Asentir a las verdades de fe, aunque estén sobre la razón, no es señal de ligereza
El encabezamiento de este artículo es el subtítulo del capítulo sexto, libro primero, de la Suma contra los Gentiles, de Santo Tomás de Aquino. En el mismo afirma el Doctor Angélico que:
Los que asienten por la fe a estas verdades que la razón humana no experimenta, no creen a la ligera, como siguiendo ingeniosas fábulas, como se dice en la II carta de San Pedro. La divina Sabiduría, que todo lo conoce perfectamente, se dignó revelar a los hombres sus propios secretos y manifestó su presencia y la verdad de la doctrina y de la inspiración con pruebas claras, dejando ver sensiblemente, con el fin de confirmar dichas verdades, obras que excediesen el poder de toda naturaleza. Tales obras son: la curación milagrosa de enfermedades, la resurrección de los muertos, la maravillosa mutación de los cuerpos celestes y, lo que es más admirable, la inspiración de los entendimientos humanos, de tal manera que los ignorantes y sencillos, llenos del Espíritu Santo, consiguieron en un instante la más alta sabiduría y elocuencia. En vista de esto, por la eficacia de esta prueba, una innumerable multitud, no sólo de gente sencilla, sino también de hombres sapientísimos, corrió a la fe católica, no por la violencia de las armas ni por la promesa de deleites, sino lo que es aún más admirable, en medio de grandes tormentos, en donde se da a conocer lo que está sobre todo entendimiento humano, y se coartan los deseos de la carne, y se estima todo lo que el mundo desprecia
Por otro lado en la Suma Teológica (III 43,4) nos dice el Aquinate que los milagros realizados por Cristo «fueron suficientes para manifestar su divinidad bajo tres aspectos: