Ecos de Semana Santa
La semana santa barcelonesa nos ha traído buenas noticias, en especial el acercamiento de nuestro cardenal a las parroquias germinantes . Efectivamente, sin estar anunciado (¡una vez más!) en la confusa web del arzobispado, Monseñor Martínez Sistach presidió el Via Crucis que organiza la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, cuyo rector Rafael Méndez Hellín, es una de las bestias negras del establishment eclesial local. Dicho Vía Crucis transcurre por la Rambla Cataluña, entre la citada parroquia y la vecina de Sant Raimón de Penyafort. Al final del ejercicio, Mossèn Méndez agradeció especialmente la presencia del cardenal y pidió a los solicitantes que rezaran de una forma muy principal por él. Por la tarde, el arzobispo tuvo a bien recibir, delante de la Catedral, la procesión de la Vírgen de las Angustias que sale de la parroquia de San Jaime. La Avenida de la Catedral se hallaba atestada de gente (como antes lo estuvo la Rambla de Cataluña y la procesión que sale de San Agustín). Sistach efectuó casi toda su alocución en castellano y exhortó particularmente a orar por el Papa, que según sus palabras “está pasando una pasión".
La única nota discordante de los actos la dio el omnipresente Turull, que estuvo también en todos las ceremonias (incluido el sermón de las 7 palabras, delante de la Catedral, con el Cristo de Lepanto), destacando en el Vía Crucis matinal, en el que iba ataviado con un curioso auricular en la oreja. Sin embargo, no es la primera vez que Turull luce de tal guisa. Según se puede ver en la foto del Vía Crucis de 2008, también llevaba el adminículo receptor.
Todo el mundo se preguntaba con quien va conectado Turull. Sí con el propio Sistach; con la Congregación de obispos vaticana, por sí llega el ansiado nombramiento; con Radio Estel, para incrementar su audiencia; con su Seminario o con una de las múltiples delegaciones diocesanas que tiene encomendadas. Lo cierto es que la afición de este sacerdote por los aperos electrónicos es terrible. Cuando no es el megáfono es el auricular.
Otra de las excelentes noticias de esta Semana Santa ha sido que las procesiones han vuelto al barrio de Gracia. No es un hecho baladí. A partir de la transición, la antigua Vila de Gràcia fue perdiendo su carácter menestral y melancólico (con su ball del fanalet, su Plaça del Diamant e, incluso, con su reserva gitana) para convertirse en un mito libertario, que atrajo a okupas, erasmus de toda laya, profesionales de la socialdemocracia y un sinnúmero de bongoseros; sin oficio, ni beneficio. Todo progre catalán, en alguna etapa de su vida, ha añadido a su pedigrí el haber residido en Gracia. Hasta sigue siendo el barrio de esa simpática pareja que forman Joan Saura e Inma Mayol. Como no iba a ser menos, la iglesia local se adaptó a ese terreno con esplendida maestría. Pese a todo quedó un oasis irreductible en la parroquia de San Carlos Borromeo, mientras su rector fue Mossèn Esteban Arrese Beltrán. La errática labor de nombramientos del Cardenal Carles apartó a Mossèn Arrese de aquella parroquia en el año 2000 y desde entonces las calles de Gracia no contemplaron ninguna procesión.
Han pasado diez años, hasta que en esta Semana Santa han vuelto a asomar: esta vez desde la Parroquia de Santa María de Gracia. Otra de las parroquias germinantes . Salió el domingo de Ramos, subiendo por la Calle de San Pedro Mártir, girando por Goya y bajando por Gran de Gràcia. La iniciativa de la procesión fue del movimiento neocatecumenal, cuya presencia en la parroquia es significativa. Pero no hay que olvidar que el verdadero adalid de esta otra realidad germinante es su párroco: Mossèn Jaume Dasquéns. Con este templo pasaba algo muy parecido a la Basílica de San José Oriol, incluso había ordenado sacerdotes en él el Doctor Modrego. Era una iglesia abandonada, que, curiosamente, entre sus anteriores rectores había contado con los muy considerados Claret Nonell (delegado de la familia) y Joan Galtés (vicario episcopal). Solo abría unas hora por la mañana y se hallaba cerrada toda la tarde. Cuando entró Dasquéns arregló las goteras, que habían llegado a inundar la capilla del santísimo; pintó la iglesia; rehabilitó los locales parroquiales y ha llegado a conseguir que también permanezca abierta casi todo el día; siendo uno de sus mayores aciertos que se haya dedicado igual a los kikos que a la parroquia, sin que aparezcan disgregados como dos carriles paralelos que no se entrecruzan, cual sucede en otros templos.
Cuando finalizo de escribir este artículo me llega otra noticia gràcienca: a finales de este mes, se va a aceptar la jubilación del actual párroco de San Carlos Borromeo, Mossèn Joan Cortina. Pero que nadie se haga alegrías, la parroquia va a seguir abandonada, pues va a quedar agrupada a la del Corpus Christi del vicario episcopal, Jesús Sanz.
Con todo, la Semana Santa nos ha traído una satisfacción: se van asentando las realidades germinantes en Barcelona. Hasta el Cardenal Martínez Sistach se acerca a ellas. La única duda que nos queda es porque se aísla Turull con el auricular. ¿Qué estará escuchando? Luego dirá que le tenemos manía, pero es que nos centra unos balones francos, para que nos luzcamos rematando de cabeza.
Oriolt