Presentación de la nueva sección
He concluido la serie “La Misa Romana: Historia del rito” que por espacio de 14 meses ha intentado desmenuzar y examinar históricamente cada una de las partes que fueron formando la liturgia eucarística, con la intención de conocer el origen, la evolución y el sentido de la Misa católica.
Antes de esta recién concluida serie habíamos podido adentrarnos en la historia del Movimiento Litúrgico a través de “El fiador: historia de un colapso”. Primero, y por espacio de casi 4 meses (desde mayo a agosto de 2007) fuimos siguiendo paso a paso todas las etapas del Movimiento Litúrgico desde Dom Gueranger hasta la publicación del Misal de Pablo VI, pero centrándonos esencialmente en las desviaciones causadas por personajes tan significativos como Dom Lambert Beaudoin y Annibal Bugnini.
En una segunda etapa, y que para que todo ello fuese más comprensible, durante aproximadamente un curso (septiembre 2007-junio 2008) fuimos adentrándonos en todo el camino de formación de la liturgia católica desde sus inicios hasta la restauración católica que a mediados del siglo XIX capitaneó Dom Gueranger, padre del recto Movimiento Litúrgico. Estudiamos todo aquello que él denominó “las instituciones litúrgicas” y que por tanto tiempo fueron centrando sus estudios y su examen.
Ahora iniciamos otra serie, espero que no menos apasionante para nuestros lectores.
Y esta vez tendremos como compañero de camino a un sacerdote, escritor y periodista fallecido aún no hace dos décadas: se trata de Don José Luis Martín Descalzo que nacido en 1930 en Madridejos (Toledo) transcurrió casi toda su infancia en Astorga, hecho que evoca de manera entrañable a menudo en sus obras. A los 12 años ingresa en el Seminario de Valladolid y mas tarde fue a Roma donde estudió Historia y Teología, ordenándose sacerdote en 1953.
Posteriormente regresó a Valladolid, tierra natal de sus padres y allí vivió gran parte de su juventud, siendo profesor en el Seminario, obteniendo la cátedra de Literatura por oposición y desarrollando una gran actividad dinamizadora: Director de una compañía de teatro, y de uno de los focos culturales mas importantes, centro por donde pasaron todas las grandes figuras de la cultura española.
Trabajó en el periódico “Norte de Castilla” de la mano de Miguel Delibes y fue corresponsal en Roma de “La Gaceta del Norte” como cronista de las sesiones del Concilio Vaticano II.
Más tarde trabajaría en ABC y en la revista Blanco y negro, que dirigió durante muchos años. Viajó como enviado especial por casi todos los países del mundo.
Periodista, poeta, autor dramático y novelista, obtuvo numerosos premios de Literatura: Premio Nadal de Novela (1956), Premio Teatral de Autores (1962), Insula de poesía (1952) Periodismo González Ruano (1977), ensayo, etc.
De su prolífica obra literaria destacan: “Vida y misterio de Jesus de Nazaret", y los libros de Razones: “para vivir", “para la esperanza", “para la alegría", “para el amor", “desde la otra orilla", que recogen muchos de los artículos periodísticos publicados, y que fueron seguidos por multitud de lectores semanalmente. Basados en hechos reales y cotidianos de la vida, constituyen una manera singular, que a modo de parábolas, tratan de dar una respuesta de esperanza al dolor humano, utilizando para ello un lenguaje nítido, transparente y a la vez profundo, al alcance del “hombre de la calle", que somos todos.
José Luis Martín Descalzo, padecía una grave enfermedad cardiaca y renal, que le obligó a estar sometido a diálisis muchos años, en los que tuvo a su lado como ángel custodio a su hermana Sor Angelines. Durante ese tiempo escribió muchas de las mejores páginas de su prolífica obra, además de continuar interviniendo en televisión y escribiendo artículos en prensa. Vivió en todo momento sin dejar de sembrar esperanza y vida hasta su muerte en Madrid, el martes 11 de junio de 1991.
Su testimonio y su obra permanecen vivos, extendiéndose hoy su semilla por todo el mundo.
Pero son sus crónicas del Concilio Vaticano II, escritas para aquel prestigioso rotativo bilbaíno hoy desaparecido, que ocuparán nuestra atención en esta nueva serie. Estas fueron publicadas posteriormente en cuatro volúmenes bajo el título “Un periodista en el Concilio” por P.P.C. (Propaganda Popular Católica) a partir de 1963. Para mí son trascendentalmente importantes, no sólo porque periodísticamente son consideradas verdaderas obras maestras sino porque reflejan esencialmente dos cosas.
En primer lugar nos dibujan el prototipo de un joven sacerdote español de 32 años, inteligente, culto e ilustrado, pero no por ello también hijo de su tiempo. Es decir crecido y formado en aquel ambiente eclesial concreto de la España del segundo tercio del siglo XX. Sus reflexiones plasman por una parte la formación que aquellos sacerdotes de su generación habían recibido (en su caso sea en Valladolid que en Roma) pero también, y a la vista de todo lo estudiado hasta ahora en estas series, las lagunas de formación litúrgica que poseían, por no decir supina ignorancia en muchos ámbitos. Esos males serán casi endémicos del gran conjunto del clero católico.
Pero por otra parte, y en lo que respecta a nuestro tema, nos dan una perfecta idea del clima litúrgico conciliar que se vivió en Roma al menos desde octubre de 1962 hasta la aprobación de la Constitución “Sacrosanctum Concilium” el 4 de diciembre de 1963, promulgada al final de la Segunda Sesión del Concilio. La votación final plasmó el alto grado de consenso que alcanzó: 2.158 votos a favor y sólo 4 en contra, es decir fue aprobada casi unánimemente.
Repetidas veces hemos elogiado en estas páginas aquella hermosa Constitución llamada con razón “la primicia” del Vaticano II.
No hemos hecho lo mismo con la Comisión “ad exsequendam Liturgiam” que posteriormente tuvo el encargo de Pablo VI de llevar a cabo la reforma litúrgica posconciliar.
El mismísimo Papa Pablo VI al menos en dos ocasiones, el 13 de abril de 1967 y el 14 de octubre de 1968, tuvo que recordar a los miembros del Consilium algunas tristes derivas que iba tomando la liturgia en la Iglesia. Palabras similares dedicaría el 3 de septiembre de 1969, poco antes de la promulgación del Novus Ordo Missae y, en una nueva ocasión, ya en pleno vigor el nuevo Misal Romano, en la alocución del miércoles 17 de marzo de 1976.
El prestigioso historiador y gran amante de la liturgia P. Alberto Royo Mejía nos lo recuerda en un hermoso artículo publicado y que nuestros “amiguitos” de “Església Plural” incomprensiblemente nos ofrecen en su página
Pero volvamos a 1962, porque de lo vivido, escuchado y escrito en aquellos meses sobre la Liturgia, veremos posteriormente plasmación sin duda alguna en la Sacrosanctum Concilium, pero muy especialmente en los trabajos de la “Comisión” de reforma presidida por Annibal Bugnini. Podemos afirmar, procediendo a una no tan sutil distinción, que la Constitución Dogmática recogió los más sanos principios y líneas rectoras de la Liturgia católica y por otro lado afirmar que la susodicha Comisión, con toda la autoridad de la quedó investida por Pablo VI (por encima de la Sagrada Congregación de Ritos, que desapareció como tal) más tarde se empeñó en dar carta de naturaleza a muchos de los principios litúrgicos que intentaron prevalecer en el clima preparatorio a la Constitución pero que no consiguieron ser determinados ni explicitados por ésta.
Mientras tanto, y tras la promulgación por el Papa Juan XXIII, el 23 de julio de 1960 del Motu Proprio “Rubricarum Instructum”, nuevo código de rúbricas, no podía hacerse esperar el nuevo Misal Romano. Este anunciaba ya su inminente aparición en los primeros días de abril de aquel 1962 (el jesuita P. Munera dejaba testimonio escrito en la Vanguardia del 4 de abril). Se promulgó el 23 de junio del 62 con decreto firmado por el cardenal Larraona, prefecto de la Congregación de Ritos del 23 de junio de 1962.
La crónica de nuestro apreciado P. Martín Descalzo empezará un día otoñal de 1962. El cuatro de octubre, exactamente.
Yo empezaré a aterrizar sobre aquellas reflexiones, a examinarlas y a ofrecéroslas junto a mis humildes comentarios, en esta nueva serie a partir del próximo sábado 31 de octubre. Ad majorem Dei gloriam.
P A X
Dom Gregori Maria