El párroco Barat y el Vicario Episcopal Segis
Débiles con los fuertes, fuertes con los débiles
Joan Barat i Graell, párroco de Santa Maria de Mataró, (foto de la izquierda) permite que se utilice la capilla del S. Sacramento de la parroquia como plató de televisión para la serie La Riera que cada día laborable se emite por TV3, la cadena productora, después del Telenotícies Migdia (Telediario del mediodía).
Para los que no vean o no puedan ver TV3, les remitimos a la crónica que sobre esta serie el crítico Sergi Pàmies publicó el pasado sábado 22 de mayo de 2010 en La Vanguardia .
“ El culebrón La Riera (TV3 y 33) está evolucionando hacia universos oscuros. Al principio, le pesaba la sombra de El cor de la ciutat . Con el paso de los días, sin embargo, ha ido consolidando un argumento propio que combina la aparente normalidad de una fonda con ínfulas de nouvelle cuisine y los más ancestrales conflictos humanos. David Plana, el ideólogo de la historia, te va llevando hábilmente por situaciones y escenas (que a veces se alargan sin venir a cuento) sobre la vida cotidiana de cocineros, propietarios y vecinos y, de repente, ¡zas!, te pega una descarga dramática que te deja frito en el sofá.
Confieso que, al principio, veía La Riera por gula. Que si a ese plato le falta perejil. Que si habría que añadirle un poco de frutas del bosque. Que si córtame unas cebollitas. Que si lleva las patatas al almacén. Que si gratíname esos canelones. Los debates culinarios, rebozados con la retórica neocursi de la gastronomía, tenían el mérito de retratar un momento muy específico de la cocina catalana y, al mismo tiempo, estimulaban mis ya de por sí elefantiásicas papilas gustativas. Dicho en otras palabras: La Riera despertaba el bulímico que hay en mi y me llevaba a atracar, a mano armada, neveras propias y ajenas. Además, esperaba que en algún momento apareciera un cocinero muerto por atragantarse con una estrella Michelin.
Con el tiempo, el elemento gastronómico pasó a ser secundario y me fueron seduciendo la maldad de ciertos personajes y la peculiar interpretación de algunos actores. Mi personaje preferido es, con diferencia, Claudi, un auténtico hijo de puta manipulador, muy bien interpretado por Pere Arquillué. En pocos meses, ha inducido suicidios, perpetrado adulterios, contratado matones, maquinado estafas, mentido con la desfachatez expresiva de Al Pacino en El Padrino , sobornado a corruptos y a desgraciados. Otro personaje interesante es Ernest, interpretado por un eficacísimo David Selvas. Es el Bobby Ewin de La Riera , un buenazo con debilidades sentimentales que, si nos atenemos a la lógica del género, podría acabar convirtiéndose en el más peligroso de los psicópatas.
Pero la perla de la serie es Mauri, el veterano y destronado ex chef, hermano de Mercè, la propietaria de la fonda (que, por cierto, está sufriendo un preocupante proceso de suellenización ). En las primeras semanas, Mauri era un cascarrabias con buen corazón. Enfático en sus estados de ánimo, llevaba su cocina con sentido de la disciplina parecido al de Clint Eastwood en El sargento de hierro . Vive con su hija, todo parece normal hasta que, de repente, descubrimos sus contradictorias y viciosas… (redobles de tambores)… ¿tendencias pederastas? Es un golpe de efecto que preserva la tradición del morbo televisivo catalán. Nissaga de poder inmortalizó el incesto (entre hermanos y entre tías y sobrinos). El cor de la ciutat explotó la violación y Ventdelplà, los malos tratos y la prostitución. ¿Será La Riera la serie de la pederastia?
Los espectadores, que habíamos soportado sus arengas contra la nouvelle cuisine y sus cabreos con la misma paciencia con la que nos resignamos a la inverosímil interpretación del insufrible Joan (el presunto psicópata oficial), de repente le vemos rondando a una pobre niña que, cual Caperucita, ignora que detrás de las frases amables del Chat desde el que se comunica con su futura víctima, está el mismísimo lobo feroz, ¿el cocinero pederasta?
El párroco de Santa Maria de Mataró, Joan Barat, está encantado que TV3 ruede en su capilla del Sacramento de manera que no cobra emolumento alguno por el uso (afirmación contrastada). Incluso ha puesto al sacristán, cuyo sueldo pagan los feligreses de la parroquia, al servicio de los técnicos de rodaje en sus entradas y salidas de la capilla. Para Barat es un servicio al país, un servicio a TV3. La misma emisora que con tan poca ecuanimidad trata a la Iglesia Católica. La misma emisora que tanto ha aportado a difundir la imagen de sociedad oscura que tanto abunda en el imaginario de la juventud catalana.
Joan Barat no padece ningún trastorno psiquiátrico diagnosticado ni demencia senil. A lo sumo, una crónica bobez rematada.
Al otro lado de la Riera (la calle principal de Mataró), el otro párroco del centro, el vicario episcopal y responsable de Sant Josep, Segimon Garcia Ramiro (foto de arriba a la derecha, junto a Barat) ha cedido gratuitamente los bajos del Centro Parroquial (calle Sant Josep, 18-20; Foto de la derecha) para la instalación de la sede central de comisión local que promociona los referendums para la independencia de Catalunya ignorando la pluralidad política de sus feligreses y la necesidad de no politizar los espacios más específicamente eclesiales.
¿Cómo puede estar al frente de dos parroquias tan relevantes personajes que o bien son incapaces de tener espíritu crítico con la TV de Catalunya o bien son incapaces de respetar el principio tradicional de la doctrina social de la Iglesia Católica de no comprometerse en batallas puramente políticas que dividen a los feligreses y que deben circunscribirse a terrenos y espacios exclusivamente civiles? ¿A caso cedería el vicario episcopal “Segis” sus locales para una consulta de tipo españolista? Todos sabemos que no. Es el doble rasero de todo este personal que tanto se llena la boca criticando la Iglesia en tiempos de Franco. Hacen corregido y aumentado exactamente lo mismo que a aquella le imputan: el ser escolanets” (monaguillos) de lo políticamente correcto. Incapaces de decirle no a TV3 o a las patums organizadoras de la campaña del referéndum independentista. Débiles con los fuertes, fuertes son aquellos feligreses indefensos y sin resortes políticos. Esta es la catadura moral de estos personajes. Dos párrocos para olvidar.
Pisum Sativum Maritimum