Contra el agnosticismo en la escuela pública española
Reapareció hace unos días el debate sobre la presencia de la Cruz en las aulas. La discusión parece ya un fenómeno cíclico que –desde que tengo uso de razón- emerge cada cierto tiempo. Varios días en titulares, quizás semanas, y tras un derroche brutal de litros de tinta y horas de tertulia en cantidades industriales, vuelve a desaparecer, olvidado por la agenda del “debate social” que establecen los grandes medios de comunicación.
En cualquier caso el fenómeno mediático “crucifijos en las aulas” pone en evidencia el escaso nivel del panorama parlamentario español. Las izquierdas han desenfundado -esta vez más que nunca- ese odio patológico contra el hecho religioso (sobre todo si es católico) que les ha caracterizado desde su lucha contra el opio del pueblo. Fuera todas las cruces –han dicho-; retirémoslas de todos los sitios, incluso de los colegios privados. ¡La religión a los templos! Volvía a exclamar Pajín sacando a la miliciana que lleva dentro.
Contrasta ese desmelene desafiante de los puños en alto, con la previsible actitud tibia de la derecha liberal. El argumento ha vuelto a girar en torno a que los padres puedan decidir, y que llevando a sus hijos a colegios privados religiosos se mantengan los crucifijos. Claro ¡faltaría más!. Pero ante un debate que simplemente enfrenta la posición atea izquierdista, que propone la persecución de lo religioso, a la posición agnóstica derechista, que propone relegarlo exclusivamente a lo privado, creo que los católicos tenemos algo que decir.
Aquí entra la cuestión de fondo. Frente al hecho religioso no cabe la indiferencia, la pregunta sobre lo trascendental es tan inherente al hombre, que no cabe una posición más imparcial que otra. Dada esta circunstancia, que viene constatada desde los clásicos, el agnosticismo es una posición frente a lo trascendente que puede resultar igual de impositiva que la confesionalidad. La confesionalidad no implica, como algunos llegan a decir, que el obispo sea el presidente de la diputación de tu provincia, la separación entitativa Iglesia-Estado es una cuestión que no pone en duda la confesionalidad. Tampoco implica mayor o menor libertad religiosa. Nadie cuestiona que exista una falta de libertad religiosa en países confesionales como Grecia, Inglaterra o Suecia, en los que hay una gran libertad de culto. La confesionalidad, y más en el caso de España, debería constatar una herencia histórica y espiritual que no podemos desnaturalizar, y cortar de un día para otro en un hemiciclo.
España es católica en su propio espíritu, desde la conversión de Recaredo, desde una reconquista y una unidad edificada sobre la fe, desde unos valores patrios heredados indiscutiblemente católicos. Lamentablemente a día de hoy absolutamente nadie defiende este hecho, agnósticos y persecutores han copado la totalidad de los escaños de nuestra supuesta soberanía. Tendremos que empezar a recordarlo los católicos. Para nuestra nación intrínsecamente católica, no queremos escuelas públicas agnósticas, queremos que Cristo en la Cruz nos siga iluminando sobre el encerado, como lleva guiándonos tantos siglos a través de los designios de la Historia.
Javier Tebas
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