Un ángel que ha caído del cielo
Ayer recibí la visita de mi cuñado y su novia, que vinieron a ver a sus sobrinos. Como era ya tarde se quedaron a cenar. Mientras tomábamos unos aperitivos, Rosa, así se llama la novia de Francisco José, mi cuñado, nos contó una historia hermosa, realmente bella, de esas que demuestran que aún en las situaciones más duras, cuando el mal es asfixiante y los enemigos nos rodean, el amor de Dios aparece, entre bambalinas, escondido, pero con una fuerza tan desgarradora que todo se pone de rodillas ante su presencia.
El caso es que la hermana del cuñado de Rosa – mejor así que decir la hermana del cuñado de mi futura cuñada – se quedó embarazada. La gestación transcurría con normalidad, mientras los padres soñaban con la preciosa niña que iban a traer al mundo. Entre nombre y nombre, seguramente pensarían en su futura hija, si se sería tan guapa como la madre, tendría el carácter del padre, los novios que tendría, cosas de padres que con las hijas tenemos ya nuestro «platito de sopa».
Llegó el día en el que a la madre le realizaron la ecografía Doppler, que permite controlar el flujo de la sangre a través del corazón y hete aquí que a su niña le diagnosticaron un problema cardíaco, indicativo de que podría ser síndrome de Down, enfermedad confirmada más tarde. Los padres sabían desde ese momento que su hija sería retrasada mental.
En una sociedad donde la moralidad está tan diluida, tan separada la felicidad de la virtud, el fin propio del hombre, donde lo normal es quitarnos los problemas, más de seres que no vemos – o no queremos ver -, donde lo más fácil es abortar, los padres decidieron seguir adelante con el embarazo: tendrían a su hija. También acordaron no decir nada a sus familiares. ¿Por qué?, quizás por no dar explicaciones; o por no preocupar; o simplemente para que no los agobiasen y estuviesen todo el día recordándoles la mala suerte que habían tenido, pero ¿no era acaso su hija?, ¿no es al fin y al cabo un hijo de Dios, como cualquiera de nosotros?.
En fechas recientes llegó el feliz alumbramiento. Los familiares se allegaron a la cuna buscando un parecido:
- ¿A quién se parecerá? ¿A papá? ¿A mamá?
- ¿Tendrá la nariz del abuelo?
Cuando supieron que era Down, no sabían que decir.
Para mí todo esto queda encerrado en el misterio del amor de Dios. Este año pasado hemos tenido noticia de los execrables asesinatos cometidos en clínicas como las del Dr. Morín. Hoy día hay más facilidades para matar un niño que para tenerlo, más si tiene problemas.
Hace unos días un matrimonio tuvo una preciosa niña. Carmen es su nombre. Yo sí se a quién se parece. Es un ángel que Dios ha mandado para que sea testigo de su amor.
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