Capítulo 13: ¿Un nuevo Breviario?
Día 10 de noviembre de 1962:
“El Concilio, mientras tanto, prosigue a buen ritmo sus tareas: hoy se ha cerrado ya el estudio de un nuevo tema: el del breviario. Un grave e importante asunto que afecta, sobre todo, a los sacerdotes, la “caríssima pars gregis” ("la más querida parte de nuestro rebaño"), como ha dicho ayer el cardenal Léger.
El breviario, la oración publica de la Iglesia, es la principal obligación de todos los sacerdotes del mundo, una de las columnas que sostienen la vida de la iglesia.
¡Y qué hermosa cadena de elogios se han tejido en torno a él en estas dos sesiones! He aquí algunos, según los refiere el comunicado oficial:
“El oficio divino constituye una fuente de gracias para la Iglesia toda;
un medio de santificación personal;
un vínculo de unión entre todos los sacerdotes del mundo;
un manantial continuo de consuelo, particularmente -como demuestra la Historia reciente- para los sacerdotes que sufren persecución en las cárceles y campos de concentración;
alimento del alma;
sostén para los jóvenes sacerdotes en sus dificultades y preocupaciones, y para los ancianos, en sus achaques y decaimientos;
una mina de tesoros escriturísticos y patrísticos para la diaria formación del clero;
causa siempre eficiente de una vida más santa, de un trabajo apostólico más profundo y de una actividad más generosa y eficaz.”
Pero a pesar de todo ello -prosigue el comunicado-, “una buena parte de los obispos presentes desea que se realice una profunda y amplia revisión del breviario".
Craso error: si algo funciona no debe tocarse salvo si estás seguro que a pesar de los cambios seguirá funcionando y lo hará mejor de cómo lo hacía. Una revisión o reforma (que son cosas distintas) no es garantía de poder superar una recitación mecánica o puramente formalista de la oración de la Iglesia. El problema es de otra índole: es de orden espiritual.
“Si se hiciera una estadística -afirmó uno de los Padres- entre todos los que están sometidos a la obligación de recitar el oficio divino, se comprobaría qué inmensa potencia de oración representa, pero también se comprobaría con cuánta frecuencia se reduce a una multiplicación mecánica de palabras".
“Por ello -decía monseñor Garrone, arzobispo de Toulouse- el alma del obispo se siente preocupada. No se trata, ciertamente, de atentar contra un edificio tan venerable e importante como el del oficio divino. Pero los Pastores no deben desconocer las condiciones concretas de la vida y la carga apostólica de sus sacerdotes. Y esto no es amor a la novedad, es afán porque la oración sacerdotal se haga en la verdad. Que se haga para dar gracias a Dios y no como un formalismo ni, quizá, en una lengua mal asimilada"."Se trata -señaló otro Padre- de lograr un justo equilibrio entre la oración y la acción pastoral.”
En referencia al latín como “lengua mal asimilada” decir que esa cuestión es de orden intelectual y de formación. El clero, incluso en los países de misión, en aquella época poseía un conocimiento del latín que podríamos calificar de más que notable, por lo menos del escrito. Es cierto que no en todo el orbe católico los sacerdotes tenían una misma familiaridad con la lengua latina, pero esta formaba parte de su bagaje intelectual y pues afectivo. En cuanto a la traducción en uso de los salmos, ya Pío XII había encargado al cardenal Agostino Bea una nueva traducción de los salmos que estuvo en uso en los años 50, y aunque convertía los salmos en algo más familiar fue posteriormente descartada por la dificultad de encaje con el ritmo latino de los tonos gregorianos. En una palabra: era incantable.
“¿Cuáles son los problemas concretos que se presentan? El más importante afecta a la misma estructura del breviario: compuesto para la oración coral en los monasterios, en jornadas en que todas las horas del día se dedicaban a la oración, no se adapta -según numerosos Padres- a las necesidades presentes del sacerdote y -dice el comunicado oficial- “las últimas disposiciones han constituido más que nada una revisión de las rúbricas del breviario, y no resultan suficientes en el cuadro general de la reforma".
Eso no es del todo cierto: ya se había procedido a una gran simplificación y a un aligeramiento de las lecturas de Maitines (especialmente de la superabundancia de los oficios de 9 lecciones en las fiestas de los santos que primaban sobre el oficio ferial). Con la revisión de Juan XXIII lo más habitual eran los oficios de Maitines feriales de 3 lecciones. Eso representó un gran paso y un gran beneficio para el clero. Además se publicaba el Breviario en 2 volúmenes ( no en 4 y por orden estacional: primavera, verano, etc…), de un tamaño un poco mayor y además no ya en 2 columnas por página sino en la amplitud de la página.
“¿Qué postura tomará el concilio ante este anhelo de revisión? El esquema presentado a los Padres es, en este tema, más bien conservador. Se proyectan en él varios cambios de interés (una distribución de los salmos, no a lo largo de una semana, sino de varias: una revisión de los himnos, quitándoles cuanto tienen de extraño o de antiguas alusiones mitológicas: un repaso a las vidas de los santos, haciéndolas históricamente mas exactas y sustanciosas: una mejor distribución de los textos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres). Pero -según este primer proyecto- el breviario quedaría fundamentalmente igual en su estructura, en su lengua y en su obligatoriedad”
Pues desagraciadamente no ha sido así: es cierto que el salterio se ha distribuido en 4 semanas, los oficios de maitines (lecturas), laudes y vísperas son ahora de tres salmos (en vísperas el tercero en ser recitado es ahora un cántico evangélico), pero en cuanto se refiere a los himnos no sólo se les ha quitado las alusiones mitológicas sino que prácticamente han desaparecido. En la edición en castellano, los latinos están a final como apéndice: ahora son poesías místicas y religiosas españolas o cantos populares en boga. Y pasa lo mismo en la edición francesa, italiana, alemana, inglesa… Pérdida irreparable. En la edición catalana, afortunadamente es al revés: se privilegian los latinos y en el apéndice final, himnos en lengua vernácula. Harina de otro costal es la lectura hagiográfica: se han suprimido casi todas sustituyéndolas por patrísticas o, si aquellos santos escribieron algo, por algún fragmento de sus escritos. En ese procedimiento estuvo muy presente el afán “desmitificador” que tanto se puso en práctica en aquellos años: todo parecían mitos y leyendas a suprimir. En cuanto a la lengua mejor no hablar: creo que sólo conozco a dos o tres sacerdotes que recen la “Liturgia Horarum” en latín. Si en el Seminario se hace en vernáculo ¿por qué uno se van a cambiar los costosos volúmenes de la Liturgia de las Horas? En cuanto a la obligatoriedad, pues como en todo: cuando se empieza con las recomendaciones más que con la “obligación bajo pena de pecado grave”, pues se abre un paso a la laxitud. En principio, y tras la supresión de Prima, con una hora menor de las tres existentes (ahora llamadas “intermedias”), parece ser suficiente. Después que si el Oficio de Lectura se puede rezar a lo largo del día y no obligatoriamente antes de Laudes, es decir que se puede postergar. Después que si con Laudes y Visperas es suficiente. ¿Al final, qué pasa? Cada uno hace lo que puede más que lo que debe…Y santa paz. Este es el auténtico resultado. Y muchos que la recitación la acabaron al salir del Seminario.
“ ¿Cuáles han sido las posturas de los padres ante este apartado del esquema? En cuanto puede juzgarse, tres: a), algunos Padres son partidarios de dejar el breviario como está; b), un segundo grupo -más numeroso- desea algunas pequeñas modificaciones, en la línea que señala el esquema, pero manteniendo fundamentalmente idéntica su estructura; c), un tercer grupo de Padres desea una revisión a fondo en la línea de hacer dos tipos de breviarios: uno en la forma del actual, para la recitación pública, y otro, más próximo a la lectura espiritual, con mayor cantidad de textos de los Padres del Nuevo Testamento y menor cantidad de salmos, para la recitación y lectura privada; un breviario que -como señaló uno de los Padres-, “se prestase menos a la recitación automática y fuera más provechoso para la propia formación del sacerdote y fuera un alimento de su predicación; un breviario -en fin- menos monacal y más pastoral".
¿Cuál de estas tres tendencias predominará? Esto sólo la hora de la votacion podrá resolverlo.
Pues ha predominado la tercera, clarísimamente. Como en las cuestiones siguientes predominó la lengua materna y la distinción entre partes obligatorias y aconsejables. Me gustaría subrayar la referencia a los días de mayor trabajo pastoral: los domingos y “los primeros viernes”. ¡Cuánto ha cambiado la Iglesia en medio siglo!
En torno a este tema central se agitaron otros varios: ¿conviene mantener el breviario en latín o sería preferible que cada sacerdote lo rezase en su lengua materna? ¿Conviene mantenerlo en su obligatoriedad íntegramente o sería mejor dejar algunas partes como obligatorias y otras como aconsejadas, pero de las que se podría prescindir en días de mayor trabajo pastoral, especialmente domingos y primeros viernes? Quizá en torno a estas preguntas la mejor respuesta fuese la dada por monseñor Yago, obispo de Abidján:
“No se trata de disminuir el tiempo de la oración, sino de encontrar el tiempo y el modo de rezar mejor. En esta época en que nos preocupa tan justamente el asegurar una participación cada día más activa de los fieles en la oración de la Iglesia, ¿cómo no buscaríamos los modos de conseguir lo mismo con la oración sacerdotal haciéndola o, mejor, volviéndola a hacer agradable?”
Después de la mayoría de comentarios que he realizado en este artículo algunos, con razón, podrían tildarme de derrotista y no saber apreciar los aspectos positivos de la reconversión del Breviario Romano en Liturgia de las Horas. Y tendrían razón, porque ha habido aspectos positivos.
En primer lugar, la mayoría de congregaciones religiosas de vida activa, con miembros con nula formación latina, la Liturgia de las Horas ha supuesto un enriquecimiento de su vida litúrgica. Antes se conformaban en rezar el Oficio Parvo de la Virgen y poca cosa más. También muchos laicos en las parroquias o en los movimientos nutren ahora su vida cristiana con el rezo de laudes y vísperas, cosa antaño menos frecuente, aunque no inexistente pues siempre encontrábamos laicos muy cualificados que lo hacían (existían también versiones “no oficiales” del Breviario en lengua vernácula). Sin embargo no ha proliferado el canto de vísperas en las parroquias, en las tardes de los domingos p. ej, como se suponía: son escasísimas las parroquias que lo hacen en comparación con las muchas que lo hacían antes de la reforma litúrgica. En otro orden de cosas, la vuelta a 4 volúmenes, demasiado grandes en lengua vernácula (totxos-ladrillos), dificulta el llevarlos consigo habitualmente como se hacía con el breviario.
Apreciaciones realistas, únicamente apreciaciones.
Dom Gregori Maria