“Estimado Juez D. Fernando Ferrín Calamita:
No quisiera dirigirme a usted en un tono derrotista, que tan solo le acompañe en el pesar por la inhabilitación dictada por el Tribunal Supremo. Quiero más bien con esta carta transmitirle públicamente todo mi agradecimiento y mi admiración.
Quienes han levantado contra usted su frente de batalla, están imponiendo una nueva y peligrosa filosofía de la Justicia. Con esta nueva concepción del Derecho, asistimos a las consecuencias de una tiranía camuflada, no por ello menos abusiva e inaceptable, sino incluso mucho más peligrosa que otras formas tiránicas.
Por no haber querido hacer de la Justicia una simple herramienta al servicio de la “ideología oficial”, usted ha sido fuertemente atacado. Ahora vemos como se enorgullecen de la consecución de su ataque, y como un matón de patio de recreo, nos advierten las consecuencias que padecerá el que se atreva a contradecir los nuevos dogmas.
Ha quedado demostrado que la Justicia con mayúsculas, como la eterna aspiración del hombre, es hoy una herramienta sometida a los grupos de interés y a los medios de comunicación. Por debajo de ese cuarto poder mediático, y al servicio de su arbitrariedad, nuestro sistema judicial ha sustituido la Justicia por la burocracia servil a los intereses de la ideología imperante, siempre que ésta lo requiere.
Puedo imaginarme los momentos duros que habrá tenido que vivir durante lo que ha sido una verdadera persecución. El sufrimiento íntimo de usted y su familia es el alto precio que hay que pagar por ser coherente en ésta sociedad. Pero quienes creemos en la providencia sabemos que muchas veces Dios escribe recto con renglones torcidos, y que todo su sacrificio y su testimonio, pueden servir para que muchos se den cuenta del patente y nefasto sentido por el que camina España.
Como estudiante de Derecho, y Dios mediante futuro jurista, no puedo pasar por alto su testimonio, clave en una dimensión histórica, ya que nos presenta la quiebra misma de la idea del Derecho tal y como ha sido concebido desde el principio de la Historia.
Quiero pedirle que no ceda al desaliento, que el valor y la coherencia que ha demostrado sean la semilla de una cosecha que quizás otros merecerán recoger. Su ejemplo nos ha recordado que solamente cuando los católicos sepamos asumir los sacrificios que conlleva ser coherentes, y estemos dispuestos combatir contra los atropellos que nos impone la sociedad actual, podremos estar satisfechos de cumplir el deber con nuestra Fe, con la Historia y con las generaciones que vendrán tras nosotros.
Mandándole un afectuoso saludo.
Javier Tebas
Estudiante de Derecho”
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