Taltavull ya tiene mitra, aunque sigue sin báculo

En mi artículo del pasado 15 de septiembre de 2009, les daba cuenta de que había asistido a una celebración presidida por nuestro obispo auxiliar, en la que se había presentado sin mitra, ni báculo. El pasado día 27 de noviembre, festividad de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, acudí, como cada año, a la parroquia que lleva su nombre para participar en su misa solemne. Este año contaba con la presencia de Monseñor Taltavull. Cuando de lejos observé el cortejo procesional, pude ver que nuestro prelado auxiliar ya llevaba mitra, pero -¡oh, sorpresa!- seguía sin báculo. Resulta ciertamente peculiar el uso anárquico de los símbolos episcopales por parte del sucesor de Monseñor Carrera. Nunca he visto nada igual. Existen obispos progres que han prescindido del solideo, de la mitra, incluso del pectoral. Pero el uso de la mitra y la omisión del báculo carecen de precedente. Consultado nuestro experto en liturgia, Dom Gregori María, me indica que en las misas privadas es plenamente lícito el uso de solideo, prescindiendo de la mitra y el báculo, los cuales se hallan reservados exclusivamente para las pontificales y misas concelebradas. Pero el estilo Taltavull no tiene parangón. Él se excusa diciendo que se lo están arreglando en Menorca. Desconozco cual es la obra artesanal que precisa el cayado, pero seis meses largos para que se halle a su talla, merecería ya una denuncia ante la oficina del consumidor.

Prefiero pensar que la demora en su llegada obedece a la calma menorquina propia de sus paisanos. No tiene otra explicación, porque, dejando aparte la sintomática anécdota de un obispo que no posee todos sus atributos episcopales, la celebración eucarística del pasado viernes reveló que, poco a poco, se está haciendo con un sitio en la diócesis. Pude descubrir un Taltavull dinámico, entusiasta, que transmite con notable eficacia en sus homilías. Homilías, por cierto, que improvisa genialmente, no esos tostones insípidos, que siempre lee Sistach. Un día de éstos empezará su alocución con la frase: “La reina y yo”, al estilo de otro que siempre lee.

Pero Taltavull no dio solo una perfecta lección homilética, sino que supo tocar puntos actuales y absolutamente sensibles. Por cierto, íntegramente en castellano, cosa inhabitual por estos pagos. Así es de subrayar que nos habló de la absoluta necesidad de la oración, no solo ante el sagrario, sino por la calle, en el metro o en el autobús. Nos recordó la doctrina de la Iglesia sobre la defensa y protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y pudimos verle incluso emocionado, cuando relataba que el fin de semana pasado había presidido la Adoración Eucarística desde la basílica del Tibidabo, bendiciendo toda la urbe con la Custodia. Todo ello con las dosis de amenidad, afabilidad y simpatía de las que carecen la mayor parte de nuestros obispos.

El gozo del párroco de la Miraculosa, Mossèn Xavier Pagès Castañer, quedó patente en su capítulo de agradecimientos. Pero Mossèn Pagès, que es otro tipo simpático, sabe bien por donde va y le dejó claro al obispo que se hallaba ante una parroquia que se distinguía por su calor y vitalidad. No solo eso, sino que le hizo hincapié en que durante toda la semana que había durado la novena, habían tenido la colaboración del movimiento carismático y del movimiento de Schönstatt.

Y es que esta parroquia es uno de los templos barceloneses que se ha decidido a tener el templo abierto todo el día. Con unos resultados extraordinarios. Siempre hay alguien rezando en la capilla que han habilitado en el atrio. Cuantas personas que, por motivos de trabajo, deben comer fuera de casa, se acercan al mediodía a hacer un rato de oración, aunque sea bien cortito. Solamente para agradecerle algo al Señor o pedirle ánimos o fortaleza. ¡Cuánto bien hace esa iglesia abierta todo el día! Tendría que haber cuanto menos una en cada arciprestado para facilitar la necesidad de la oración.

Cuenta esta parroquia con otra particularidad. En su demarcación se halla el Centro Médico Aragón. Una de los principales centros abortistas. El día 25 de cada mes se manifiestan allí un grupo de cristianos convocados por el movimiento “Veladas 25”. En muchas ocasiones, Mossèn Xavier se ha unido a ellos y han rezado juntos el rosario.

Son dos de las realidades de nuestra iglesia en Cataluña. Un sacerdote joven y dinámico, que tiene su parroquia a rebosar y un obispo en la buena línea, al que solo le falta el báculo. Algún día llegará.

Oriolt