Mn. Totosaus y los "buhos del Pino"
A raíz de la publicación el pasado jueves del artículo de A. Augustinus en su columna “Semper Idem” sobre las críticas que el sacerdote Josep-Maria Totosaus lanza contra Mons. Brugués y el mismísimo Papa, en “El Pregó” del mes de octubre, se han recibido algunas cartas pidiendo alguna referencia sobre el mencionado clérigo.
De manera sintética podríamos afirmar que el ya casi octogenario Mn. Totosaus, nacido en Vilafranca del Penedés, fue uno de los arietes de La “Unión Sacerdotal de Barcelona” fundada por Mn. Manuel Bonet Muixí.
Enviado a París a estudiar catequesis volvió a Barcelona para ocuparse de los movimientos especializados de Acción Católica y de profesionales independientes, compartiendo codo a codo con Mn. Batlles, que lo era del escultismo, la pastoral juvenil de aquellos contestatarios años sesenta. De ellos no quedaron ni las cenizas. En el inicio de la década de los 70 ya encontramos a Totosaus colocado en el recién fundado “Centre d´Estudis Pastorals”, sin dar palo al agua, junto con Batlles, que dirigirá el CEP por decenios, mientras este se ocupa de la revista “Qüaderns de Pastoral”, órgano oficial de la entidad y significado en todo aquello que va a constituirse en instrumento de demolición posconciliar.
La llegada del Cardenal Carles va a propiciar el relevo de Batlles por el actual obispo de Gerona, Mons. Pardo. Esta nueva presidencia del C.E.P. implicaba el lógico nombramiento de un nuevo director de la revista “Qüaderns”. Pero Totosaus se niega y pretende atrincherarse. Finalmente debe ceder y, resentido, funda “El Pregó” como órgano de ataque y conspiración contra Carles y todos los que no son de su cuerda, agrupando entorno a él a todos los sectarios partidarios de la funesta deriva teológico-eclesial que comparten.
Sin ninguna responsabilidad parroquial más que decir una misa los domingos en sus parroquias de origen cuando se trasladan a visitar a sus familias, toda esta generación comparte no sólo una misma visión del sacerdocio sino una misma ideología eclesial. Una se subordina a la otra.
¿Cuál es la corrompida teología sacramental de la que son servidores? Pues sencillamente ésta: el sacerdocio entendido ontológicamente como consagración total debe ser cosa únicamente de los religiosos, especialmente del monacato. Hay que entender el sacerdocio diocesano como un ministerio “ad tempus”, que pueda ser ejercido de manera muy diversa por hombres de diversa condición sin estar asociado a una forma de vida concreta ni a un ejercicio determinado. Ese ministerio part-time –afirman- está más en consonancia con la mentalidad moderna y tendrá más posibilidades de ser elegido como una experiencia de servicio por diversos miembros de las comunidades plurales que deben constituir la Iglesia local.
Estos ministerios deben adquirir perspectiva en intima relación con el desarrollo de los diferentes “Agentes de Pastoral”. Esa es la funesta eclesiología que defienden.
Es la extinción del sacerdocio ontológico. Aún a pesar de eso, no atacan la existencia de Seminarios como por ejemplo el de Barcelona, mientras estos sean residuales, es decir no intenten cimentar y construir el futuro pastoral de las diócesis entorno al sacerdocio como antaño. Ello implica al mismo tiempo que no se debe hacer nada por la revitalización de los seminarios: unos formadores como el pretencioso rector Turull y su equipo son instrumentos muy válidos para ese proyecto. Su absoluta nulidad representa la invisibilidad que pretenden y vindican para el “nuevo sacerdocio de los tiempos nuevos”.
Refugiados tras la defenestración del C.E.P. en la parroquia de Santa María del Pino, entorno a la errática figura del entonces párroco Vidal Aunós ( el del encierro de inmigrantes “papeles para todos”) empezarán a ser conocidos como los “Buhos del Pino” (Els mussols del Pi) por permanecer allí agazapados todo el día, cual rapaces carroñeras, conspirando y atacando inmisericordes desde todos los órganos de poder cuyo control indirectamente ostentan a través de sus subordinados ideológicos, nueva generación de lacayos, más mediocres intelectualmente que ellos y por ello más necesitados de apadrinamiento. Juntos, unos y otros, auparán a Martínez Sistach, “porque es de aquí y uno de los nuestros”, concediéndole inmunidad mientras este preserve intacto el poder de decisión que los perpetúe en el gobierno en la sombra de la Archidiócesis de Barcelona.
Pero su gran castigo es el rotundo fracaso y la esterilidad absoluta, que todo el mundo constata, de aquel modelo que intentaron imponer; junto a ello, la definitiva desautorización, ya en el pontificado de Juan Pablo II y aún más en el de Benedicto XVI, de aquella caduca eclesiología y sacerdocio que pretendieron implantar y que únicamente el pactismo cobarde del Cardenal Sistach ha impedido defenestrar de nuestras latitudes.
Ahora, victimas de una lacerante frustración, quieren morir mordiendo y arañando, y recalcando, ya agónicamente, que la situación actual de crisis y desencanto eclesial en “su” Cataluña, es resultado del arrumbamiento de sus tesis y que la solución pasa únicamente por su recuperación. ¡Cegados por su orgullo se extinguirán dejando sólo esporas, dañinas, pero sólo esporas! Quienes no lo entiendan, comparten su misma ceguera.
Prudentius de Bárcino