Santiago Apóstol

Mat 20, 20-23.

En aquel tiempo: se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: -¿«Qué deseas?» Ella contestó: -«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.» Pero Jesús replicó: -«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? » Contestaron: -«Lo somos.» Él les dijo: -«Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»

Mas nadie se escandalice de ver tan imperfectos a los apóstoles. Todavía no se había consumado el misterio de la cruz, todavía no se les había dado la gracia del Espíritu Santo. No. Si queréis conocer su virtud, mirad lo que fueron después, y los veréis por encima de toda pasión. Y si el evangelista descubre sus defectos es justamente por que conozcáis qué tales fueron después de recibida la gracia. Porque que nada espiritual buscaban antes y que no tenían ni idea del reino del cielo, bien patente queda en esta ocasión. Mas veamos cómo se acercan al Señor y qué le piden. Queremos – dicen – que nos concedas lo que te vamos a pedir. Y Cristo a ellos: ¿Qué queréis? – les pregunta -. No porque ignorara lo que querían, sino para obligarles a contestar y descubrir su propia llaga, y aplicarles así la medicina. Mas ellos, confusos y avergonzados por haber dado aquel paso llevados de pasión humana, tomaron al Señor aparte de los otros discípulos y así le presentaron su demanda. Porque se adelantaron - dice el evangelista -, sin duda para no ser vistos de los otros, y así le manifestaron lo que querían. Y querían, según yo creo, la preeminencia, por haber oído decir al Señor: Os sentaréis sobre doce tronos; querían, digo, la preferencia entre aquellos doce asientos. Que la tenían ya sobre los otros, no les cabía duda; pero temían a Pedro. Y así dicen: Di que uno de nosotros se siente a tu derecha y otro a tu izquierda. Y le apremian con ese imperativo: Di. ¿Qué responde el Señor? Queriéndoles declarar que nada espiritual pedían, y que, de haber sabido lo que pedían, no se hubieran atrevido a pedir tamaña gracia, les dice: No sabéis lo que pedís. No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán por encima mismo de las potestades celestes está lo que pedís. Y luego añade: ¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber y bañaros en el baño en que yo he de bañarme? Mirad cómo inmediatamente los aparta de sus imaginaciones, hablándoles justamente de lo contrario que ellos buscaban. Porque vosotros – parece decirles - me venís a hablar de honores y coronas, pero yo os hablo a vosotros de combates y sudores. No es éste aún el momento de los premios ni mi gloria celeste ha de manifestarse por ahora. Ahora es tiempo de derramar la sangre, de luchar y de pasar peligros. Y mirad por otra parte cómo, por el modo mismo de preguntarles, los incita y los atrae. Porque no dijo: ¿Estáis dispuestos a dejaros a pasar a cuchillo? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?, sino ¿cómo? ¿Podéis beber el cáliz? Y luego, para animarlos: ¿Qué yo voy a beber? Pues el tener parte con Él había de hacerlos más animosos.

Homilía de San Juan Crisóstomo.
Homilía 66 sobre San Mateo.
Tercer nocturno. Oficio de Maitines.
(traducción: Obras de San Juan Crisóstomo II, Homilías sobre San Mateo. BAC, 1.956.)

1 comentario

  
maria
sabes que es la gracia espiritual
21/02/10 1:27 PM

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