Prelados pasivos ante el error
La amonestación de la que ha sido objeto Sor Teresa Forcades por parte de Su Eminencia el cardenal Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a causa de sus posturas públicas favorables al aborto y al uso de la píldora abortiva, pone el dedo en la llaga del problema de fondo que subyace a esta lamentable cuestión: la pasividad de la autoridad episcopal. Problema grave, gravísimo, porque se trata de una verdadera y propia dejación de la misión que tiene todo obispo de enseñar: munus et potestas docendi, oficio y consiguiente poder, otorgado por Jesucristo a sus Apóstoles y a sus sucesores. Nos preguntamos si habría habido necesidad de la intervención de Roma si la televisiva hermana benedictina hubiera sido convenientemente interpelada por quienes tenían la autoridad y la obligación de hacerlo, es decir, el correspondiente Ordinario diocesano Mons. Agustín Cortés, obispo de Sant Feliu, así como también Su Eminencia el cardenal Martínez Sistach, en cuya jurisdicción, como metropolitano, no sólo se halla el monasterio de Sant Benet, al que pertenece la monja contestataria, sino también es en la que se han difundido sus opiniones. El palio arzobispal no sólo es de adorno y para lucimiento y la más que discutida y redicha “Conferencia Episcopal Tarraconense” para hablar de raíces e identidades nacionales…
Respecto del asunto del aborto parece ser que estos prelados no quieren coger al toro por los cuernos, es como si oyesen llover. En el caso de Sistach, ya se desentendió hace un año del escándalo Pousa, el del sacerdote que pagaba abortos a “muchas mujeres” y lo dijo tan suelto de huesos a un periódico no precisamente católico. Al final Sisyach “caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. En estos días, el Institut Borja de Bioética, entidad federada de pleno derecho a la Universidad Ramón Llull (después de haber estado adscrita durante 8 años a la Facultad de Teología de Cataluña), fundada y presidida por un jesuita (el Dr. Francesc Abel i Fabre), ha publicado un vergonzoso informe favorable al proyecto de ley del aborto del actual gobierno español. Se esperaría que el Sr. Cardenal-Arzobispo alzara su voz para desautorizar semejante barbaridad, pero hasta ahora no ha dicho “esta boca es mía”, siendo así que vuelve a tratarse de un escándalo que atañe a su archidiócesis directamente.
¿En qué papel queda la autoridad episcopal en la Iglesia que peregrina en esta desafortunada Cataluña? Pareciera como si todos aquellos que atacan la doctrina moral católica se sintieran a sus anchas aquí, pues no hay ejemplos tan flagrantes de público disenso del magisterio eclesiástico en otras diócesis como los que se producen aquí. Será que saben que el báculo de Sistach y de sus mudos obispos sufragáneos es como espada de Bernardo, que ni pincha ni corta. Al menos no a ellos, a los díscolos y a los revoltosos, con los que los purpurados no se atreven, por que lo que es con los otros, con los timoratos, fieles y débiles, ¡vaya si son implacables! Convendría que alguien recordara especialmente a nuestro prelado estos pasajes del Directorio Apostolorum Succesores de la Congregación de los Obispos, cada uno de los cuales es un mentís a la actitud del Sr. Cardenal de San Sebastián en las Catacumbas. Desde aquí lo hacemos, en virtud del derecho que asiste a las ovejas de interpelar a su pastor cuando no cumple con su deber de apacentar al rebaño.
“119. Entre los diferentes ministerios del Obispo, sobresale el de anunciar, como los Apóstoles, la Palabra de Dios (cf. Rm 1, 1), proclamándola con coraje (cf. Rm 1, 16) y defendiendo al pueblo cristiano de los errores que lo amenazan (cf. Hch 20, 29; Flp 1, 16). El Obispo, en comunión con la Cabeza y los miembros del Colegio, es maestro auténtico, es decir, está revestido de la autoridad de Cristo, tanto cuando enseña individualmente como cuando lo hace junto con los otros Obispos, y por esto los fieles deben adherir con religioso respeto a su enseñanza”.
Pero si el Obispo no se muestra como el maestro auténtico que es y debe ser y calla, permitiendo la difusión del error y de la inmoralidad, ¿qué respeto puede esperar a sus enseñanzas por parte de los fieles?
“120. También es tarea del Obispo proclamar dondequiera y siempre los principios morales del orden social, anunciando así la liberación auténtica del hombre, traída al mundo por la Encarnación del Verbo. Cuando los derechos de la persona humana o la salvación de las almas lo exijan, es su deber dar un juicio, fundado sobre la Revelación, acerca de las realidades concretas de la vida humana: en particular, cuanto concierne al valor de la vida, el significado de la libertad, la unidad y la estabilidad de la familia, la procreación y la educación de los hijos, la contribución al bien común y al trabajo, el significado de la técnica y la utilización de los bienes materiales, la pacífica y fraterna convivencia de todos los pueblos”.
No parece que el valor de la vida interese mucho al magisterio sistachiano, puesto que no se ocupa de defenderlo contra sus atacantes, revestidos con carácter sacerdotal y religioso para más INRI.
“122. El Obispo no descuide ninguna posibilidad de transmitir la doctrina salvífica, también a través de los distintos medios de comunicación social: artículos en los periódicos, transmisiones televisivas y radiofónicas, encuentros o conferencias sobre temas religiosos, dirigidos de manera especial a los responsables de la difusión de las ideas, como son los profesionales de la educación y de la información”.
El cardenal Martínez Sistach cuenta con una columna dominical en “La Vanguardia”, órgano de prensa de gran difusión en Cataluña. ¿Por qué no ha aprovechado para hacer prevalecer la doctrina moral de la Iglesia sobre el aborto y condenar sin ambages a los Pousas, Forcades y Abeles? Dígase lo mismo respecto de “Catalunya Cristiana”, Radio Estel, “la nostra” (TV3, donde ya ha sido visitante), etc., etc.
“123. Tarea del Obispo no es solamente atender personalmente al anuncio del Evangelio, sino también presidir todo el ministerio de la predicación en la diócesis, y vigilar sobre todo la integridad doctrinal de su rebaño y la observancia diligente de las normas canónicas en este ámbito”.
¡Menuda vigilancia! El pobre rebaño no sabe ya ni qué creer porque sus pastores no desautorizan a los que contradicen al magisterio de la Iglesia, atentando así contra la integridad doctrinal de los fieles.
“140. El Obispo, consciente de la grande influencia de estos instrumentos en las personas, intensifique la propia acción con las competentes instituciones sociales para que los medios de comunicación social, y en particular los programas televisivos y radiofónicos, sean conformes a la dignidad humana y respetuosos de la Iglesia, y transmita tal preocupación a toda la comunidad cristiana. No deje además, de exhortar a los Pastores y a los padres de familia para que en ésta y en los ambientes cristianos tales medios sean usados con prudencia y moderación, y se evite cuanto pueda dañar a la fe y al comportamiento de los fieles, especialmente de los más jóvenes. Si el caso lo requiere, censure públicamente los programas que resulten dañosos”.
Pero si un Pousa hace declaraciones a El Periódico y una sor Forcades habla para la televisión y la radio sin pelos en la lengua y contra lo que la Iglesia enseña y aquí no ha pasado nada… el Sr. Arzobispo tiene la responsabilidad del escándalo. ¿Se le tendrán que aplicar las palabras terribles de Isaías dirigidas a los malos dirigentes de Israel: “perros mudos, soñolientos, que aman el dormir, no conocen altura, cada uno mira a sus caminos, cada uno saca su propio provecho”?
Aurelius Augustinus