¡Bien Venido, Santo Padre!

Benedictus qui venit in nómine Dómini. Bendito Benedicto, que viene en nombre del Señor. Así es. Benedicto XVI, un papa que se distingue por su admirable capacidad de poner en valor la doctrina de la Iglesia y con ella la moral, es una bendición para la diócesis de Barcelona, el mayor foco de neopaganismo de España.

Si alguien piensa que el Papa viene a hacerle el “ rendez vous” a alguien, y que le mueven consideraciones de tipo táctico para venir a Barcelona, que se lo quite de la cabeza. Por supuesto que la oficina diplomática y los servicios de protocolo arreglarán las cosas de tal modo que nadie tenga motivos de queja por la visita del Papa. Pero quítenselo de la cabeza: el Santo Padre no viene a visitar a nadie, viene a predicar. Cuando en vez de recibir en audiencia a los responsables de una demarcación eclesiástica se desplaza él mismo a esa demarcación, no va de visita, va de apostolado.

¿Y cuál será su acción apostólica, cuál la temática de su doctrina? ¿No lo adivinan?

Efectivamente, predicará sobre la institución sagrada de la familia. ¿Les sorprende? Más aún, su homilía sobre la Sagrada Familia tendrá la categoría de la luminosa homilía que predicó en Colonia sobre la Eucaristía , tendrá el esplendor doctrinal de sus encíclicas.

Y ¿por qué desplazarse a Barcelona en vez de promulgar una encíclica sobre la familia y la vida? El Papa viene a Barcelona porque aquí está el templo expiatorio de la Sagrada Familia , justo en el corazón de una de las ciudades españolas que más se significan por su afán demoledor de la familia, de la vida no nacida y de cualquier institución con sabor cristiano. Viene a la boca del lobo. Viene quizás a poner en marcha la dimensión expiatoria del gran templo barcelonés, catalán, español, católico.

El Papa viene a Barcelona a poner la primera piedra de la Sagrada Familia espiritual y moral, cuyo icono será el bellísimo templo de Gaudí, el icono más significativo de Barcelona. A los católicos de Barcelona, clero y fieles, nos dejará la tarea de conseguir que el templo expiatorio de la Sagrada Familia sea conocido en todo el mundo como el templo espiritual de la familia y del respeto a la vida del no nacido: respeto a la vida intrauterina para que culmine siempre en natividad, y no en muerte. La Sagrada Familia como icono para toda la cristiandad de la restauración de la familia: de la maternidad, de la paternidad, del matrimonio y de su apertura a la vida. Un centro de difusión de la doctrina de la Iglesia sobre la familia y el matrimonio. Y un destacado centro de culto católico.

Los católicos que vengan a la Sagrada Familia después de la visita del Papa, han de llevarse además de la imagen de las piedras, la clara impresión de que esta visita será el punto de inflexión entre una Barcelona pagana y una Barcelona cristiana; entre una Sagrada Familia icono laico meramente escultórico y monumental de la Barcelona laica, con un laicismo que ha calado hondamente hasta en el clero: en su doctrina, en su culto y en sus medios; y una Sagrada Familia icono de una Barcelona líder en la defensa de la naturaleza sagrada de la familia y de la vida.

Tengámoslo claro, el Papa no da puntada sin hilo, ni menos en cuestiones doctrinales y pastorales. Nos dejará tarea, una nobilísima y salvífica tarea. El Santo Padre viene a animar la fe del clero y del pueblo católico. Viene a enrolar a Barcelona en el gran reto al que se enfrenta hoy el mundo: el del rearme moral de la humanidad, grave responsabilidad de la religión. Viene a convertir a Barcelona y a su magnífico templo, en el monumento del catolicismo de Barcelona en su más noble sentido: el que le daban los romanos en su versión arcaica, monimentum (de monere ), traducción del mnemeion de los griegos: la edificación que no se exhibe a sí misma, sino que nos recuerda algo, que nos amonesta sobre algo.

Eso ha de ser la Sagrada Familia : el monumento a la familia y a la vida intrauterina que culmina felizmente en el Nacimiento (la fachada norte, la que mira más ad orientem ). La aceptación de la Pasión y el sufrimiento (la fachada que mira ad occasum ) y que culmina en la Resurrección. Y como corresponde a un templo vivo in fieri , no sólo el de las piedras, sino también el del pueblo de Dios, la fachada de la Gloria nos la hemos de ganar: nos queda mucho recorrido para alcanzarla y está sometida a la amenaza del túnel del tren de máxima velocidad que pasa rozando sus cimientos: exactamente igual que la familia y la vida, amenazadas por la alta velocidad a la que se ha lanzado la modernidad contra la moral de Europa y de todo el mundo occidental.

¿Seremos capaces los católicos de Barcelona, clero y fieles unidos, de darle a nuestra diócesis el sello de catolicidad que tanto animaría nuestra fe? ¿Tendremos los arrestos que se necesitan para tan magna obra? ¿O es que valdremos para una Exposición Universal y hasta para dos y para unos Juegos Olímpicos, y no valdremos para vitalizar nuestra Iglesia?

Ahí tenemos el luminoso ejemplo del XXXV Congreso Eucarístico de Barcelona. El Dr. Modrego, de feliz recordación, no consiguió que viniese el Papa. Y sin embargo además de organizar un Congreso Eucarístico de los que quedan para la historia de la Iglesia , dejó un sello profundo del mismo, tanto en la sociedad religiosa como en la civil: se ganó el respeto de todos afrontando el problema del barraquismo, tan extendido en la Barcelona de postguerra, con las viviendas del Congreso, dos hermosos barrios en Barcelona y en Badalona.

Hoy Barcelona y España tienen un problema mucho más serio que el de la vivienda: el de la profunda crisis moral, que está minando la familia, la institución social sin la cual se nos viene abajo toda la sociedad. Una crisis que ha abierto de par en par las puertas de la violencia contra los más débiles, justo en la dirección contraria a la que marcan el Evangelio y el ejemplo de Cristo. Ese empeño de nuestros gobernantes por alejarnos de Cristo, es el primer paso para la vuelta a la barbarie.

¿Seremos capaces de seguir al Papa en esta gran empresa?

Por supuesto que Germinans se enrolará en el ejército de cuantas personas e instituciones se alisten en esta campaña. Trabajaremos lealmente con ellos, siguiendo las directrices de la jerarquía eclesiástica.

Cesáreo Marítimo