No puedo acostumbrarme
Monseñor Nicolás Bux ha escrito un interesante libro - ¡ojalá lo veamos pronto traducido al español! -, llamado «Cómo ir a Misa y no perder la fe». Algo parecido me ocurre a mí, cuando voy a Misa a las Parroquias cercanas a mi casa. Se podría decir que en esas Misas, el prescriptivo rito del lavatorio de las manos antes del Orate Fratres, ha sido abrogado.
De todas formas, esto es una cuestión menor si lo comparamos cuando llega la hora de administrar la Comunión, entonces los fieles se acercan y reciben al Señor con las manos extendidas, depositando a continuación el Cuerpo de Cristo - si es que no la cogen antes –en la mano.
Lo que empezó como indulto hoy es costumbre. Y el caso es que ya se ve con total naturalidad. Pero, ¡es el Señor!.