De vacaciones, preparando la cuarta serie litúrgica
Llegó el final de este curso y con él, el tercer estudio litúrgico a través de la mirada de Don José Luis Martín Descalzo. Espero que esta aproximación al clima litúrgico vivido desde el inicio del Concilio Vaticano II el 11 octubre de 1962 hasta aquel de abril de 1969 de la Constitución “Missale Romanum” y la promulgación del Novus Ordo Missae, nos haya procurado la suficiente proyección histórica sobre la cuestión litúrgica. Ha sido el tercer trabajo con esta intencionalidad.
Empecé por “El fiador: historia de un colapso”, que primero desde el siglo XIX y Dom Guéranger hasta nuestros días y en segundo lugar desde la antigüedad hasta Dom Guéranger, trató de perfilar la singular importancia de la cuestión litúrgica en la vida de la Iglesia a través de un recorrido histórico.
Continué por espacio de dos años con “La Misa Romana: Historia del rito” con una intención más documental y didáctica sobre el origen y el sentido de cada una de las partes del rito romano.
Tras un tan concienzudo estudio, hacía falta pasar a algo más fresco y poblado de anécdotas y curiosidades como creo convencidamente ha sido este “Roma 1962-1965: el clima litúrgico conciliar”.
Ahora debemos volver a la formación. Recupero pues en septiembre aquella “obsesión didáctica” que me imputan algunos de los adversarios que molestos por mi tenaz empeño, califican mis artículos como de una erudición más estética que científica. Creo sinceramente que toda la literatura litúrgica de esta sección de Germinans está pensada para educar pero sin que lo estético quede relegado a un segundo plano. El binomio docere-delectare es para mi casi una profesión de fe.
Por ello y porque estoy convencido de lo provechosa que podrá resultar, presentaré el próximo 4 de septiembre, un nueva serie litúrgica titulada “Los gestos litúrgicos” muy especialmente dirigida y pensada para el laicado católico.
El hombre posee dos clases de lenguaje, la palabra y el gesto, entendido este último en el sentido amplio de actitud del cuerpo. El primero se dirige al oído, el segundo a la mirada; y con la unión de uno y otro, se es capaz de expresar perfectamente el propio pensamiento.
Es lógico pues que la Iglesia haya llevado a la Liturgia, junto con las fórmulas, el expresivo simbolismo de los movimientos del cuerpo humano. Tenemos pues de esta manera la categoría de los gestos litúrgicos.
De estos, algunos están íntimamente unidos con ciertas y determinadas formas rituales que, casi puede decirse son la expresión “mímica” connatural, como extender las manos para pedir algo o el postrarse par adorar. Otras en cambio encuentran su origen en la necesidad refleja de poner en relieve la importancia de un texto litúrgico preexistente. La fórmula en este caso ha sugerido el gesto. Tenemos muchos ejemplos en la Misa. El hecho de bendecir con un signo de cruz la oblata (ofrenda) es un buen ejemplo.
En sentido contrario, muchas veces un gesto litúrgico introducido originalmente de manera aislada, viene más tarde subrayado con una fórmula ilustrativa. El lavatorio de manos, que en un principio era un acto de conveniencia, es decir práctico, más tarde convertido en simbólico es complementado (y comentado) con un salmo (seis versículos del salmo 15 en el modo extraordinario y un versículo del 50 en el ordinario). En este caso y en otros, es el gesto el que ha creado la fórmula.
Con la intención de dar una cierta unidad al tratamiento del tema reuniré los diversos gestos litúrgicos en grupos diferentes según su característica fundamental, aunque deba reconocer que muchos de estos, tanto en el inicio como a través del tiempo, fueron adoptados para expresar sentimientos diversos, como será explicado en su momento.
Tendremos pues:
1º Gestos sacramentales como la imposición de manos o el signo de la cruz.
2º Gestos de plegaria como la oración en pie o con los brazos extendidos y elevados, la oración mirando a oriente o con los ojos al cielo, la oración de rodillas o la plegaria a manos juntas.
3º Gestos de ofrecimiento como las elevaciones.
4º Gestos de penitencia como la genuflexión o la postración, como la inclinación o los golpes de pecho
5º Gestos de saludo y fraternidad como el ósculo litúrgico
6º Gestos de reverencia como la inclinación o la genuflexión, como la incensación o la iluminación a través de los cirios
7º Gestos prácticos o de conveniencia como el sentarse, el lavatorio de manos, el ayudar al celebrante o el presentar y el recibir
8º Y finalmente, las procesiones, seas estas penitenciales, conmemorativas, ceremoniales, eucarísticas, marianas o funerarias.
Y creo que no podía escoger un lugar mejor para estas vacaciones dedicadas al estudio, a la reflexión y como no, al descanso que una pequeña casita que se me ha ofrecido en “Les Cabòries” (las cavilaciones) una pedanía del municipio de Avinyonet del Penedès, muy cerca del antiguo monasterio benedictino, como no podía ser de otra manera, de Sant Sebastià dels Gorgs.
Y aunque permaneceré en un fecundo aislamiento casi monástico, no por ello eliminaré la posibilidad de que vosotros, mis fieles lectores sin los cuales no podría entender mi labor docente, podáis poneros en contacto conmigo a través de mi correo electrónico [email protected] para cualquier eventualidad en la que os pueda resultar útil.
Recibid entretanto la expresión de mi gratitud tanto por vuestra paciencia y fidelidad, como por vuestros comentarios y provechosa crítica.
P A X
Dom Gregori Maria