Estando ya cerca de la celebración del Día de la Hispanidad, les comparto el video de este diálogo que tuve con Capitán Perú sobre la economía peruana durante el Virreinato. Por ser pertinente para este caso, cabe mencionar que de profesión soy economista con grado de Doctor en Economía por la Pontificia Universidad Católica del Perú, docente universitario y seleccionado entre los mejores jóvenes investigadores del mundo para participar en la Reunión de Premios Nobel de Economía en Lindau (Alemania).
https://www.youtube.com/watch?v=o5oQb_q1zXA
A continuación, comparto las citas que utilicé:
Prosperidad durante el Virreinato
Peter Klarén (historiador, profesor de la Georg Washington Univeristy): “La plata de Potosí también dinamizó y ayudó a desarrollar una economía interna de producción e intercambio que abarcó no solo la sierra norte, sino también la pampa argentina, el Valle Central de Chile y las costas de Perú y Ecuador. (…) Si la producción de plata de Potosí fue el motor principal de este sistema económico, Lima fue su eje. (…) Como salida de los lingotes de plata en el Pacífico, Lima y su puerto cercano, Callao, también recibían y redistribuían los bienes manufacturados de la metrópoli para los crecientes asentamientos a lo largo del polo de crecimiento. (…) Lima se convirtió en sede de latifundistas y operadores, comerciantes conectando sus operaciones comerciales andinas con fuentes de abastecimiento en España, y todo tipo de proveedores de servicios, desde artesanos hasta abogados. (…) Una vez que la población, el comercio y la administración interactuaron, las principales instituciones culturales como la universidad, la imprenta y el teatro siguieron su ejemplo”. (“Historical setting”, en: Rex Hudson ed, Peru: A Country Study, Federal Research Division - Library of Congress, Washington D.C., 1993, p. 18)
José de la Puente Brunke: “Kenneth J. Andrien ha subrayado —con respecto al siglo XVII— que la economía virreinal experimentó un proceso de cambio evolutivo, en virtud del cual su base se fue diversificando, en la medida en que adquirían más importancia actividades distintas a la minería de la plata o al comercio ultramarino. Así, la actividad agrícola insertada en circuitos regionales, o las redes comerciales intercoloniales, o las actividades manufactureras locales, fueron progresivamente cobrando más relevancia”. (“El virreinato peruano en el primer siglo XVIII americano (1680-1750)”, en: Bernard Lavallé ed., Los Virreinatos de Nueva España y del Perú (1680-1740), Casa de Velásquez, Madrid, 2019, pp. 83-97)
“Las condiciones laborales de los indios mineros de Nueva España en 1804 eran mejores que las de un minero inglés de la misma época. No había ni mujeres ni niños en las minas del Imperio español, pero sí en Inglaterra”. (María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Ed. Siruela, Madrid, 2016, Part. II, cap. 7)
Declive económico durante la “Independencia”
“El declive económico del Sur se produjo después de la década de 1830, no antes. En el momento de la independencia, América del Sur cuenta con las ciudades más pobladas y con las mejores infraestructuras del continente. México tiene, alrededor de 1800, unos 137.000 habitantes, y Lima, Bogotá y La Habana superan los 100.000. En este momento Boston, que es una de las ciudades más pobladas del Norte, cuenta solo con 34.000 habitantes”. (María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Ed. Siruela, Madrid, 2016, Part. II, cap. 7)
Bruno Seminario, El Desarrollo de la Economía Peruana en la Era Moderna: Precios, Población, Demanda y Producción desde 1700, Universidad del Pacífico, Lima, 2016, p. 537.
¿La Hispanidad fue económicamente liberal?
Dolores Carmen Morales Muñiz: “Aun cuando los Reyes Católicos no desarrollaran un modelo económico definido ni tampoco las medidas adoptadas fueran extensibles a todo el reino, sí tenemos constancia de unas líneas generales de actuación que pueden resumirse en algunas prioridades iniciales. (…) Esas disposiciones incluían un importante esfuerzo en la normativa legal para regular la circulación mercantil, los gremios a los que se trató de homogeneizar, la promoción de mercados y ferias con la alcabala -el impuesto estrella sobre tráfico y consumo- proporcionándoles interesantes recursos, el saneamiento y estabilización de la moneda que también era una regalía, y, sobre todo, la búsqueda de un saldo favorable en una balanza comercial basada en la exportación de materias primas e importación de manufacturas. En definitiva, los monarcas centraron buena parte de su economía en vender con beneficio -convirtiendo en oro y plata todos los intercambios- y comprar con ventaja a fin de mantener abastecido el mercado con bienes de primera necesidad moderando, de este modo, los precios. Se trataba de impedir la entrada de aquello que pudiera hacer competencia ruinosa y evitar la salida de lo que constituía la base de la riqueza y seguridad del reino: oro, plata, moneda, trigo, caballos y armas. Asimismo se practicó una tendencia monopolística en el interior y, cuando fue posible, en el exterior. Y, antes que nada, los monarcas protagonizaron un claro dirigismo para conseguir mayores ingresos estatales a través del saneamiento de sus rentas”. (“La economía en los tiempos de Isabel I La Católica: El ejemplo del contador Alfosno de Quintanilla”, Icade, n° 63, 2004, p. 229)
Estela Cristina Salles (Universidad Nacional de Luján) y Héctor Omar Noejovich (Pontificia Universidad Católica del Perú): “El plan de desarrollo de Toledo, en términos teóricos contemporáneos, era correcto —y también para la época:
1. Consolidación del poder del Estado sobre los encomenderos, la elite incaica y el estamento eclesiástico.
2. La tributación de acuerdo a las Instrucciones —y las Glosas— tenía bases modernas.
3. La idea de un polo de desarrollo minero implicaba transferencia de mano de obra de un sector de baja productividad a otro de una mayor.
4. Se trataba de crear un mercado de trabajo y, asimismo, impulsar las actividades productivas (por ejemplo, textil).
5. Ese proceso de desarrollo se fundamentaba en subsidios del Estado —insumo (azogue) y mano de obra (mitayos).
6. El Estado asumía el rol de promotor del desarrollo”. (“Las lecciones de la historia: Repensando la política económica del virrey Toledo”, Economía, vol. 31, n° 61, 2008, pp. 44-45)
Corrupción
“La administración de los reinos de ultramar estuvo sometida desde el principio a sistemas cruzados de control y a contrapesos de poder que dificultaban la corrupción y la ineficacia. Uno de estos procedimientos era el juicio de residencia, un proceso judicial característico del derecho castellano e indiano. Cuando un funcionario público de cualquier categoría, desde virrey a alguacil, terminaba su tiempo de servicio era automáticamente sometido a un juicio durante el cual se escuchaban todas las acusaciones que cualquiera pudiera presentar contra él por haber desempeñado de manera deshonesta o ineficaz su cometido. Se analizaban tanto la honradez en el trabajo como la consecución de objetivos, esto es, que el representante de la Administración había hecho aquello para lo que se le nombró. El juicio de residencia podía durar varios meses y el responsable público no podía abandonar la ciudad en que había estado ejerciendo sus funciones hasta haber sido absuelto. De ahí el nombre, juicio de residencia. Una parte de su salario se le retenía para garantizar que pagaría la multa en caso de condena. El juicio era sumario y público, aunque una parte de la instrucción era secreta al objeto de proteger a los testigos o acusadores de hombres que tenían mucho poder. No se olvide que virreyes, oidores, corregidores, alcaldes y jueces debían pasar estos juicios. Una vez absuelto, el funcionario o cargo podía seguir progresando en el cursus honorum de la Administración imperial, pero si era condenado por errores o ilegalidades se le sancionaba con una multa, un destino inferior, e incluso cárcel o la prohibición de tener un cargo público de por vida. El juicio de residencia era un acontecimiento público que se pregonaba a los cuatro vientos por los alguaciles para que toda la comunidad participase”. (María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Ed. Siruela, Madrid, 2016, Part. II, cap. 7)
“Cuenta Solórzano Pereira (1575-1655) en su De Indiarum Iure que un oidor del Perú que abandonó su puesto un día antes de que se cumpliera la residencia, por no perder el barco, y a pesar de que había sido declarado inocente, fue obligado por el Consejo de Indias a regresar a Lima, pagando el viaje a sus expensas, para rendir el día de servicio que le faltaba”. (María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Ed. Siruela, Madrid, 2016, Part. II, cap. 7)
“Los juicios de residencia existieron hasta que fueron derogados por las Cortes de Cádiz en 1812, y es muy significativo que fueran los liberales los que promovieran la eliminación de la que había sido herramienta poderosa y eficaz contra la corrupción y los abusos durante siglos”. (María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y Leyenda Negra, Ed. Siruela, Madrid, 2016, Part. II, cap. 7)