Jesús curó al ciego con el barro... para decir que al principio creó al hombre del polvo de la tierra
“Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.” Gn 2, 7
“Dicho esto, escupió en el suelo, hizo un poco de lodo con la saliva y lo extendió sobre los ojos de aquel hombre.” Jn 9, 6
“No es por ninguna obra buena por lo que queremos apedrearte, sino por haber blasfemado. Pues tú, siendo hombre, te haces Dios”. Jn 10, 33
Los judíos entendieron a Jesús perfectamente – sabían que lo que Jesús les quería decir es que es igual a su Padre, es decir, que es Dios.
Lo mismo se enseñaba a los catecúmenos en la Iglesia primitiva, a saber: Jesús con este gesto real y palpable, quería decir que él es el mismo que al principio creó al hombre del polvo de la tierra. Un acto real apunta a otro acto real, para mostrar que el sujeto que realiza esos actos es el mismo, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La saliva que sale de la boca simboliza que él es la Palabra de Dios hecha carne. El órgano de la vista, inservible pero restaurado, creado en los tejidos y partes que le faltaban, simboliza el acto creador de Dios que el mismo, el Hijo de Dios, hizo al principio.
Los judíos le entendían perfectamente, y lo rechazaron. Los apóstoles, iluminados por el Espíritu Santo, entendían en totalidad lo que Jesús quería decir y eso enseñaban a los primeros discípulos. La unidad indestructible e inamovible entre la Escritura, la Tradición y el Magisterio. La importancia de la Creación enseñada y recalcada por los Padres y el Magisterio.
El IV Concilio de Letrán de 1215 declara dogmáticamente:
Dios… creador de todas las cosas visibles e invisibles, de lo espiritual y lo corporal; quien por Su poder omnipotente de una vez creó en el principio cada creatura de la nada; las espirituales y las corporales, las angélicas y las mundanas, y finalmente el hombre, constituido de espíritu y cuerpo.