Miserére mei, Deus, miserére mei

Ant. Magnificáta est usque ad cælos misericórdia tua, Dómine

Miserére mei, Deus, miserére mei,*

quóniam in te cónfugit ánima mea;

et in umbra alárum tuárum confúgiam,*

donec tránseant insídiæ.

Clamábo ad Deum Altíssimum,*

Deum, qui benefécit mihi.

Mittet de cælo et liberábit me;†

dabit in oppróbrium conculcántes me.*

Mittet Deus misericórdiam suam
et veritátem suam.

Anima mea recúmbit in médio catulórum leónum*

devorántium fílios hóminum.

Dentes eórum arma et sagíttæ*

et lingua eórum gládius acútus.

Exaltáre super cælos, Deus,*

super omnem terram glória tua.

Láqueum paravérunt pédibus meis,*

et incurvávit se ánima mea;

fodérunt ante fáciem meam fóveam,*

et ipsi incidérunt in eam.

Parátum cor meum, Deus,†

parátum cor meum;*

cantábo et psalmum dicam.

Exsúrge, glória mea,†

exsúrge, psaltérium et cíthara,*

excitábo auróram.

Confitébor tibi in pópulis, Dómine,*

et psalmum dicam tibi in natiónibus,

quóniam magnificáta est usque ad cælos
misericórdia tua*

et usque ad nubes véritas tua.

Exaltáre super cælos, Deus,*

super omnem terram glória tua.

Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto, sicut erat in principio, et nunc et semper et in saecula saeculorum.

Ant. Magnificáta est usque ad cælos misericórdia tua, Dómine

Ant. Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.

Salmo 56 - ORACIÓN MATUTINA DE UN AFLIGIDO.

Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.

Invoco al Dios Altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.

Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.

Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.

Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.

3 comentarios

  
Paz y Bien y santa Alegría
Deseo que te consuele esto. Un abrazo.

http://www.youtube.com/watch?v=LS8PpRMGLbc
20/02/09 12:59 AM
  
Mikiroony
Madre mia... ¿Qué ha pasado?
20/02/09 9:32 AM
  
Camino
La Iglesia pasa por tiempos de calamidad, que nosotros percibimos a la luz de la fe. La oración con los salmos, oración de la Iglesia con Cristo, es el mejor bálsamo y esperanza siempre. La Virgen María, causa de nuestra alegría, interceda para que tengamos sus sentimientos y sus pensamientos.

Catequesis de Juan Pablo II sobre este salmo de Laudes. Solo el principio y fin. Gracias, Isaac, la paz contigo.

1. Es una noche tenebrosa, en la que merodean fieras voraces. El orante está esperando que despunte el alba, para que la luz venza la oscuridad y los miedos. Este es el telón de fondo del salmo 56, sobre el que hoy vamos a reflexionar: un canto nocturno que prepara al orante para la llegada de la luz de la aurora, esperada con ansia, a fin de poder alabar al Señor con alegría (cf. vv. 9-12). En efecto, el salmo pasa de la dramática lamentación dirigida a Dios a la esperanza serena y a la acción de gracias gozosa, expresada con las palabras que resonarán también más adelante, en otro salmo (cf. Sal 107,2-6).

En la práctica, se trata del paso del miedo a la alegría, de la noche al día, de una pesadilla a la serenidad, de la súplica a la alabanza. Es una experiencia que describe con frecuencia el Salterio: «Cambiaste mi luto en danzas; me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre» (Sal 29,12-13).

Así, el salmo concluye con un cántico de alabanza dirigido al Señor, que actúa con sus dos grandes cualidades salvíficas, ya citadas con términos diferentes en la primera parte de la súplica (cf. v. 4). Ahora aparecen, casi personificadas, la Bondad y la Fidelidad divina, las cuales inundan los cielos con su presencia y son como la luz que brilla en la oscuridad de las pruebas y de las persecuciones (cf. v. 11). Por este motivo, en la tradición cristiana el salmo 56 se ha transformado en canto del despertar a la luz y a la alegría pascual, que se irradia en el fiel eliminando el miedo a la muerte y abriendo el horizonte de la gloria celestial.

6. San Gregorio de Nisa descubre en las palabras de este salmo una especie de descripción típica de lo que acontece en toda experiencia humana abierta al reconocimiento de la sabiduría de Dios. «Me salvó -exclama- habiéndome cubierto con la sombra de la nube del Espíritu, y los que me habían pisoteado han quedado humillados» (Sui titoli dei Salmi, Roma 1994, p. 183).

Refiriéndose luego a las expresiones finales del salmo, donde se dice: «Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria», concluye: «En la medida en que la gloria de Dios se extiende sobre la tierra, aumentada por la fe de los que son salvados, las potencias celestiales, exultando por nuestra salvación, alaban a Dios» (ib., p. 184).

[Audiencia general del Miércoles 19 de septiembre de 2001]
20/02/09 10:19 AM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.