan sobrevenido para recordarle al lector que puede ofrecer una misa en la parroquia en sufragio del alma del difunto. Pero no con estas palabras tan enigmáticas para el posible lector del folleto. Literalmente, dice: “Y también quisiéramos recordar aquí la posibilidad , si se estima conveniente, de ir a la propia parroquia a pedir celebrar una misa, el día en que sea oportuno, rezando por el difunto”.
Sigue la “oración”, que objetivamente está muy bien, pero cuyo desarrollo litúrgico (es el Centre de Pastoral Litúrgica quien ha preparado el cuadernillo) es prácticamente nulo. Es improbable que el grupo de “fieles” a los que va dirigido este folleto sean capaces de recitar de seguido todo el salmo “El Señor es mi Pastor”. Lo oportuno hubiese sido que éste corriera a cargo del lector, y todos fueran intercalando la antífona en cada versículo. Luego siguen cinco fragmentos de Evangelio, todos seguidos y a palo seco. ¿Qué costaba terminar cada uno con “Palabra de Dios”, respondiendo todos. “Te alabamos Señor”?
Nueva ilustración, una fuente con seis caños. Y en medio de la página siguiente, una planta y el resto en blanco. En la hoja siguiente, una mano; y al final de la oración, lo que parece una escultura antigua mutilada.
Siguen cuatro articulitos muy breves con los siguientes títulos: 1. La esperanza de la vida eterna. Es de lo mejorcito. Empieza así: “Nosotros creemos que el último horizonte de la vida humana no es la muerte, no es la nada. Sino que es encontrarse con Dios, con la Vida plena de Dios, con su Amor sin fronteras”. Cita, por fin, la cruz. Y termina con estas palabras: Viviremos la vida de Jesús, la vida de Dios”. La segunda pieza, ilustrada con un cirio pascual con forma de adorno de Navidad, se titula “El agua, la luz, la vida”. Se explaya en la simbología del agua y de la luz. Concluye diciendo que gracias a la misericordia de Dios, la salvación no está reservada a los cristianos, que no obstante tienen una ventaja respecto a los que no lo son, y es que “Dios se nos ha acercado visiblemente a través del agua derramada sobre nosotros y nos ha hecho entrar en su familia, dándonos así la garantía de la vida para siempre”. ¡Pues qué quiere que le diga! Y para rematar, una ilustración casi de arte abstracto, lo más importante de la cual es que no se entiende.
El tercer articulito se titula “El coraje de vivir”. En el tercer y último párrafo, dice: “Y todo ello, claro está, vivido en la compañía de Dios, con la luz de Jesucristo. Dios está a nuestro lado, nos acompaña. Jesús nos muestra un camino, una forma de vida, una confianza y una esperanza que no quedan destruidas por la muerte… Como dicen unas palabras que leemos en el Antiguo Testamento, “Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”.”
El cuarto articulito está dedicado a “La oración”. En el primer párrafo se explicar el sentido de la oración; y el segundo se reitera en la idea de que Dios quiere acoger a todo el mundo, y pasa bastante de la vida que cada uno haya llevado. Y termina: “nosotros sí que necesitamos expresar a nuestro Padre Dios los mejores deseos y nuestra confianza en su bondad inagotable”. Lo mejor de todo el folleto, es el prefacio de la misa de Difuntos, que figura en la contraportada.
He transcrito los textos con más fuerza (prácticamente los únicos) para transmitir la idea de que se trata de una publicación católica. Pero la verdad es que éstos están escritos a imagen y semejanza de las ilustraciones. ¡Ni una sola imagen religiosa! Todo tan difuso que igual vale para un cristiano como para un budista. Y los tintes cristianos están tan artísticamente difuminados, que hasta un agnóstico los puede escuchar sin revolverse incómodo. Seguramente que la idea del arzobispado era servir a la diversidad religiosa de la diócesis.
Virtelius Temerarius