La mona de Antoñito Matabosch
En el mes de Agosto de 1945, el Colegio Ntra. Sra. de Loreto en cuyo parvulario creció y recibió sus primeras enseñanzas el niño Antonio Matabosch Soler, publicó la poesía premiada en los Juegos Florales Infantiles y compuesta por el susodicho con apenas diez años.
Un fidelísimo lector, no creemos que muy devoto de la personalidad y figura del líder en acumulación de cargos de la Archidiócesis de Barcelona (18 por más detalle), nos lo envió durante este mes de agosto y estoy convencido que a pesar del gran espacio de tiempo que nos separa de aquel entonces, refleja a la perfección el talante, la personalidad y la actuación del “amiguet” de nuestro n.s.b.a. Arzobispo el Cardenal Martínez.
No estoy seguro que “el ser goloso” sea el defecto capital o el vicio dominante (en un lenguaje jesuítico de antaño) del contable Matabosch, aunque confiese sea así.
De entre los públicos, la pereza y vagancia es aún mucho más proverbial en un hombre que como Matabosch siempre ha sido como los abejorros negros (borinot): no ha pegado nunca golpe en ninguna parroquia, sólo ha hecho que merodear por aquí y por allá sirviendo a sus propios intereses y lujos.
No nos extraña pues que el gracioso Pinocho cayese de su mona y se rompiera, mientras le guiñaba el ojo en señal de complicidad, pues la vida de Matabosch ha sido una gran mentira, un gran engaño.
Matabosch, el hombre de confianza de Sistach, es un hombre ambicioso y cruel, que actúa económicamente sobre las parroquias por razones ideológicas, ensañándose hasta con los párrocos más mayores y de salud más delicada, o los que están más solos y se sienten más débiles. Por un duro es capaz de vender a su padre. Ya escribía bien cuando se decía así mismo en aquellos años: “Todo es para ti, Antoñito”
Su avaricia proverbial ha sustituido en el refranero popular el famoso dicho ser “avaro como un judío” por “ser un Matabosch”.
Y lo malo es que nuestro n.s.b.a. Arzobispo comparte plenamente todos sus planteamientos y hasta él mismo se relame y regodea con los usureros frutos de su gestión. Y aunque sea más que evidente que mientras “como dos buenos amigos, comen escondidos sin que les vea mamá”, aquí nos tienen a nosotros que sí les vemos y no tenemos pelos en la lengua para contarlo.
Y que no esperen nada bueno para el futuro, porque deben dar por seguro que aunque vivan “montados en el euro” en un futuro nada lejano “veremos sus caras lloronas, tristes y sin mona”.
Prudentius de Bárcino