Albert Manent y el victimismo pusilánime de los hijos de papá
El pasado domingo, descubierto por la pregunta que formulaba Antoninus Pius el pasado miércoles 10 de marzo sobre quien está detrás de la web “El integrismo es pecado" , Albert Manent (el de la izquierda de la foto), la joven esperanza de la “Iglesia catalana”, reaccionaba con el recurso típico de su generación ideológica.
Este recurso es el presentarse como la vía media derrotada por la Guerra Civil , perseguida por los bárbaros rojos por un lado, y los nacional-católicos españoles iletrados, visigóticos y “fascistoides” por el otro. Se trata de un recurso que, como el tendido eléctrico sustentado en postes de madera, (Carles Cardó, Joan Bonet i Baltà, Hilari Raguer etc) conecta el presente con el pasado.
1.- Hijos de su tiempo, nuestros dinosaurios son tan nacional-católicos como el nacional-catolicismo español que tanto critican. Simple y llanamente quieren un nacional-catolicismo catalanista. De aquí su atracción por el poder, en nuestro caso concreto, de la Generalitat. ¿Que serian todas las plataformas nacionalistas con vinculaciones eclesiales (Tribuna Catalana, por poner un ejemplo) sin el dinero público? Albert Manent no es una virgen vestal que aún no ha sido desflorada por la política. Más bien todo lo contrario.
2.-Hijos de Sant Gervasi, nuestros dinosaurios han pastado toda su vida por las zonas altas de Barcelona, en una preocupante endogamia que los ha abocado a la extinción. Algún escarceo nocturno con los progresaurios en plena calle Madrazo, flechazos de Cupido al calor de un chocolate suizo, que engendró híbridos antinatura como “ Cristianisme segle XXI” , presidida por Jordi Porta (el de en medio de la foto superior, a lado de Manent). Bajo el paraguas que da vivir desahogadamente en la parte superior de la Diagonal , los dinosaurios se “ aManentaron” , es decir creyeron que estaban llamados a dirigir Cataluña porque les correspondía por ser “ hijos de” .
Hijos de papá, como niños malcriados, imputan todas las causas de su fracaso al exterior. Ellos tan cultos, tan finos, tan bien educados, no entienden como la Iglesia en Cataluña es un erial. ¡No será por su causa! La culpa es de España, de la Iglesia española, la que con su antitestimonio aleja a los catalanes de los templos. ¡Mira la COPE !, ¡mira la Conferencia episcopal! ¡mira Rouco!… Este ha sido y es su argumento. Un victimismo que esconde la verdad de lo que ha pasado: haber convertido el cristianismo en una ideología.
3.- Para hablar de la Fe, tradicionalmente se ha recurrido a la imagen del fuego, que abrasa, que se contagia, que penetra. Muchos cristianos empiezan su camino de conversión porque, como una gracia de Dios, encuentran, en contacto físico, hombres y mujeres de fe, empezando a creer en lo que ellos creen. Fuego, enamoramiento, abandono confiado del alma, calidez, candidez, ternura, Amistad, Inocencia, Amor, Misericordia, son conceptos y experiencias que necesitan de la cercanía y la proximidad. De la encarnación. Como el amor conyugal. Cuando en alguna época Roma se parecía mas a un burdel que a otra cosa, la Fe encendía los corazones de media Europa y estos fueron precisamente los que acabaron reformando a Roma: hiendo a Roma.
¿Alguien cree que la Fe , con mayúscula, en Cataluña depende de lo que hagan en Madrid? ¿Acaso la autenticidad del amor de un matrimonio depende del de sus vecinos? Ya el solo hecho de plantear la cuestión en estos términos es la primera prueba que nuestros queridos dinosaurios nacionalistas han desencarnado el cristianismo para convertirlo en ideología gélida.
Es por ello que solo un adjetivo sirve para caracterizar a Albert Manent. Sólo uno resume la suma del carácter: (1) nacional-católico (catalanista) y regalista (Generalitat); (2) elitista, paternalista (y puritano, pues se considera que su cristianismo es mejor que el de “aquellos en quienes la tradición rutinaria era superior a la convicción” –ver artículo *-) e ideológico (3) ¿Acaso no es el de integrista? Ahora ya sabemos porque, en la web, está tan obsesionado con el tema.
*Articulo de Albert Manent publicado en La Vanguardia , domingo, 14 de marzo de 2010, p. 47.
“Las encuestas subrayan que disminuye progresivamente la cifra de los que se declaran católicos. Crecen los matrimonios civiles y baja el número de practicantes. Para los que han creído que el nacional-catolicismo era la meta inmutable esta realidad les asusta.
En otro extremo encontramos a un divulgador, que fue 20 años director de una fundación antirreligiosa en Barcelona (que recibe ayudas oficiales) quien declaró en dos periódicos (diciembre 2009 y enero 2010): "El desprestigio de la Iglesia católica en Catalunya es sensacional". Y: "Si no hay un gran cambio los católicos practicantes dentro de poco serán residuales". Se deduce que la Iglesia en Catalunya es casi un erial. Este divulgador también pone en duda las raíces cristianas de Catalunya y habla de la Catalunya poscatólica.
Este diagnóstico coincide con el integrismo de extrema derecha, dirigido por un grupo que sueña con tener poder eclesiástico y recuperar lo perdido "a cristazo limpio", como decía Unamuno que se convertía a los moriscos. Dichos integristas denigran a la jerarquía - lo mismo que el que proclama la Catalunya poscatólica-y suspiran por obispos pretridentinos y militarizados. Partidarios de la famosa teoría de "la catástrofe previa" (que llevó a la guerra civil), se refocilan con el supuesto erial de algunas diócesis y aúpan abiertamente a candidatos episcopales que llenarán iglesias y seminarios y España volverá a ser "luz de Trento", como afirmó Menéndez y Pelayo. Por lo tanto, cuanto más erial, mejor. Agazapados y locuaces, el integrismo que practican coinciden con el "integrismo" laicista. La Iglesia ha perdido buena parte del catolicismo sociológico, o sea aquellos en quienes la tradición rutinaria era superior a la convicción. Por la Iglesia , a pesar de sus miserias estructurales y tics funcionariales, mantiene el aliento del Espíritu. Quienes creen en Jesucristo y practican las virtudes teologales, alejados del poder eclesiástico, se encuentran, pues, entre dos fuegos, porque los extremos se tocan”
Quinto Sertorius Crescens