Un episodio más del "asnobismo" frívolo de la Casa de Santiago
El marqueting es lo que se lleva. Existe el marqueting empresarial, el marqueting político y el marqueting eclesial. Vender un chocolate que adelgaza; vender un político paquete sin experiencia profesional ni formación académica como un crack; vender una imagen de una Iglesia que funciona pese a una deriva patética que se dirige al naufragio.
Sistach, hombre demasiado de su tiempo, es un maestro del marqueting, aunque no pasaría una auditoria eclesial romana, que es lo que necesitamos urgentemente. Y que no lo avisen, que si no monta clacas de recibimiento. Todo es un gran decorado de una normalidad irreal. “Catalunya Religió”, la web de Romeu y Llisterri, sin que Sistach se lo pidiese, también camina con el mismo objetivo pese a dar por muerto al obispo emérito de Lérida.
Saben, todos ellos, que hay que dar la imagen de normalidad para dejar sin argumentos a los que piden, visto el desastre, un golpe de timón para la Iglesia. Un cambio de rumbo que los dejaría sin prebendas (los Matabosch, Arenas etc…) o sin las potenciales prebendas que conseguirían, de frustrarse la variable Vives o similares. Digámoslo claro, combaten por la imagen, porque es un camino de alcanzar poder e influencia.
Romeu y Llisterri, que pasan mucho frío, saben que Germinans esta en el mismo campo de batalla. Pero ejercida en opuesto sentido. Desmontar los decorados Potemkin de la Iglesia en Cataluña. Mostrar la cruda realidad, que es lo que necesita recurrentemente una sociedad democrática para no caer en manos de trileros y charlatanes. Sistach puede estar contento de la beatificación del Dr. Samsó porque le dio buena imagen. Pero la realidad es tozuda. Como explica Oriolt por activa y por pasiva, unos charlan y mandan (los progresistas eclesiales); los otros trabajan (los no progresistas eclesiales). Una peculiar división del trabajo muy mediática. Pero, solo los necios pueden dejarse engañar. Los números no entienden de subjetividades. Sistach, Romeu, Llisterri o la Casa de Santiago (Aymar) ofrecen sugestiones frente a los datos objetivos.
Otra de Aymar: Saramago suelto por “Catalunya Cristiana”
Aymar sumó a Catalunya Cristiana al manifiesto de alguna prensa catalana para presionar al Tribunal Constitucional a que de una vez dictamine sobre el Estatut. Como si todos los católicos catalanes hubieran votado a favor del mismo, Aymar comprometió la voz de todos en un tema particular donde hay división de opiniones entre los creyentes catalanes. Hay que recordar que fue y es legítimo votar a favor o en contra o abstenerse, según el magisterio social de la Iglesia. Incluso , Miró i Ardèvol alertó que el Estatut contiene artículos potencialmente muy peligrosos por lo que se refiere al derecho a la vida humana y al derecho natural que la Iglesia defiende. Pero todo eso a Aymar le importa un pito, él quería salir en la foto. Y salió en la foto, aunque con retraso. El director, puesto por Sistach, nos comprometió a todos los católicos catalanes en una cuestión donde hay pluralidad de opiniones. Este es el pluralismo que defienden nuestros progres eclesiales. Si esto no es mala fe, solo les queda un calificativo: ¡burros!
La última frivolidad de Catalunya Cristiana esta perpetrada en el número 1586, de 11 de febrero de 2010, página 35. El lector encontrará una crónica literaria de Caín , la novela de Saramago, firmada por un profesor titular de la Facultad de Filosofía de la Universidad Ramon Llull.
Los lectores snobs, que mayoritaria y paradójicamente no leerán la crónica, se contentaran en concluir, tras recibir los flashes Saramago-Crítica Literaria-Catalunya Cristiana- Filosofía-Universidad Ramon Llull : ¡ Ostras, que nivel, que prestigiosa esta publicación! ¿Acaso la Casa de Santiago de Aymar (y Sistach al fin y al cabo como último responsable de su nombramiento como director de la publicación) no lo hace justamente por eso? Fichan a sus amiguetes para colaboraciones puntuales en un intento de ficharlos para su causa sin recabar en el contenido. Un juego de sugestiones. ¡Cuánto sujeto y cuán poco objeto!
Quienes saben que la plutofílica Casa de Santiago (Aymar, Cussó, Grané, Revista Valors…) es una máquina de baja productividad académica pero de alta emisión de marqueting vaporoso, podrán someter, en un nuevo ejercicio empírico, esta premisa a nueva experimentación. Ahora sí, tendrán que perder un poco de su tiempo en leer la susodicha crítica literaria titulada “ Saramago cainita ” firmada por el profesor Armando Pego:
“El lector se puede preguntar por la minúscula del título. De la misma manera como en la novela aquí reseñada todos los nombres de los personajes bíblicos, también el de Dios, aparecen en minúscula, no resulta descabellado tratar así a su autor, premio Nobel de Literatura. Un autor cainita. Porque Caín es una apología del personaje bíblico frente a su dios, presentado como un ser arbitrario, brutal e irresponsable. A causa de la maldición divina, Caín asiste como espectador a diferentes relatos bíblicos –principalmente extraídos del Génesis, aunque sin respectar el orden “cronológico”-, comprobando con espanto la crueldad de un dios que hace de la justicia una capa para tapar su dominio despótico. Como testimonia la creación, el dialogo de la humanidad con su creador estaría fundamentado sobre una violencia original, de la cual es imposible escapar (“En un ataque de ira, […] [el señor] se apresuró hacia la pareja y, primero uno y después el otro, sin contemplaciones, sin mediar palabra, les introdujo la lengua hacia dentro”).
Esta novela ha recibido principalmente el reproche que realiza una interpretación liberalista de la Biblia. Saramago se ha defendido afirmando que se ha limitado a tomar los datos contenidos en los textos sagrados. En efecto, su ficción no es ni pretende ser exégesis sino una parábola literaria. En este sentido, su factura es impecable y su vigor estilístico resulta más que notable. En el transcurso de la gran novela del siglo XX, el autor combina con maestría géneros y motivos de la literatura moderna: desde el uso de la sátira, pasando por recursos de la ciencia ficción, hasta llegar al modelo del homo viator que, en vez de recorrer espacios, traviesa los pasajes de un tiempo mítico irónicamente ejemplar. El lector creyente se puede sentir molesto delante de una visión tan materialista de la historia bíblica. Puede así perder de vista uno de los sentidos, ya que Caín puede ser leído como una defensa del marxismo ateo que Saramago ha profesado siempre con firme determinación. Dios es un explotador que utiliza su ejercito de ángeles – y si es necesario Satanás (ver la historia de Job) – contra esa amenaza lumpen que es el hombre. En el fondo, si Caín mató a su hermano es porque Dios rechazó arbitrariamente su ofrenda – a parte de, cómo se entrevé, Abel se merecía la muerte por presuntuoso-. “A pesar de asesino, Caín es un hombre intrínsecamente honesto”, dice el narrador. Por esto, si al final mata toda la familia de Noé, “estas víctimas de ahora, solo son, como Abel lo fue en el pasado, otras tentativas de matar a Dios”. Al fin y al cabo, Saramago es un hombre que ha mantenido una independencia insobornable y que, con todo, ha callado o ha justificado el precio que otros han pagado por la suya [Pego no aclara esta frase]. Un escritor de su talla solo puede saldar este tipo de cuentas con poderosa imaginación .
¿Una publicación cristiana, de la Iglesia católica, puede o debe dejar la crítica del libro a este nivel?
Saramago tergiversa el sentido de las Escrituras, incluso en la propia literalidad de los textos, pues no quiere referirse a lo que da la clave hermenéutica “ Acabadas las cosechas, Caín presentó un día a Yahvé una ofrenda de los frutos de la tierra. Abel ofreció también las primeras crías de su rebaño y hasta su grasa (Gen, capítulo 4, v.3-4)”. La explicación de muchos exegetas es que Caín tenía lo que ahora diríamos una relación mercantil con Dios y eso lo encerraba en si mismo, lo apesadumbraba y en la lógica del misterio del Mal y del orgullo humano afloraba en él la envidia hacia su hermano. Abel, confiado y abandonado a la lógica de Dios, ofrece lo que no le sobra, lo primero que obtiene sin pensar en él mismo –las primicias. Saramago traspasa a Dios la injusticia derivada del ser caprichoso y egoísta que encarna Caín. Saramago, imputa la injusticia del injusto al Justo para despojar al Hombre del sentimiento de culpa y lo justifica en el negarse a enmendarse. Es muy probable que haya mucho de autobiográfico en todo su planteamiento.
Doctores tiene la Iglesia para tratar este tema mejor que estas líneas. Aún así, Catalunya Cristiana no es una revista para hacerse el intelectual, para hacerse el literato. Es un semanario católico que debe exponer también pensamiento, pero supongo que para iluminarlo a la luz de la Fe cristiana. ¿Entonces que pintan aquí críticas literarias como las del profesor Pego? ¿Es que nadie se repasa la publicación? ¿Es que acaso eso no importa? Para la Casa de Santiago sin duda alguna, “da brillo” poder hablar de Saramago en Catalunya Cristiana. Para los no tan sofisticados, también debe ser importante el cómo.
Quinto Sertorius Crescens