¿Turull, obispo? No, gracias
En pleno debate sobre la ubicación de residuos nucleares en territorio catalán, me viene a la memoria aquella gran campaña contra la energía nuclear que se realizó hace unos años (y que aún colea) en todos los países y en todos los idiomas y que tenía como principal logotipo un sol rojo sonriente sobre fondo amarillo con la pregunta: "¿Nuclear?" y la respuesta: "No, gracias". Aprovecho aquella inteligente campaña para recuperar aquella insignia que se popularizó en miles de vehiculos de todas las naciones, para expresar mi sentimiento y el de tantos católicos catalanes y no catalanes, de que no queremos ver al Rvdo. Josep María Turull como obispo ni en pintura.
Como ya comenté en mi escrito de la semana pasada, los movimientos por parte de n.s.b.a. cardenal Martínez Sistach por colocar al Rvdo. Turull como obispo (en Solsona, o como auxiliar de Barcelona) son fuertes, probablemente porque es consciente de que puede ser su última oportunidad y porque cree que se encuentra en estado de gracia y que se le mira con mejores ojos desde Roma, después de la beatificación del Dr. Josep Samsó.
En nuestra castigada diócesis de Barcelona, hemos tenido en los últimos años dos buenos obispos con capacidad para colocar a otros obispos en territorio catalán, se trata del gran Don Marcelo, que pidió cuatro auxiliares y se los concedieron y Don Ricardo, que llegó a colocar hasta diez de sus candidatos como prelados. Ambos obispos eran hombres de probada ortodoxia y vinieron a Barcelona a sufrir, por eso sus deseos fueron escuchados en Roma, pero el final de la historia ya lo sabemos, Don Marcelo tuvo que huir por piernas de nuestra ciudad, y nos dejó a cuatro obispos, todos ellos de la factoría “catalana", nada bueno para la iglesia de nuestras diócesis (aunque querría salvar al bueno de Don Ramon Daumal, que nunca se puso en politica, ni actuó para contentar sólo a los sectores progresistas). El caso de Don Ricardo, mucho más reciente, también sabemos que tuvo que aguantar carros y carretas y que nos dejó algunos obispos que no se sabe por donde cogerlos de lo malos y en algún caso añadiría el “malvados” que son. Con esto quiero decir algo que ya insinué en uno de mis últimos artículos, que obispos buenos no es sinónimo de candidatos al episcopado buenos, aunque algunos ciertamente que se salvan honrosamente de la quema (Saiz Meneses, Romà Casanovas, Francesc Pardo…).
Por otra parte Don Narcís Jubany, sólo colocó a a un obispo, y fue casi al final de su pontificado. Pero ese obispo nada más y nada menos que es nuestro actual arzobispo, Don Lluís Martínez. Las consecuencias de aquella decisión romana de aceptar al candidato “in extremis” del cardenal Jubany han sido nefastas para la iglesia catalana y no hablo sólo de Barcelona; porque el cardenal Martínez Sistach, se cargó en cuatro días la fabulosa obra que había hecho su antecesor Don Ricardo en Tortosa, y pasó por Tarragona con el deseo de todo el clero de que se fuera cuanto antes ("porteu-vos-el a Barcelona si us plau” -llevaoslo a Barcelona, por favor- nos decían los sacerdotes de todas los colores de Tarragona cuando nos encontrábamos). En Barcelona, su tarea no puede haber sido más calamitosa, y deja en una situación muy crítica al pobre sucesor que tenga que venir a substituirlo.
Por eso el nombramiento del Rvdo. Turull podría ser una repetición de aquel gran error que se cometió con el propio arzobispo Sistach. Desde Germinans ya hemos hablado sobradamente del tipo de personaje que es el Rvdo. Turull, nada más lejos de las cualidades que tiene que tener un sacerdote para ser obispo. No olvidemos que Turull no sólo es el discípulo amado del cardenal Sistach, también lo es del copríncipe Vives, por lo que en un futuro (con el cardenal Sistach emérito) podrían hacer un verdadero grupo episcopal de presión al que quizá se apuntaría Don Sebastià Taltavull (buen amigo de ambos) y de esa manera nunca se conseguiría la verdadera regeneración católica que necesita nuestra Iglesia catalana.
Espero que la pegatina “¿Turull, obispo?, No, gracias", llegue a donde tenga que llegar, y se evite lo que sería otro error histórico. Algo además inconcebible en la actual Iglesia de Su Santidad Benedicto XVI, donde se están nombrando obispos buenos por doquier y en donde en una situación similar com es la de Vascongadas se ha optado por actuar con valentía para romper la dinámica destructiva que allí, como aquí se daba.
Antoninus Pius