Para que viva el Estado, morirá la Nación
Podemos enfadarnos –y con razón- por la iniciativa del gobierno para subir la edad de jubilación. El despilfarro es norma general, y antes que recortar avances de tipo social, deberían retirarse las ingentes cantidades de dinero en subvenciones absurdas. Pura lógica.
Sin embargo el fondo de la cuestión, es mucho más profundo que la calamitosa gestión del gobierno. Nuestra sociedad anti-natalista, la nueva cultura de la familia, la concepción de los hijos como un mero objeto de auto-realización y entretenimiento, el egoísmo y hedonismo en definitiva, son el origen principal de una quiebra social inevitable. No es solo una moralina de púlpito, es una realidad objetiva, la demografía de occidente con una tasa de decrecimiento poblacional, no podrá sostener ningún sistema de pensiones.
Cuando la población activa -los cotizantes que contribuyen a las pensiones- no sea suficiente para pagar a todos los subsidiados y pensionistas. Crack. El Estado quiebra. No quedará entonces otro remedio que ampliar la edad de población activa, como una medida que simplemente posponga en el tiempo el suicidio del Estado.
Pero nuestro hedonismo cultural moderno, no solo lanza a la quiebra al Estado como ente administrativo. Sino que, de una forma más grave, aniquila a la nación. Sin un relevo generacional, y con un Estado necesitado de población activa, no queda otro remedio que la importación exógena de cotizantes, que mantengan a todos los subsidiados.
Cuidado demócratas de la corrección política y consensual, no es xenofobia, es una constatación igualmente objetiva, la desaparición de la identidad cultural de la nación es otra consecuencia irremediable. De la nación, y de ese conjunto de valores inmutables que se transmiten con ella.
Acabáramos. Con una importación exógena, necesitados de población activa, la llegada de culturas, que como la musulmana, nos dan diez vueltas en natalidad, terminará en un plazo muy breve con la muerte de la nación, a cambio quizás de la supervivencia del Estado.
¿La solución? Que la generación de los que hoy somos jóvenes, rompa con las paredes del nefasto ideal de vida moderno. ¿Es factible? Los milagros pasan.
Javier Tebas
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16 comentarios
Y esto, que es tan evidente, la gente no lo ve o no lo quiere ver. Con una tasa de 1,2 hijos por mujer caminamos hacia la extinción. Lo que no se puede es limitar escandalosamente el número de nacimientos, considerando a los hijos como poco menos que agresores, y luego quejarse de que vienen muchos inmigrantes.
Aún hay tiempo de invertir la tendencia, no más de un par de generaciones. Pero para ello, lo primero que tenemos que hacer es cambiar esa mentalidad hedonista, cosa difícil, pero bueno, algunos lo intentaremos.
Franco y los bravos españoles le birlaron a la Democracia Masónica nada menos que 40 años de gobierno en España. No se lo van a perdonar, y la venganza es y será tremenda. Con al Memoria Histórica cerrarán el círculo de una persecución y deformación de la historia asfixiantes. Con el aborto la despoblarán. Con la inmigración la dejarán irreconocible.
Si España no se sacude la lepra de la Democracia Masónica, ésta acabará con España.
Pero la natalidad es la consecuencia, y el veneno, el gran problema es la ideología del feminismo que hasta dentro de la Iglesia se ha colado.
De todas las cosas que dentro de la Iglesia se están reformando para volverlas a su cauce sigue brillando por su ausencia la ofensiva contra el feminismo.
Es imposible arreglar eso si no es con la vanlentía de volver a predicar el modelo de mujer tradicional, esposa y madre, frente al modelo esquizofrénico actual. Es imposible cuadrar ambos modelos y la diferencia entre el modelo católico posmoderno y el ateo apenas será que las primeras vivirán con la calculadora del Billings en la mano, y las otras con el anticonceptivo y el aborto.
Pero el resultado será el mismo, natalidad por pareja inferior al 1,5, algo muy por debajo, imposible de recuperar, de los límites para la supervivencia de una cultura.
Pero.. ¿Donde están los profetas que se atrevan contra el griterío femenino?
Ah, y me olvidada: A España con los nacionalismos impuestos por la Democracia la desintegrarán. Que los nacionalismos lo que menos tienen es una génesis vernácula y mucho sí, de imposición ideológica foránea. Si no se acepta esto no se entienden, por ejemplo, los diez minutos largos de aplausos que recibió Mons. Munilla al asumir en Guipúzcoa. Pues sí, yo interpreto que allí Mons. Munilla era visto de alguna manera como un "liberador". O como ocasión para el comienzo de la liberación de la tiranía progre-nacionalista.
Como la ha habido en todos y cada uno de los puntos de su enseñanza de la Iglesia, CVII incluido, por obra de la asfixiante presión de los Medios de la Democracia y de sus agentes infiltrados, la progresía.
Pero ahora queda un paso más: ¿Por qué las mujeres ya no quieren dar vida, dar amor, y son así como la higuera seca que no da fruto?.
Es el veneno del modelo de mujer "moderna", "actual", empreñada en ser "como el hombre", que imita su mundo, sus comportamientos, sus "lugares". Para conseguir todo eso, que la hace sentirse "realizada", necesariamente tiene que hacer renuncios por el otro lado.
Al final acaba con más fardos que los que tenía antes, y eso es un desequilibrio más que se añade a la relación de esposos, a de por sí compleja.
Si no se hace frente a ese modelo impuesto por el feminismo, y por tanto falso y esclavizante, no se arreglará el problema y sólo habrá parches inútiles.
No hay que "machacar" a la mujer "moderna", lo que hay que hacer es vencer ese modelo por elevación, volver a presentar con toda su grandeza el modelo tradicional de nuestras madres y abuelas entregadas por completo al amor de sus familias y sin tanta tontería a cuestas. Eran mucho más naturales y por tanto más equilibradas.
No se ganan las guerras si no se quiere ir a la batallas.
Quien pone el sentido de su vida en comprarse un cochazo cada 5 años, a irse de viaje todos los puentes y a comprarse un apartamento en la playa, pues claro, no tiene espacio para los niños.
Lo que hay que hacer es sacrificarse un poquito más, y buscar soluciones imaginativas para conciliar la vida familiar y laboral, facilitando el trabajo a media jornada para las madres con niños pequeños. Pero claro, para eso habría que enfrentarse a ciertos empresarios depredadores, pero para el Estado es mucho más fácil meterse con los curas que con ellos.
Las 2 vías para aumentar la natalidad son: cambiar la mentalidad hedonista de la gente y dar beneficios fiscales para las familias numerosas. De momento, ninguna se cumple y así nos va.
"La incorporación de la mujer a la vida laboral". Es un añadido del hombre de ahora, que obsesionado por la producción vende los modelos que le conviene a sus fines a las mujeres. Dios no ha puesto nunca el énfasis en eso.
De hecho, una de las primeras conquistas sociales, denunciada a gritos por Leon XIII, fue prohibir el exceso de horas de trabajo de las mujeres en las fábricas del siglo XIX, no digamos ya el trabajo infantil.
Eso de que la mujer ha empezado a trabajar ahora es una de esas grandes mentiras de nuestro tiempo. Hasta el Antiguo Testamento habla ya de ello.
El asunto es que ahora cobran de un jefe, dinero que tambien quiere el marido, dispuesto a tener menos hijos o dejarlos más desatendidos.
Pero la pregunta es ¿Que tiene más valor?¿La mujer que por dinero obedece a un jefe como primera opción, o aquellas como nuestras madres y abuelas que primero por amor se dedicaban al esposo e hijos y el resto ya veríamos?.
La vida real obviamente está hecha de variedad y equilibrios, pero hablando de modelos, son incompatibles. Y la Iglesia, contra toda la Escritura y la Tradición en esto sigue muda, o casi.
La cosa al final, el análisis me refiero, al final se profundiza más. Sólo algo para meditar: si al final todos los valores y costumbres están bien como están, entonces todo seguirá igual.
Y no puede ser eso lo que Dios quiere, porque tenemos una natalidad de extinción, y eso va contra Dios. "Creced y multiplicaos!".
Haciendo y diciendo lo mismo que decimos ahora, obviamente todo seguirá igual.
Que es una imposición ideológica que apunta a la familia queda demostrado por el hecho de que aún en condiciones de paro generalizado, se siguen tomando mujeres, y con predilección, en el mercado laboral.
Les comento un caso concreto que conozco bien : un matrimonio católico practicante, casados en 1977. Él productor agopecuario, ella profesora de matemáticas recién recibida, ambos residían en la ciudad. Nunca pertenecieron a ningún grupo o movimiento, siempre fueron católicos digamos "independientes".
Cuando iban por el 3er. hijo él tenía que quedarse de niñero, así que tomaron la decisión de sacrificar el trabajo de ella, que era cada vez más absorbente, y se fueron a vivir a una quinta, un pequeño predio rural en los alrededores de la ciudad. Tuvieron 8 hijos, todos practicantes, 3 de ellos profesos religiosos, un ingeniero, una maestra y dos estudiando terciarias, y son una familia bien ordenada, digamos, naturalmente ordenada. Sin riquezas, pero sin necesidades. Sacrificaron las vacaciones estivales pero no las peregrinaciones. Él sacrificó el fútbol de los domingos (otro "aporte" de la Democracia, a pesar de que insistimos en no querer darnos cuenta) pero no la misa. Sacrificaron el cine y la TV (nunca la prendieron, jamás), pero siempre manejaron videos adecuados y programas grabados.
Estoy persuadido -y ellos también, me lo han dicho- que no hubiesen podido alcanzar las metas a las que Dios los hizo llegar, si no hubiesen aportado su decisión inicial y las decisiones secundarias coadyuvantes. O les hubiera sido muchísimo más difícil.
El modelo de trabajo femenino fuera de casa ha sido un fracaso sin paliativos, ha supuesto el suicidio de una civilización en solo cincuenta años.
Ya no se trata de reducir el consumo, y vivir sin necesidades, pero sin lujos. Es que tampoco llega para eso, si falta uno de los dos sueldos.
No tiene remedio, sobre todo porque la población no se quita la venda de los ojos. Este problema tendría que estar omnipresente en los medios, en los debates, en los programas políticos, y ni tan siquiera aparece.
A Europa le quedan tres telediarios.
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