Desacralización y secularización
Éste es un pequeño ensayo para analizar, desde una perspectiva sociológica, una de las causas del descenso de la práctica religiosa así como de la secularización creciente de la sociedad. Este estudio se basa en el interaccionismo simbólico.
Interaccionismo simbólico
La teoría del interaccionismo simbólico afirma que los seres humanos actuamos con las cosas y las personas en función de los significados que les atribuimos. Una misma mujer puede ser madre, hija, esposa, funcionaria, policía, etc. y nuestro comportamiento variará respecto cada caso. Así pues, nos comportamos con las cosas en función del significado que tenga para nosotros. Esto es de gran importancia en el ámbito de la Iglesia, pues las cosas propias de la Iglesia son sagradas, es decir, tienen carácter divino: la doctrina que enseña la Iglesia es la doctrina de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre; los sacramentos fueron instituidos por Cristo y mediante ellos suministra su gracia; la misma Iglesia fue fundada por Nuestro Señor y Él es su cabeza.
La gran crisis que sufre la Iglesia es que las cosas que son sagradas en sí mismas no son percibidas como tal por los fieles -y, en algunos casos, por la propia jerarquía-, esto es, se han profanizado en muchas mentes. Esto significa que se ha perdido de vista su carácter divino; por tanto, se ven como cosa humanas y como tal se tratan. Uno de los orígenes de este gravísimo mal está en no revestir, adornar y/o presentar las cosas sagradas con la solemnidad debida. Un sacerdote que no viste como tal, la carencia de solemnidad en la Santa Misa, la ausencia de genuflexiones al pasar delante del Santísimo Sacramento, etc. lleva necesariamente a una profanización de las cosas sagradas en la mente de las personas, con el resultado de la pérdida de la práctica religiosa y, en muchos casos, de la misma fe.
Por otro lado, la teoría del interaccionismo simbólico afirma que los significados con los que interactuamos con las cosas no son individuales sino sociales; se aprenden por la interacción social y el conjunto de significados compartidos forman la cultura. Resulta claro que la pérdida de la concepción de lo sagrado dentro de la propia Iglesia, que lleva a la pérdida de la práctica religiosa, se transmite al exterior, favoreciendo el crecimiento de una sociedad y una cultura completamente profana, naturalista, que deriva rápidamente hacia formas de neopaganismo, neopanteísmo, espiritualidad new age , etc.
Marx y la secularización
Desde una perspectiva sociológica se puede rastrear el origen de esta tendencia a no revestir de forma adecuada las cosas sagradas hasta el mismísimo Marx.
El pensamiento de Marx adolece de un profundo dualismo, que se reduce a la siguiente idea: la historia es una lucha entre opresores y oprimidos. Aquéllos luchan por mantener sus posiciones ventajosas y de poder, mientras que éstos luchan por tratar de escapar del yugo opresor. Para Marx el origen de todo el conflicto social estaba en la economía, más exactamente en la propiedad de los medios de producción. Por eso, la teoría marxista consideraba que una vez que se eliminasen las desigualdades en la propiedad de éstos, acabaría el conflicto que había arrastrado la humanidad desde su origen y daría comienzo el “Reino de Dios” en la tierra. Horrible herejía que ha costado millones de vidas. Sin embargo, el núcleo del pensamiento marxista se ha extendido a todos lados, afirmándose gratuitamente que la eliminación de las desigualdades lleva necesariamente a la creación de un mundo mejor, y este pensamiento también entró dentro de la Iglesia. Nadie se escandalice por esto, pues ya el mismo Pablo VI afirmó que «el humo de Satanás» había entrado en la Iglesia.
Dentro de la Iglesia se puede reconocer esta influencia de la mentalidad marxista en la habitual cantinela sobre la situación anterior en la Iglesia: «los sacerdotes eran lejanos», «la gente no entendía la Misa», etc. Frases que dan a entender que los fieles estaban, de alguna manera, alienados u oprimidos por las estructuras eclesiásticas. Siguiendo el pensamiento marxista, la manera de acabar con esta supuesta situación de alienación sería eliminar las desigualdades entre jerarquía y fieles, lo que lleva necesariamente a eliminar las diferencias entre sagrado y profano. En este afán de eliminar las desigualdades los sacerdotes quisieron ser como el pueblo vistiéndose como él, se pretendió que la liturgia fuese más cercana y, en muchos casos, se le quitó todo aspecto sagrado, se amoldó la doctrina al pueblo, etc. De esta manera, pretendiendo “liberar” al fiel de una supuesta situación de opresión se tendió a desdibujar las antes nítidas diferencias entre el ámbito de lo sagrado y lo profano, causando confusión, profanización y pérdida de la fe.
La renovación litúrgica
Muchos se preguntan cómo puede ayudar a la fe católica la renovación litúrgica que está llevando a cabo Benedicto XVI. Afirman que muchas de sus actuaciones sólo son cuestiones estéticas externas que a nada afectan; que lo mismo da comulgar de rodillas y en la boca que de pie y en la mano, o lo mismo da el canto gregoriano que las guitarras en la música litúrgica. Sin embargo, están errados. Nada más importante que lo sagrado vuelva a estar revestido de la forma que merece y que de esta manera los ámbitos de lo sagrado y lo profano vuelvan a estar adecuadamente perfilados. Es necesario que lo sagrado no sólo lo sea por sí mismo, sino que como tal se trate y aparezca al mundo. Por eso, la renovación litúrgica de Benedicto XVI es de vital importancia. Las desigualdades entre lo profano y lo sagrado son justas y necesarias, pues son las mismas desigualdades que hay entre lo divino y lo humano.
Artículo aportado por Jonathan S.