¿Tiene sentido irme de Misión a África?
Entiendo a quienes se preguntan si tiene sentido irse lejos de Misión. En un occidente descristianizado, lleno de necesidades y de estragos que por sí solos ocuparían cientos de artículos… ¿Es un acto responsable irse a lugares remotos para ayudar a sus gentes y mostrarles a Cristo? Mientras escribo, me atañe totalmente esta pregunta. En unas horas parto hacia Mozambique de Misión.
A los días que nos resultan importantes suele anteceder una noche en vela, llena de inquietudes, pensamientos y reflexiones que nos roban el sueño. Es éste momento, quizás el más idóneo para compartir con el lector, el análisis y las razones de mi convencimiento en la necesidad y la utilidad de viajar a otros lugares, por lejanos o ajenos que nos resulten, como mensajeros (en el sentido profundo de la Misión)del Evangelio.
Creo que para fundamentar la cuestión, hay que comprender primero las caracteríticas del mal que padece nuestra sociedad occidental. Los que conocemos como “países desarrollados” sufren una miseria que aqueja especialmente al espíritu y no tanto a los problemas materiales, que -crisis aparte- parecen más o menos cubiertos en comparación con la horrible miseria que existe en otros lugares. Occidete vive un abandono total del sentido de la vida y de nuestra condición humana, y se pierde en el individualismo egocéntrico, que nos hace cada vez más autómatas y menos personas. En una sociedad apoltronada en el materialismo y la comodidad, la gran batalla que tenemos los cristianos es la del ejemplo. Un ejemplo que reavive la caridad, la conciencia de todas aquellas instancias en nuestro entorno que superan el individualismo feroz, nuestra comunidad, la familia, la Patria (si, la Patria, porqué no). En definitiva el valor de la virtud en el esfuerzo como verdadero camino a la felicidad.
Las diferencias sustanciales entre la Misión que aquí urge, y la que prima en los países subdesarrollados, hace que estas no resulten contradictorias, sino totalmente complementarias.
África, Asia o gran parte de Hispanoamérica se ven también perjudicadas y necesitadas en el aspecto espiritual. Pero no precisamente desde la apatía y la anestesia social frente a lo trascendente, que tanto caracteriza a occidente. Sino por la proliferación de sectas engañosas en el caso de Hispanoamérica, y la falta de una tradición y unos medios que asienten con firmeza el mensaje de Cristo en África o Asia. Continentes que han sufrido colonizaciones racistas y segregacionistas, las cuales han causado que haya muchísimas personas que ni siquiera han tenido todavía la valiosa oportunidad de conocer a Cristo, por la que tanto se preocuparon los primeros misioneros como San Francisco Javier.
Y a este sentido espiritual de la Misión se une la necesidad física, material, de ayudar a quienes viven en unas condiciones tan difíciles, sin medios materiales tan siquiera dignos en tantísimas ocasiones. En unos Estados casi ficticios incapaces de dar la más mínima esperanza, en sociedades desestructuradas y desnaturalizadas. Allí nuestra ayuda, donde la situación de miseria es tan generalizada, tiene todo el sentido, y constituye también un testimonio práctico de fe en aquello que Jesús nos enseñó con su ejemplo.
En cuanto envío esta entrada al blog, estoy cerrando maletas y saliendo hacia el aeropuerto. Intentaré escribir desde Mozambique tantas veces como pueda.
Javier Tebas
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