Domingos en Igriés
De caminar sorteando gente apresurada que vuela por las aceras abarrotadas de Madrid, o enlatarme en un vagón de metro y contener la respiración hasta la siguiente parada. Volver por el pueblo es un momento estupendo para descansar el espíritu del ajetreo metropolitano. Para decelerar la frecuencia de mis pasos.
Cuando digo el pueblo, es que en Huesca -como antes era de bien en toda España- todos tenemos uno, quien más quien menos guarda en su identidad un vínculo especial con un pueblecito de la provincia, donde viven los abuelos, donde vivieron quizás, donde el tiempo pasa a otro ritmo y huele a tierra mojada por la mañana.