Se apagará la fe
Nunca me han gustado las posiciones catastrofistas, los agoreros de turno que vaticinan el apocalipsis a la vuelta de la esquina. No me gustaría representar ese papel. Por eso empezaré diciendo –para tranquilidad de todos- que lo más probable es que el mundo no acabe inminentemente, incluso que el “estado del bienestar” occidental se mantendrá razonablemente a pesar de las crisis.
Cubiertas estas dos expectativas: la supervivencia del espacio tiempo, y la satisfacción de las facilidades mínimas de la vida moderna, creo sin embargo que en manos de mi generación, se presenta una ruptura histórica muy profunda. Una divergencia que nace en el espíritu, rompiendo directamente con lo fundamental, aquello que llena de sentido nuestra vida.
Por desgracia, no se puede pasar por alto un análisis estrictamente objetivo, que desde una perspectiva sociológica, nos presenta a un joven de hoy que no aspira a lo trascendente. Es más, que lo considera ridículo y hasta absurdo. Para el joven de hoy (generalizando el término) no sólo la fe le es una cuestión indiferente, sino que lo son todas aquellas cosas que, por su propia condición, no alcanzan con el voluntarismo hedonista.
La familia ya no es un valor, sino una rémora, una realidad completamente caduca. Pero si hasta hoy la inercia de una sociedad viva, lo ha sido en tanto en cuanto se ha transmitido a sí misma a través de la familia, ¿qué va a ser de una generación si desprecia la propia institución familiar? ¿Qué testigo entregará mi generación, vacía de grandes ideales, y llena de dogmas-eslogan extremadamente simplones y pobres?
Como en una carrera de relevos, los corredores esperan dispuestos a recibir el testigo para continuar. Pero si no reciben nada, porque el corredor anterior ha dado por perdida la carrera, no tendrán ni siquiera la oportunidad de ganar. De una forma parecida, la sociedad del futuro no va a recibir ningún testigo. Un testigo abandonado que debía transmitir nuestra identidad, los valores humanos recibidos, y lo más importante - porque engloba y supera lo anterior- la oportunidad de conocer la fe, para con el Don de Dios mediante, profesarla o no.
Qué dirán, allá donde estén, aquellos españoles que cruzaron el mundo entero, entregando la vida hasta el martirio, por dar la oportunidad de conocer el Evangelio, cuando sepan que aquí en España, a nuestros muchachos la sola palabra les suena a chino cantonés.
Se apagará la fe si triunfa la nueva mentalidad que elimina lo trascendente. Y se apagará la fe si deja de transmitirse, de cultivarse en la familia, cuando entre la anestesia de la vida moderna, nuestra sociedad ni siquiera sea capaz de dar la oportunidad de conocerla.
Javier Tebas
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4 comentarios
Por eso siempre vivirá "un resto"; pobre y perseguido, sí, pero vigoroso porque con él está el Señor. Como señalan los profetas: "Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre e indigente que esperará en el nombre de Yavé" (Sof. 3,12). Quizás nuestro futuro sea este.
Pero no importa porque siempre, aunque sea en la más pobre cabaña, se seguirá ofreciendo "en todo lugar y tiempo el Sacrificio Puro y la Ofrenda Pura" (Mal. 1,11). Y ese sacrificio -aun en el lugar más remoto de la tierra- salvará más al mundo que cualquier acción humana o política.
Yo la respuesta a la pregunta de si cuando vuelva Cristo encontrará fe sobre la tierra no la sé, lo único que sé son las palabras del apóstol: ¿cómo creerán si no se les anuncia?
Luis López, tienes razón, de hecho el actual, globalmente hablando, no creo que sea de los más difíciles momentos que la cristiandad ha vivido, aunque en muchos países asíaticos, árabes y africanos, el estado de las persecuciones a cristianos sea comparable a los peores momentos del Imperio.
Pero lo curioso es que la fe se está apagando, no allí donde más se persigue, sino precisamente en Occidente, donde el indiferentismo religioso está ahogando la sociedad.
La revolución tiene claro que la violencia física está obsoleta y no es "progresista", además de ser poco eficaz con los creyentes convencidos. La revolución no quiere mártires, quiere borregos espiritualmente analfabetos (y materialmente, también, pero ese es otro asunto).
Por tanto, ojo! en China, India, etc, se persigue físicamente la religión, pero aquí se da otro tipo de marginación mucho más sutil pero eficaz, sólo hay que remitirse a los resultados.
Vaya, y si alguien está convencido de que nos hallamos en los "Últimos Tiempos" ¿por qué ha de ser considerado agorero y catastrofista? De hecho, sea cuando sea que llegue el fin, lo cierto es que llegará ¿con qué justicia serán entonces considerados agoreros quienes así lo vaticinen?
Habría usted de saber que el Apocalipsis es un proceso y en modo alguno un instante; y que nos hallamos inmersos en él desde hace siglos. Que una cosa es el fin del mundo y otra el fin de los tiempos; y que, si se preocupara de este tema un poquito más en serio, quizá se sobrecogiera de las "coincidencias" existentes entre los anuncios al respecto de Jesucristo (especialmente Mt. 24,1 y ss., pero no solo) y el Apocalipsis; eso, sin contar las revelaciones privadas y la misma presencia visible de María en nuestros días (descartaremos que algunas apariciones, como La Sallete, Lourdes y Fátima sean falsas ¿verdad?).
No se trata, amigo, de que le gusten los agoreros o no; francamente, a mí tampoco me gusta hacer de tal, para que le voy a decir otra cosa. Pero si eso se desprende de la situación actual ¿qué quiere que yo le haga?
Por lo demás, le leo con asiduidad y me gusta su línea y hasta que sea de AES. Un saludo.
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