¿Para qué quieren pan, si hay dulces?
Esta frase que fue atribuida a María Antonieta (parece que la dijo otra de las “nobles” de su entorno) mientras escuchaba a la enfurecida muchedumbre pedir pan en tiempo de la Revolución Francesa, que tantos males llegó a generar, ha pasado a la historia como una muestra de desprecio innato de los podridamente ricos propietarios de los pueblos y estados. Posiblemente tendrá mucho de inocencia imbécil de los criados en opulencia que jamás pisaron la choza de un campesino. Desde entonces es la imagen de la desconexión de la realidad de gobernantes irresponsables que viven en otro mundo.
Los comunistas se servían de esta imagen para describir el proceso histórico de nacimiento de su ideología; los burgueses llevaron la justa rebelión contra los reyes absolutistas, pero luego el pueblo fue engañado y utilizado; de allí surgió la necesidad producida por el materialismo dialéctico, motor de desarrollo de la sociedad humana vía lucha de clases
hacia el paraíso comunista que nosotros, por fin, podíamos disfrutar.
Pero había algo de verdad en aquellas palabras “¿Para qué quieren pan, si hay dulces?”.