Primer domingo de Adviento
Forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia
Introito. Salm. 24, 1-4
Ad te levávi ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam: neque irrídeant me inimici mei: étenim univérsi, si, qui te exspécant, non confundéntur. Ps.ibid., 4. Vias tuas, Dómine, demónstra mihi: et sémitas tuas édoce me.Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut era in princípio, et nunc, et semper, et in saécula saeculórum. Amen. - Ad te levávi…
A ti Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; pues cuantos en ti esperan, no quedarán confundidos. Ps. Muéstrame, Señor, tus sendas. V. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. – A ti, Señor, levanto mi alma.
Colecta.
Éxcita quǽsumus, Dómine: poténtiam tuam, et veni: ut ab imminéntibus peccatórum nostrórum periculis, te mereámur protegénte éripi, te liberánte salvári. Qui vivis et regnas cum Deo Patre in úntate Spíritus Sancti, Deus per ómnia saécula saeculórum. Amen.
Despierta, Señor, tu potencia y ven; para que con tu protección merezcamos ser libres de los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con tu gracia. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
Epístola. Rom 13, 11-14
La primera generación cristiana vivía más que nosotros en la espera de la vuelta gloriosa del Señor. Ella da a nuestra vida cotidiana toda su razón de ser, al prepararnos constantemente para recibirle.
Fratres: Sientes, quia hora est jam nos de somno súrgere. Nunc enim própior est nostra salus, quam cum credídimus. Nox præcéssit, dies autem appropinquávit. Abjiciámus ergo ópera tenebrárum, et induámur arma lucis. Sicut in die honéste ambulémus: non in commessatiónibus, et ebrietátibus, non in cubílibus, et impudicítiis, non in contentióne, et æmulatióne: sed induímini Dóminum Iesum Christum.
Hermanos: hora es ya de despertar. Ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. Ha pasado la noche y llega el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. Caminemos, como de día, honestamente: no en glotonerías y embriagueces, ni en sensualidades y disoluciones, ni en pendencias y envidias; antes bien, revestíos de nuestro Señor Jesucristo.
Gradual. Salm 24, 3 – 4
Univérsi, qui te esxpéctant, non cunféntur, Domine. V. Vias tuas, Dómine, notas fac mihi : et sémitas tuas édoce me.
Cuantos en ti esperan no quedarán confundidos, Señor. Muéstrame, Señor, tus caminos y enséñame tus sendas.
Aleluya. Salm. 84, 8.
Allelúia, allelúia.v. Osténde nobis, Dómine, misericórdiam team: et salutáre tuum da novis. Allelúia.
Aleluya, aleluya. V. Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu Salvador. Aleluya.
Evangelio Luc 21, 25 – 33.
Las señales precursoras del fin de los tiempos serán también las de nuestra liberación definitiva y las del advenimiento del reino: «El mismo Dios estará con ellos; Él enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni gemidos, ni dolor, porque todas estas cosas habrán pasado». (Apocalipsis 21,4)
In illo témpore : Dixit Iesus discípulis suis: Erunt signa in sole, et luna, et stellis, et in terris pressúra géntium præ confusióne sónitus maris, et flúctuum: arescéntibus homínibus præ timóre et exspectatióne, quæ supervénient universo orbi: nam virtútes cælórum movebúntur. Et tunc vidébunt Filium hóminis veniéntem in nube cum potestáte magna, et maiestáte. His autem fíeri incipiéntibus, respícite, et leváte cápita vestra: quóniam appropínquat redémptio vestra. Et dixit illis similitúdinem : Vidéte ficúlneam, et omnes árbores : cum prodúcunt jam ex se fructum, scitis quóniam prope est æstas. Ita et vos, cum vidéritis hæc fíeri, scitóte quóniam prope est regnum Dei. Amen dico vobis, quia non præteríbit generátio hæc, donec ómnia fiant. Cælum et terra transíbunt: verba autem mea non transíbunt.
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos; Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra consternación de las gentes, por la confusión que causará el ruido del mar y de sus olas. Moriránse los hombres por el temor y recelo de las cosas que sobrevendrán a todo el universo, porque las virtudes de los cielos se tambalearán. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad. Cuando comiencen, pues, a cumplirse estas cosas, erguíos y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo este símil: Ved la higuera y todos los árboles: cuando producen ya de sí el fruto, sabéis que está cerca el verano; así también, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo, que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán.
La liturgia del Adviento se abre con un grito de llamada: ¡Ven! Es el grito de los profetas de Israel al Mesías Redentor, cuya venida esperan con ansiedad.
Dios no se hace el sordo a la voz de su pueblo. Cumpliendo la promesa de salvación que hizo a nuestros primeros padres a raíz de su caída, envía a su Hijo al mundo. Y la aplicación a todas las generaciones humanas de la redención, que nos ha adquirido con su pasión el Hijo de Dios hecho hombre, continúa hasta el fin de los tiempos; no se terminará sino con la consumación del mundo, cuando vuelva el Mesías para coronar su obra y trasladarnos a su reino. Así, pues, la historia de la Iglesia se sitúa entre estos dos grandes acontecimientos.
En la misa del domingo se evoca toda esta obra de la redención, desde su preparación en la esperanza de Israel y su resonancia en nuestra vida presente (epístola) hasta su última consumación (evangelio). Al prepararnos para celebrar en Navidad el nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia sobre nosotros y sobre todos los hombres la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra.
Misal diario y vesperal. XV edición.Dom Gaspar Lefebvre y los monjes benedictinos de la Abadía de San Andrés.Tr: P.Germán Prado y los monjes de la Abadía de Silos.
1 comentario
Me parece estar imaginando las al demonio al acecho, sus tentaciones cayendo como flechas, el alma esforzándose por no caer, la lucha entre el mal y el bien en nuestro interior...
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