Joven Stepinac. Cartas a la novia (III). La respuesta
Algo antes de la Navidad de 1923 Marija Horvat recibe la carta de Alojzije. Al abrir la carta y empezar a leer, se quedó muerta de sorpresa. ¡La oferta de matrimonio por escrito! Una muchacha inteligente lo tiene claro: si eso es el amor, entonces tuvo que haber nacido hace tiempo ya, pero por unas razones desconocidas estaba escondido durante mucho tiempo. Empezaba a rebuscar en los recuerdos, a buscar una prueba visible de ese amor misterioso y silencioso de Alojzije. Lo conocía y ella misma se preguntaba qué será algún día de este joven, pero nunca pudo ni soñar que había encontrado el lugar en su corazón, que para ella en ese aspecto parecía - ¡desierto! No, ella no cree que ella jamás fue el objeto de sus pensamientos, un secreto de su corazón cerrado bajo llave.
Sin embargo, la carta está allí. Seria, digna, llena de respeto. ¡Y le ofrece el matrimonio! Significa que la conoce, que la ha investigado. Ese pensamiento le agradó el corazón. Eso es aquella felicidad inesperada, maravilloso orgullo de la mujer cuando se de cuenta que durante mucho tiempo era el secreto bien guardado del corazón de otra persona, sin siquiera poder imaginarlo. Eso es una canción sublime, algo de lo más excitante que se puede experimentar, la prueba que algo crecía en el silencio, se despertó en la soledad, venía de escondida pero viva fuente de la vida, crecía bajo la nieve como la cosecha que madura en invierno. Y ella poseía en su alma algo con lo que todo eso lo pudo tocar. Había nacido para un amor verdadero, no fingido y profundo. Le gustaba la seriedad del gozo, la cara interior de la felicidad, la dimensión espiritual de una feminidad floreciente…
No era esa su primera oferta, las tenía antes también, pero las rechazó porque no encontraba lo que buscaba. Pero esta carta la conquistó tanto como la sorprendió. ¿No era eso la prueba que de en ella algo había quedado de él al conocerlo? Es verdad, a eso nunca prestaba una atención especial, pero ahora todo eso sale a la superficie como una hierba fina que de pronto, durante la noche, enverdece el prado seco hasta ayer. De nada le sirvió rebuscar en la memoria para coger una mirada suya, para recordar una atención suya particular, alguna palabra suave, revestida de amor que mujeres son tan capaces de observar y reconocer. El amor siempre es demasiado evidente. Se trata de una avalancha que prorrumpe por los ojos, sonrisas, palabras, comportamiento… Según eso, él es una excepción jamás vista si podía por tanto tiempo y con tanto éxito esconderlo. Y la mujer la conquista irresistiblemente precisamente esa excepción, aquello que es diferente de lo ordinario.
Al terminar la lectura, tenía claro que estaba cogida. Guardó la carta, la releía una y otra vez, se absorbía con esperanzas que se levantaban, con algo especial que Dios le ha dado. Se le notaba por doquier. Los padres se preguntaban: ¿Por qué se alegra tanto por esta Navidad?
Siempre es la Navidad cuando engendra un nuevo amor…
***
Por fin tenía que acabar con el misterio. El muchacho espera la respuesta. Para cada mujer – esos momentos son paradisíacos. A ella no le gusta esperar, además, odia la espera, pero disfruta refinadamente en que se le espere. Si eso es un fallo, entonces es un fallo de su naturaleza de lo que ninguna mujer se podrá librar. Sencillamente porque no le da la gana de librarse de ese tesoro. Eso es inimaginable fuente de la alegría de una mujer.
Finalmente, ha comunicado esa noticia a sus padres. Se extrañaron, pero conociendo a Alojzije, su seriedad y la de su familia, dieron su consentimiento.
El día de 27 de diciembre, la fiesta de San Juan, ese gran apóstol de amor. Es la fecha de la primera carta de Marija. Empieza así:
“¡Querido Lojzek! Tu declaración me ha sorprendido grandemente. Ahora, después de una reflexión profunda, respondo lo siguiente:
Primero Te pregunto – porque no lo mencionas en ningún lugar - ¿Tus padres están de acuerdo con Tu decisión? No me gustaría llegar a ser para nada la piedra de discordia en Tu casa…”
Je, lo lejos que estamos hoy de comportamientos como estos. ¡Y la buena costumbre de escribir con mayúscula al referirse a la persona en cuestión! Hoy se habla a lo cromañón, hacho tío, hacha tía, ¡qué fuerte!, ¡es super fuerte!, y con otras articulaciones no recogidas de las gargantas neo-cromañonas. ¿Y qué vamos a hablar de la referencia a los padres? ¿Eso existe? No sé si antes iban tanto por la sublimidad teológica, pero al menos el cuarto mandamiento sí que lo tenían más fresco, y más enseñado, ¡pero en casa, ojo! Hoy en día los niños parecen tiranos del hogar, frente a la incomprensible debilidad de los padres, que, sin embargo, más que nunca desde la caída del Imperio Romano, no son capaces de dar una torta a los hijos cuando se lo merecen y sin embargo los castigan con fatal crueldad al divorciarse sin tregua. Así que, menos sublimidad y más decálogo, Evangelio y… ¡lógica!
“Y entonces te tengo que advertir que yo desde la perspectiva material, no poseo nada más de lo que habitualmente se ofrece como dote: ¡el ajuar y los utensilios de hogar! Sé que Tú lo sabes, pero siento que lo tengo que destacar…”
¡Cuánta sinceridad y belleza en esas palabras sencillas! Ni una palabra respecto a su conmoción, felicidad, sentimientos. Continúa:
“Tú buscas la mujer que contigo va a compartir lo bueno y lo malo, buscas un hogar apacible. Te puedo decir con seguridad que estoy dispuesta cumplir la tarea de una mujer así. No pienses que voy tras Tu propiedad. He aquí lo que me convence: Tu inteligencia, seriedad y laboriosidad. Lo otro es secundario. Lo principal es el alma, porque de allí procede el amor. Es el alma que hace que el hombre sea el hombre, allí uno encuentra el sosiego y la comprensión, esa es la diversión más hermosa, ¡allí está todo! Como eso no lo encontré en ninguna de las ofertas anteriores, me quedé soltera hasta ahora. Continuaría siéndolo si Tu caso no fuera distinto de los anteriores…”
¡Qué claridad de mirada y de exposición! ¡Qué penetración en lo esencial! El matrimonio es la afluencia de dos almas en el común río de vida, y no un charco donde croan las pasiones y sobre la cual nadan palabras y declaraciones malsonantes.
“En cuanto a la campiña y la soledad, no les tengo miedo. Me gusta el pueblo, he crecido en un pueblo, la campiña bucólica siempre será un imán para mí. Por eso no dejaré la ciudad de mala gana. Y Tú temes que me he acostumbrado a la ciudad. No es así.
Has descrito con tanta poesía ese lugar - ¡es cómo de un cuento! He visto la casa al pasar por allí cuanto todavía vivía Marko (el hermano difunto, uno de los ocho hijos en total de Jozo y Barbara Stepinac, de Alojzije. Se trata de una propiedad en las orillas del río Kupa). ¡La verdad que está en un lugar hermoso!
Yo antes practicaba solamente en una propiedad más pequeña. ¿Pero cómo será en la grande?
Sostengo que te he respondido con bastante claridad, y como mis padres dieron su consentimiento con alegría, acepto yo de todo corazón Tu oferta, porque de todas formas tenía simpatías contigo. Espero que no te vas a considerar mi señor, sino un compañero de tú a tú. Recibe un cordial saludo. Marija Horvat.”
He aquí la carta de Marija. La primavera se acerca. Sin embargo, hay flores que al final nunca florecen. Hay plantas que no cuajan ni en la tierra más fértil. Solamente porque le es destinado otro horizonte, crecimiento y florecer en otro campo.
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