Jesús: ¿Loco, mentiroso o Dios? – El trilema de Lewis
Una idea muy extendida en nuestros días es que Jesús fue simplemente un maestro moral o espiritual así como Buda, Mahoma, Sócrates, etc. De este modo, el Cristianismo no sería más que “una religión entre tantas otras” y todos serían caminos válidos para llegar a Dios.
Pues bien, en esta conferencia, dada para la Asociación Cultural Traditio Invicta el 27 de octubre del 2019, ataco frontalmente esa idea mostrando que a la luz de las propias afirmaciones de Jesús (esto es, sus reclamos de divinidad) solo hay tres opciones posibles: que fuera un loco, que fuera un mentiroso o que sea Dios. Que la opción “Dios” es la única respuesta razonable lo muestro por medio del método de “reducción al absurdo”, asumiendo la premisa a refutar (por ejemplo, “Jesús era un mentiroso”) y mostrando que llega a consecuencias irrazonables a la luz de los hechos.
Este es el video de la conferencia: https://www.youtube.com/watch?v=oOXCScEP578
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Magistral conferencia
“en realidad, esto (negar la existencia de Jesús) equivale sólo a eludir la dificultad (provocada por las desemejanzas de los evangelios) y no a librarse de ella. Es mucho más incomprensible que muchos hombres hayan coincidido en escribir este libro, que el que uno solo haya proporcionado su tema....las características de los Evangelios son tan imposibles de imitar, que el hombre que los hubiera inventado debería haber sido más grande que su héroe” Jean-Jacques Rousseau(Emile, “Profesión de foi”).
"Todos los imperios han sido fundados por la fuerza, el de Jesús ha sido el único fundado por amor." Napoleón Bonaparte.
"Hay un médico, carnal y espiritual, creado e increado, en hombre Dios, en muerte vida verdadera, y (nacido de) de María y de Dios, primero pasible y luego impasible, Jesucristo, el Señor nuestro." San Ignacio de Antioquía(Ad Eph. 7, 2).
«Usted, general Bertrand, habla de Confucio, Zoroastro, Júpiter y Mahoma. Y sin embargo, la diferencia entre ellos y Cristo es que todo lo que tiene que ver con Cristo muestra la naturaleza divina, mientras que todo lo que tiene que ver con todos los demás muestra la naturaleza terrena.
«Conozco a los hombres, y puedo decirles que Jesucristo no es meramente un hombre. Las mentes superficiales ven un parecido entre Cristo y los fundadores de imperios o los dioses de algunas religiones. Éste no es el caso puesto que tal parecido no existe. Entre el cristianismo y cualquier otra filosofía existe una distancia infinita.
«Todo lo referente a Cristo me asombra, su espíritu me anonada, su voluntad me confunde; entre El y cualquier otro personaje de la historia del mundo no hay un solo término posible de comparación. Ciertamente Alejandro, César, Carlomagno y yo hemos fundado imperios pero… ¿sobre qué descansan las creaciones de nuestro genio?… Sobre la fuerza. Sin embargo Jesucristo fundó su imperio sobre el Amor y estoy seguro de que aun en esta misma hora millones de personas (de todas clases sociales y edades; voluntaria y gustosamente) darían su vida hasta la muerte por El en el día de hoy.
«Solamente Cristo ha llegado a tener tal éxito.., ante las barreras del tiempo y del espacio, a través del intervalo abismal de mil ochocientos años. Jesucristo solicita lo que la filosofía puede a menudo buscar en vano: el corazón del hombre; e incondicionalmente su demanda es satisfecha sin tardanza. Todo aquel que cree sinceramente en El experimenta ese Amor sobrenatural hacia El. Éste fenómeno es indescriptible, pues está más allá de la comprensión del hombre. El tiempo, que es el gran destructor, no puede (no ha podido, ni podrá) agotar su fuerza ni tampoco poner un límite a su alcance.
«La naturaleza de la existencia de Cristo es misteriosa, debo admitirlo, pero este misterio satisface las necesidades más íntimas del hombre. Por lo tanto, si se le rechaza, el mundo es un enigma inexplicable; peto si se le cree, la historia de la raza humana en el mundo es explicada satisfactoriamente.
«El ciertamente es un ser único, sus ideas y sentimientos, la verdad que anuncia y su manera de convencer no pueden ser explicadas por alguna organización humana, ni por la naturaleza de las cosas. Su mensaje es la revelación de una inteligencia que ciertamente no es la de un hombre mortal, y en ninguna otra parte puede uno hallar (excepto en El) tal ejemplo de vida. Escudriño en vano en la historia para hallar alguien parecido a Jesucristo o algo que se pueda aproximar al Evangelio, pero ni la historia, ni la humanidad, ni las edades, ni la naturaleza me ofrecen algo con lo cual yo pueda compararlo o explicarlo. ¡Aquí todo es extraordinario!» (Beauterne, La muerte de un impíos, 164-166).
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