Sábado de las témporas de Pentecostés
Evangelio según Lucas. Cap 4, 38-44
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
“Nota la clemencia del Señor Salvador. No se ha llenado de indignación, ni ofendido por la injuria, ni afectado por la injustica en el momento de dejar la Judea: al contrario, olvidando los oprobios, teniendo presente únicamente la clemencia, busca ablandar el corazón de este pueblo infiel, ya enseñando, ya libertando, ya curando. Ha hecho bien San Lucas en mencionar primero al hombre libertado del espíritu malo y contar luego la curación de una mujer; pues el Señor había venido a sanar ambos sexos; antes debía curar al que había sido creado primero, y no debía dejar a un lado a la que había pecado más por inconstancia de ánimo que por perversidad.
Es un sábado cuando el Señor comienza a realizar las curaciones, para significar que la nueva creación comienza cuando terminó la antigua, y mostrar desde el principio que el Hijo de Dios no está sometido a la Ley, sino que es superior a ella, y que no ha venido a destruir la Ley, sino a cumplirla. El mundo no ha sido hecho por la Ley, sino por la Palabra, según leemos: Por la palabra de Yavé fueron hechos los cielos (Ps 32,6). La Ley no es, pues, destruida, sino cumplida, a fin de renovar al hombre ya caído. Por eso dice el Apóstol: Despojaos del hombre viejo, y revestíos del hombre nuevo, que ha sido creado según Cristo (Col 3,9ss).
Con razón comienza en sábado, para mostrar que es el Creador, haciendo entrar las obras en la trama de las obras, continuando la obra que ya había comenzado El mismo; como el obrero que se dispone a reparar una casa: no comienza a destruir lo arruinado por los cimientos, sino por el tejado. De este modo, Él pone la mano primero allí donde antes había terminado.
Comienza por lo de menos monta para venir a lo de mayor consideración: librar del demonio lo pueden hacer los hombres – pero, ciertamente, por la palabra de Dios -; resucitar a los muertos sólo es propio del poder de Dios.
Tal vez en esta mujer, suegra de Simón y de Andrés, estaba figurada nuestra carne, enferma con diversas fiebres de pecados y que ardía en transportamientos desemesurados de diversas codicias. Yo diría que la fiebre del amor no es menor que la del calor. Aquella fiebre quema el alma, la otra el cuerpo. Nuestra fiebre es la avaricia; nuestra fiebre es la sensualidad; nuestra fiebre es la lujuria; nuestra fiebre es la ambición; nuestra fiebre es la ambición; nuestra fiebre es la cólera".
San Ambrosio, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas (trad. Obras de San Ambrosio I, BAC).
Oficio de Maitines. Sábado de las Témporas de Pentecostés. Breviarium Romanum.
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