Sistach excluye al pueblo de la beatificación del Dr. Samsó (y II)
S.O.S a toda España desde Mataró
La lógica Sistach, la interpretación Sistach, tendrá efectos Sistach. Una basílica, la de Santa María de Mataró, acaparada por sacerdotes y que rodearán al centenar de autoridades (parejas incluídas, concejales, diputados provinciales, autonómicos y estatales con raíces locales, Caja de ahorros Laietana…) que vendrán a la ceremonia. Una bella estampa de regalismo a la enésima potencia. El clímax de los delirios de grandeza de alguien que no escucha a nadie que esté por debajo de él.
Cuatrocientos sacerdotes rodearán a los ostentadores de la autoridad pública civil. Los mismos que se quejaban del nacionalcatolicismo de la España de Franco. Total, más de 500 asientos reservados si no es que son más, pues cuando más se va dando a conocer la noticia, más son los que quieren estar presentes en la primera beatificación celebrada en Cataluña desde la Edad Media. Todos encorsetados en los límites de los muros de la nave central de la Alma Mater ilurense. ¿Encontrarán algún primo –voluntario- que les haga de mantenedor del orden cuando los mataroneses quieran entrar a la basílica y encuentren todos los bancos reservados?
Los cálculos de Sistach se basan en la nula capacidad de convocatoria de todo lo que monta. De hecho el nacionalprogresismo desconfía de las grandes convocatorias, las considera impuras (barrocas, de época de Cristiandad, no auténticas…), pero no es nada más que un argumento de mal pagador de la realidad: su fracaso. “La guineu quan no les pot haver, diu que són verdes” (“…cuando la zorra no las alcanza dice que están verdes”)
Pero que vayan con cuidado. Cuando un grupo de laicos quiso restaurar las procesiones de Semana Santa en Mataró, la progresía de curas y dirigentes seglares del COPAM (Consejo Pastoral de Mataró) salieron en tropel contra la iniciativa. Saltaron a la yugular, con frases como: “No os vendrá nadie”, “Eso es de otra época”… El resultado de sus previsiones: cada año la procesión general de Viernes Santo (los primeros años prohibida por el Consejo Arciprestal) hace salir a la calle a 50.000 personas, desviviéndose el Ayuntamiento en allanarle el camino, no fuera que perdieran votos.
Cuando murió Juan Pablo II, el sector más normal del clero local pidió al resto de los sacerdotes de la ciudad celebrar una Misa funeral conjunta, todas las parroquias, en la Basílica de Santa Maria. El clero progre local, no pudiendo decir que no, hizo todo lo que pudo para que la ceremonia no fuera anunciada como se hubiera merecido. Ya saben ustedes el cinismo que gastan, dicen sí pero después ningunean lo que no les interesa. Pese al misérrimo anuncio colocado en la puerta principal, una avalancha de fieles llenó la Basílica. El primer sorprendido fue el entonces arcipreste, un cura impresentable de la Casa de Santiago que no tragaba a Juan Pablo II. Ese mismo cínico tuvo que salir al paso delante de la multitud, haciendo una esquizofrénica homilía sobre el Papa difunto. Por una parte, se debía a su claca progre y no podía alabar a Juan Pablo II. Por otra, la Basílica llena era una bofetada a sus análisis de cura que se cree inteligente (de bobo integral por decirlo en plata).
Vistos los aciertos en las previsiones, la beatificación del Dr. Samsó puede congregar a miles de personas. Y la curia de Barcelona lo sabe. El canciller Sergio Gordo está acongojado (por no decir otra cosa) pues más y más mitras van mostrando su interés por participar de ese gran día que va a honrar a toda la Iglesia, especialmente en un obispado de Barcelona tan necesitado como está de modelos de sacerdote que enderecen y ayuden a sanear toda la corrupción existente en nuestra vida eclesial diocesana.
Cada día son más los que muestran su interés por asistir, especialmente desde que los medios van haciéndose eco de la beatificación. Y más en Mataró. Unos por fe, otros por campanilismo, otros por una mezcla de ambos elementos, en una ciudad con 120.000 habitantes. Nadie “buen capgròs” (mote con los pueblos vecinos hacen referencia a los de Mataró) querrá faltar. Y mientras Sistach, erre que erre, con sus cálculos, desconfiando de la convocatoria del Dr. Samsó, va repitiéndo como si de un mantra se tratase: ¿Como va a convocar a nadie un cura “carca” que mataron los rojos en el 36?
¿Como se va a acoger a la asamblea en una basílica donde sentados y de pié caben entre 1000 y 1200 personas y hay un 80% del espacio ya reservado? ¿Quién y con qué argumentos se va a decir a la gente que no puede participar, que todo esta reservado como si fuera el Liceo? El caos, los nervios, los forcejeos harán acto de presencia, y más en una población que tiene muy interiorizada que Santa Maria, el centro de la vida cristiana de la ciudad durante más de diecisiete siglos, es de todos. De la Iglesia, pero de todos. Pues fue con el esfuerzo físico de toda la ciudad que se edificaron sus actuales muros hace 300 años ¿Quién asumirá el “marrón” de decirles a sus convecinos que todo esta reservado en una celebración acaparada por clero y autoridades. Y se buscaran culpables.
¿Acaso Roma, por haber declarado beato al Dr. Samsó? ¿Acaso por haber permitido celebrar la beatificación en la diócesis de origen para que la gente pueda asistir y participar de ella?¿Acaso Rouco? Pues por aquí todo es culpa de Rouco…
A lo mejor llegamos a la conclusión de que la culpa es de Sistach. Cuya soberbia y autosuficiente personalidad hace caso omiso de cualquiera que jerárquicamente esté por debajo de él. Un muro incapaz de entablar dialogo con nadie. Sus monólogos lo prueban. Sistach ha secuestrado la beatificación. ¿Por qué no se puede celebrar en un espacio público abierto a todo el mundo y como todo el mundo?
Pero Sistach no va a escuchar, salvo que algún prelado desde arriba le dé un toque de aviso advirtiéndole que se va a pegar un batacazo como el del Titanic con el iceberg.
Prudentius de Bárcino