Los jóvenes contra la juventud (II)
Si los jóvenes -salvadas excepciones- han abandonado toda idea de compromiso que conlleve un esfuerzo o sacrificio frente a la comodidad más inmediata y superficial, no es de extrañar que las iglesias -salvadas excepciones- al comprobar la media de edad entre sus feligreses habituales, sobrepasen casi siempre los setenta años. ¿Cómo ser joven y católico cuando para serlo es necesario una actitud muchas veces sacrificicada, esforzada y de servicio?. Los jóvenes no abandonan la Iglesia porque les parezca aburrida. Quienes han llegado a esa conclusión y han hecho de la liturgia un espectaculo teatral, no han conseguido más que causar extrañeza y desvirtuar el fin de la propia liturgia.
La esencia real del problema, está en la tónica general del planteamiento apático frente a la vida que tienen casi todos los jóvenes. De allí que la mayoría si sienta y razone que Dios existe, que muchos se reconozcan católicos o cristianos y sin embargo no pisen una iglesia, que cada uno se fabrique una religión y un Dios a su medida, amoldado al confort y a los más primarios intereses personales con una nula capacidad de sacrificio. ¿Pero pese a todo, es posible que la propuesta de vida católica prospere en los jóvenes de nuestros días?