Defensa de una Navidad cristiana
Artículo para “Buscando-T-” revista juvenil católica de Lima (Perú)
La juventud unida al compromiso con Dios es la esperanza, el fundamento y los cimientos que construirán el futuro. Cuando en alguna ocasión quienes compartimos la empresa de ser jóvenes y católicos nos pedimos ayuda fraternal, por la naturaleza sanamente intrépida e impulsiva que nos caracteriza tardamos poco en lanzar nuestra mano de apoyo, movidos por un vínculo de afecto espiritual muy trascendente que nos une en Cristo. Por eso cuando se me dio la posibilidad de colaborar con una iniciativa editorial extraordinariamente joven como la revista “BuscandoT” no dudé un segundo en aplicarme al máximo para incidir en el interés de lo que exponga. Más, cuando en este caso lo que me une con los estéis leyendo esta revista es la Hispanidad, que por providencia divina creció sobre el Evangelio, y en él desde España hasta Perú ha unido nuestras almas a través del océano.
Pese a que la Hispanidad también representa entre las naciones que la componen una unidad cultural. La triste realidad es que en los últimos años el desarraigo de las raíces cristianas ha incidido más significativamente sobre España. Influenciados por una corriente laicista que se apoya sobre el odio absurdo a los valores cristianos, y avanza por occidente intentando arrancar todo resquicio de fe, y pretendiendo envenenar las raíces profundas y fuertes de un árbol milenario como el de nuestra tradición.
Cercanas las fechas navideñas asistimos a uno de los ejemplos más tangibles de este proceso, que emana del interés liberal de reducir al ámbito privado la expresión de nuestra fe y tradición, e intenta desvincular la inherente identidad católica de nuestra nación.
Si la Navidad nos une en lo familiar, es en imagen de la Sagrada Familia, que se encarna bellamente con el nacimiento de Jesús en el pesebre. Compartimos también con Hispanoamérica la costumbre de ilustrar este hecho colocando nacimientos o belenes, que representan en las pequeñas figuritas el entorno del portal de Belén, haciendo referencia a la que es familia por excelencia: José en su papel de padre terrenal, María y el niño Jesús en el calor del amor pese a la pobreza del establo. Todos tenemos el recuerdo infantil de prepararlo minuciosamente llenos de ilusión reviviendo y aprendiendo - además de una forma interactiva- como aconteció el nacimiento de Dios.
Mientras que en nuestra intimidad todavía no han podido erradicar estas costumbres – y por mucho que lo intenten me atrevo a decir que no lo conseguirán jamás-, en el ámbito público - de una forma absurda- se ha ido introduciendo un interés por trasladar estas fiestas hacia el campo de lo pagano y comercial, amputándoles de su sentido religioso que es aliento de fe y amor en los hombres.
Son menos las escuelas que cada año realizan belenes, son menos los nacimientos que se exponen en espacios públicos. Es más cada vez el consumismo y una serie de símbolos descristianizados los que intentan hacernos olvidar el sentido verdadero y profundo de la navidad. Las luces que iluminan las fiestas en las calles han perdido las referencias religiosas y han sido sustituidas por abstractas formas geométricas y apáticos pinos que nos dicen muy poco. Los grandes centros comerciales han sustituido el Adviento como tiempo de preparación, por campañas de bombardeo publicitario como tiempo que ya no prepara el espíritu sino el bolsillo. La Navidad se convierte - si ya no se ha convertido- en escaparates llenos de productos vacíos de sentido, en un intercambio de felicitaciones en cuyas imágenes progresivamente se está dejando de representar el verdadero tema central de la navidad.
El año pasado tuvimos que ver casos lamentables donde directores de colegios públicos españoles destrozaron los belenes que habían sido realizados por los alumnos de la clase de religión, bajo el pretexto de no ofender a los niños que profesen otras creencias. En un absurdo tal, solo queda la oración y apoyo por parte de todos los católicos a las iniciativas que muestren la naturaleza real y cristiana de las fiestas navideñas.
Y frente a una globalización de la que no está exenta nuestra querida América Hispana, prevenir, fortaleciendo la fe y la tradición a todos nuestros hermanos de ultramar, para preservar el sentido de estas que vienen, nuestras fiestas de familia y alegría en el nacimiento de Dios.
Javier Tebas
6 comentarios
No sé cuál será el peso porcentual de la población de origen románico no hispánico (España y Portugal) en Hispanoamérica. Pero tengo para mí que el porcentaje de descendientes de franceses e italianos difícilmente superará el 5%. Supongo que por eso se llama Hispanoamérica.
Aunque en España nos empeñemos en que lo que hablamos, leemos y escribimos se llama castellano, en Hispanoamérica tienen muy claro que lo que hablan se llama español.
De la misma forma que el bretón, el corso y el lemosín no son lenguas menos francesas porque la lengua de la Îlle de France se llame francés, el catalano-valenciano-balear, los siete dialectos euscaros y el patois batua, y los dialectos gallegos y el gallego normalizado no son lenguas menos españolas porque la lengua oriunda de Castilla se llame español.
Claro que, para los nacionalistas catalanes, el mismo argumento les sirve para dos cosas. En primer lugar, fuera de Cataluña, el español no es español porque el catalán también es español, aunque quieran que deje de serlo. En segundo lugar, dentro de Cataluña, aunque el castellano y el aranés sean lenguas catalanas, la lengua descendiente del dialecto meridional del provenzal, sí puede llamarse catalán y no, pongamos por caso, llemosí comtal. Escoceses e irlandeses no parecen muy preocupados por tener que poner apellido a sus respectivos gaélicos. Los nacionalistas catalanes parece que sí.
El caso es que la misma ideología que no reconoce los derechos de los ciudadanos sino los derechos de las lenguas, de los pueblos, de las culturas o de los territorios, es la misma ideología que está descristianizando la sociedad en España y en Hispanoamérica. Allí donde resuenan las palabras, lengua, pueblo, cultura o territorio ya no queda espacio público para el Belén, la Navidad o Cristo.
El caso es que lo que digo es evidente por sí mismo, aunque haya personas e instituciones que hagan de su negación victimista pero peligrosamente amenazadora el objetivo de su existencia.
Si los jóvenes de España y de todos y cada uno de los países de la gran nación Hispanoamericana sois capaces de ignorar los cantos de sirena de los encantadores políticos de serpientes que os prometen un paraíso para las lenguas, los pueblos, las culturas y los territorios pero no para los ciudadanos, entonces habréis dejado su maquinaria de opresión sin combustible y sin piezas de repuesto.
Entonces la sociedad será un poco más libre para estar un poco más cerca de Cristo. De ese Cristo que nace en Belén y muere crucificado en la Misa de cada día. De ese Cristo que va a nacer, una año más, en el belén de nuestros corazones.
Ya sólo falta un mes. Preparémonos bien.
Saludos.
Como catalana reivindico mi pertenencia a la nación española y al idioma español.
Como católica reivindico una Navidad cristiana.
Hace un tiempo (dos años creo), en Barcelona, el ilustre gobierno autonómico, suprimió los adornos navideños cristianos por otros de diseño, fríos, sin causa. No resultó. En el fondo, lo entrañable de la Navidad llega a los corazones de todos, aunque no lo quieran reconocer.
Hola, te AMO mucho. Como sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha en que festejan mi cumpleaños.
El año pasado hicieron una gran fiesta en mi honor. Creo que este año ocurrirá lo mismo. La verdad es que me parece que exageran, pero es agradable saber que por lo menos un día al año piensan en mí.
Esto ya me ha pasado otras veces, así que no me sorprendió. Aunque no me invitaron, se me ocurrió colarme sin hacer ruido ¿y si alguien se acordaba de mí? Entré y me quedé en un rincón. Ni se dieron cuenta que yo estaba allí.
Estaban todos bebiendo, riendo y pasándolo bien, cuando de pronto se presentó un hombre gordo vestido de rojo y con barba blanca postiza, gritando: “jo, jo, jo” , parecía que había bebido más de la cuenta, pero se las arregló para avanzar a tropezones entre los presentes, mientras todos lo felicitaban.
Cuando se sentó en un gran sillón, todos los niños, emocionadísimos, se le acercaron corriendo y gritando: ¡Papá Noel! Como si él hubiese sido el homenajeado y toda la fiesta fuera en su honor!
Aguanté aquella “fiesta” hasta donde pude, pero tuve que irme. Caminé por la calle, triste y solitario. Lo que más me asombra de cómo festejan mi cumpleaños, es que en vez de hacerme regalos a mí, se los obsequian unos a otros!
Una vez alguien me dijo: “Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿cómo es que te vamos a hacer regalos?” Ya te imaginaras lo que le respondí:
“Siempre he estado con ustedes. En la cara sucia de un chico de la calle, en la sonrisa de una anciana, en el paso lento y torpe de un anciano, en las lágrimas de una viuda…”
YO siempre he dicho: “Regala comida y ropa a los pobres, ayuda a los que lo necesiten. Ve a visitar a los huérfanos, a los enfermos y a los que están en prisión”.
“Escucha bien, todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, ¡lo contaré como si me lo hubieras dado a mí personalmente!” (Mateo 25:34-40).
Lamentablemente, cada año que pasa es peor. Llega mi cumpleaños y sólo piensan en las compras, en las fiestas y en las vacaciones y YO no cuento parar nada en todo esto.
Esto sucede, inclusive, en los templos. Y pensar que yo nací en un pesebre, rodeado de animales, porque no había más.
Me agradaría muchísimo más, nacer todos los días en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar ahí para ayudarles cada día en todas sus dificultades, para que puedan palpar el gran AMOR que siento por todos; porque no se si lo sabes, pero hace cerca de dos mil años que entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran AMOR que te tengo.
Por eso, lo único que te pido es que me dejes entrar en tu corazón. Llevo años tratando de entrar, pero hasta hoy no me has dejado. “Mira, YO estoy a la puerta y llamo, si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos”. Confía en mí, abandónate a mí. Este será el mejor regalo que me puedas dar. Gracias.
TU AMIGO, JESÚS
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