Capítulo 22: Nueva luz y nuevo frenazo
"El Papa no ha dejado la aplicación de la Reforma en manos de la Congregación de Ritos- cuya oposición al movimiento litúrgico renovador se había hecho visible hasta en el Aula Conciliar- sino que creaba para ello un Consilium formado por 10 cardenales y 28 obispos, ninguno de los cuales pertenece precisamente a la Iglesia adormecida. Y ante la común sorpresa, colocaba en su presidencia ni al cardenal secretario de la Congregación de Ritos y presidente de la Comisión Litúrgica (Larraona) sino al cardenal Lercaro. Y para ocupar la secretaría rehabilitaba al P. Bugnini, uno de los principales autores del esquema litúrgico en su fase preparatoria, pero que había caído en desgracia por sus ideas avanzadas al morir el cardenal Cicognani. Era un gesto más de la clásica táctica montiniana: no cambiar de golpe nada. Crear, en cambio, fuerzas que se equilibrasen. ¿Se equilibrarían en realidad Congregación y Consilium, o sería esto fuerte de roces y atascos?
Lo cierto es que el mundo respiró y que lentamente la reforma litúrgica comenzó a dar sus primerospasos. (Misa en 1963- con un tímido “cara al pueblo” en la foto que encabeza el artículo). Se hicieron las traducciones de algunas partes de la misa en todos los países: en algunos se aplicaron con éxito. En el Congo, en Francia, en Sudamérica se experimentó una nueva música indígena. Se hicieron las primeras experiencias de la concelebración con un éxito muy superior al calculado.
El cardenal Silva Henríquez (foto de la izquierda) permitió a los seglares predicar en la iglesia. En algunas diócesis sudamericanas se hizo un rito litúrgico especial para los pueblecitos que no tenían sacerdote. Y en España –pudo comentar la revista Ecclesia- había comenzado a superarse la inercia. El cardenal de Sevilla (Bueno Monreal, foto de la derecha) anunció que para el mes de octubre podrían estar abiertos los caminos de la reforma litúrgica en nuestro pueblo.
Pero pronto volvió una nueva forma de intranquilidad: en Roma había sensación de atasco. Los trabajos del Consilium litúrgico habían ultimado una Instructio en la que se promulgaba un nuevo avance de aplicación litúrgica sobre lo que había permitido ya el Motu Proprio. Y en seguida el problema jurídico: esta ley debía promulgarla el Papa. Y lógicamente a través de su órgano oficial: la Congregación de Ritos. ¿Había que mandar la Instructio a la Congregación para que la firmase y promulgase sin más, o cuando menos la cortesía pediría que se les pidiera su opinión antes de dar la ley? El 2 de julio pasó el Papa la Instructio a la Congregación, pidiéndole su opinión sobre ella. Tras dieciséis días de sesiones (el 18 de julio) la Congregación devolvió al Papa la Instructio con 47 folios de advertencias. ¿Cuál es el contenido de estas advertencias? Opinará la Historia. Según miembros de la Congregación eran correcciones de detalles en los que la Instructio no era perfecta. Según miembros del Consilium se vaciaba el jugo de la Reforma decidida por el Concilio.
Y he aquí a Pablo VI en un nuevo problema. ¿Por quien decidir? Al fin las advertencias de la Congregación fueron entregadas al Consilium para su estudio. Respuesta del Consilium: 57 folios en los que se aceptaban algunas de las pequeñas modificaciones propuestas por la Congregación y se razonaba por qué no se aceptaban todas las demás. El problema seguía enmarañado.
Y el problema sigue enmarañado (dos meses después) en este 12 septiembre de 1964, nueve meses después de la proclamación de la Reforma Litúrgica. Por eso este primer sumando de mi balance de la inter-sesión se tiene que cerrar con un interrogante. “Match” nulo.
Pero más allá de las cuestiones jurídicas, la nueva Misa estaba ya preparada, cocinada y a punto de ser servida en la Solemne apertura de la 3ª Sesión Conciliar el 14 de septiembre de 1964. Sólo faltaba el ensayo general que tuvo lugar la víspera. Los obispos ensayan.
“Monseñor Casimiro Morcillo (en la fotografía) me ha “colado” esta tarde en el ensayo de la Concelebración. Cerrada ya la basílica, los veinticuatro obispos que mañana concelebrarán con el Papa ensayan bajo la dirección de Monseñor Dante. Estás despistadillos, novatos, en la hermosa ceremonia que mañana, por primera vez en la historia contemporánea va a ponerse a la vista del mundo entero,
Oyendo sus preguntas, viendo sus gestos vacilantes, mi memoria da un paso atrás y vuelve a aquellas horas en que mis compañeros y yo aprendíamos a decir misa. Hay aquí y allá la misma emoción, el mismo temblor de la primicia. Y una gemela alegría. Es bonito este ver a los obispos ensayando, aprendiendo tartamudeantes los primeros pasos de la reforma litúrgica que pronto vivirán todos los fieles de la Iglesia. Se confunden a veces, monseñor Dante tiene que repetir y repetir algunas cosas. Los mismo, lo mismo que sucederá dentro de unos meses en cualquier pequeña parroquia de España o de Australia. Y me parece ver a la Iglesia como una colegiala o como una niña de primera comunión aprendiendo sus lecciones del nuevo catecismo, del nuevo modo de ser cristiano hoy”
Dom Gregori Maria