Los caminos de Don Marcelo y "Els Pastorets"
Como consecuencia de la toma de posesión de Mons. Munilla de la diócesis de San Sebastián, estos días se están escuchando algunos comentarios envenados que pretenden mostrar la incoherencia de algunos católicos que se consideran fieles a la Iglesia pero que según ellos, son tan selectivos como cualquier católico progresista. Según ellos estos ultracatólicos demuestran su incoherencia cuando en el nombramiento de Mons. Monilla ven la mano de Dios mientras que en el del actual Cardenal de Barcelona no ven más que el pecado del hombre. Según ellos esta distinción demuestra la falsedad que ocultan detrás los ultracatólicos, ya que los dos han sido nombrados por el Papa y, por tanto, no son más fieles a Roma estos integristas que los progresistas, ya que se están mostrando igual de disidentes, para lo que no comparten de la Iglesia.
Decir esto es falso. Los llamados por ellos ultracatólicos, o católicos sin más, respetan y reconocen al Cardenal de Barcelona como Cardenal, otra cosa bien distinta es que lo consideren un buen Pastor y que no vean en él más que uno que ha ido subiendo hasta el cardenalato, como tantos otros, sin buenos méritos ni capacidad pastoral. Estos ultracatólicos, entre los que me cuento, saben muy bien que la Iglesia es humana y es divina y que no todo lo que ocurre en la Iglesia es querido por Dios aunque Dios cuente con ello, por ello procuran distinguir entre errores y aciertos y, sobre todo, entre virtudes y pecados.
Forma parte de la Revelación que en la Historia de la Salvación Dios se ha servido de personas concretas que han sido una verdadera palabra suya para el pueblo que peregrina en la tierra.
Pues de manera extrabíblica, por sus frutos y por su fidelidad, bien parece que una de estas preclaras palabras de Dios fue Don Marcelo. Ese excelente hombre de Dios que en el año 67 sucedía a Mons. Modrego coma Arzobispo de Barcelona.
Era un momento especialmente delicado para cualquier diócesis del mundo, por el humo demoníaco que se colaba en la Iglesia a través del buenismo conciliar, pero especialmente lo fue para Cataluña y el País Vasco. El mal llevado intento de apertura de la Iglesia a los nuevos tiempos, convirtió las iglesias y su feligresía en laboratorios y cobayas en manos de unos personajes que realizaron todo clase de experimentos y excentricidades, haciendo de la Iglesia un verdadero polvorín que llega a nuestros días como un erial desolado. En aquellos momentos postconciliares en los que la Iglesia de Dios se encontraba especialmente vulnerable, Dios vino en nuestra ayuda con la palabra “Don Marcelo”, intentándola unir al pueblo de Dios que peregrina en Barcelona. Sin embargo el brazo político siempre atento a envenenar y manipular la Iglesia se levantó contra esta palabra de Dios y, mediante el “Volem bisbes catalans”, consiguieron expulsar la ayuda que nos enviaba. Personajes como Pujol y demás intrigantes consiguieron romper la unidad católica, como tantas otras veces han hecho los hijos del príncipe de este mundo, inmiscuyéndose en el hacer de la Iglesia por medio de la mediocridad de un clero politizado y paternalista, sediento de protagonismo. Don Marcelo, que podría haber llevado adelante en Cataluña la aplicación del Vaticano II bajo la luz del espíritu conciliar, fue maltratado y expulsado por un clero mediocre y fanático que no tenía más guía que la del espíritu demoníaco postconciliar, que se servía de políticos pseudocatólicos y de clérigos embobados.
Todavía se les puede escuchar orgullosos a algunos de aquellos sacerdotes que expulsaron a Don Marcelo, las burlas que hacían denominando como “els pastorets” su Carta Pastoral sobre la acción pastoral del sacerdote en Barcelona. Estos que se pitorrean de su entonces Pastor son en muchos casos, los que ahora se escandalizan de las críticas que el Cardenal Martínez recibe en Germinans. Algunos laicos ahora escandalizados de Germinans trabajaban de políticos con Pujol.
Este clero feliz consiguió expulsar a Don Marcelo, alejando de esta manera la voluntad de Dios para con Barcelona. De esta manera, aquel camino que Dios había querido unir fue separado en dos; el de Barcelona y el de Don Marcelo. El camino de Barcelona fue degenerando con un camaleónico y mal pastor Jubany, que se supo lavar las manos mientras su clero rojo y nacionalista, a efectos prácticos, rompía con la Iglesia Católica protestantizando sus parroquias. Luego vendría un asustadizo e incapaz Ricard María que poco hizo más allá de empeorar las cosas con sus miedos que le llevaron a desastrosos guiños como el nombramiento de los primeros auxiliares, Vives en particular. Para desembocar todo este camino desviado en el actual Martínez como pastor de una diócesis de la que parece despreciar a la mitad de sus pocos feligreses ( por cierto, a los “valientes y fidelisimos” laicos escandalizados de Germinans, Sistach los califica de “integristas”) y en la que son menos aún los sacerdotes que le aprecian a él. Este parece ser el último fruto de esta desviación, ya que pocos dudan que Martínez está aquí por las intrigas de los mismos que expulsaron a Don Marcelo. Martínez, negado como está para una pastoral que no le interesa en lo más mínimo, está acompañando a esta diócesis en lo que esperamos que sea su pronto aterrizaje, ya que se dice que Barcelona está sólo por detrás de Ámsterdam.
Por esto no resulta sorprendente el hecho de que junto con el cardenal Martínez, buena parte de ese clero responsable de la marcha de Don Marcelo, no se sienta especialmente preocupado por la penosa situación secularizante y paganizadora de Barcelona. En sus días, algunos ni inscribían a los bautizados en los libros parroquiales, al parecer porque lo consideraban una especie de segregación. Los había también, por ejemplo, que estaban por repartir-compartir los bienes de la Iglesia como una fórmula de socialización. Por tanto no es de extrañar el que estos mismos no vean problema en la actual situación calamitosa de Barcelona por el simple hecho de que no deben sentirse peregrinos ya que están en su Tierra.
Don Marcelo en cambio siguió su propio camino, pero a pesar de ser rechazado, se puede entreleer, que Dios no abandonó a su pueblo y que permitió un mal para sacar bien de él. El camino de Don Marcelo fue rechazado por unos cuantos chillones, pero su bendición no sólo volvió a Cataluña sino que ahora se extiende por el resto de España. Por recordar alguna de sus obras, frutos de su seminario toledano son entre otros grandes sacerdotes: un Mons. Saiz y un Mons. Munilla que están empeñados en sembrar la buena semilla del Reino de Dios.
Licinius Rutilans