La desconcertante síntesis de Pikaza (y III)
La muerte de Jesús en la cruz funda – según escribe Pikaza - «la nueva familia de aquellos que comparten su cuerpo y su forma de vida (sangre)». Con este argumento, Pikaza minimiza la muerte de Cristo, desapareciendo su naturaleza divina. Cristo es un hombre, privilegiado si se quiere, pero no nos salva porque el compartir la suerte, el cuerpo, su forma de vida como lo llama Pikaza, no elimina el pecado. El hombre no se reviste del «hombre nuevo», como dice San Pablo (Ef 4,22-26).
Si el cristianismo es la familia de los que «comparten su cuerpo y su forma de vida», no dejaría de ser más que una filosofía o un estilo de vida, como el estoicismo, pero evidentemente, esto no es así. Jesús sería, al fin y a la postre, un reformador social, dato que, por otro lado, contradice lo transmitido por los Evangelios y la tradición.
La nueva alianza que, según Pikaza, establece Cristo es horizontal en el sentido que une a los hombres entre sí – no se sabe como -, pero no con Dios. Aunque suene reiterativo, el elemento soteriológico brilla por su ausencia en toda la exposición de Pikaza; la pregunta fundamental «¿cómo se salva el hombre?» queda sin respuesta en toda la exposición.
Tampoco explica Pikaza cuál es su base y en qué fundamenta la correspondencia entre lo expresado en su artículo y la experiencia de los «seguidores» de Jesús (¿por qué no cristianos?). No hay referencia a dato bíblico y/o histórico, que refrende su visión. Esto explica que sea totalmente ahistórica, como ya he expresado en el artículo anterior.
En base a estos elementos preliminares describe Pikaza los tres elementos de la Eucaristía:
- Acción de gracias.
- Memorial.
- Epíclesis
Esta Eucaristía puede ser muchas cosas, menos católica, es más, no es ni cristiana, ya que ni los reformadores (Lutero, Zwinglio, Calvino, por ejemplo), redujeron la Eucaristía a esos mínimos, a la nada. Por mucho que intente Pikaza llamar la atención llamando a Dios «madre», el efecto esperado no es conseguido, ya que se queda sólo en eso, en nominar. Pikaza es incosistente con sus tesis: queriendo superar el fundamento biológico de la familia judía (eso sí, no explica cuál judaísmo es ese) cae preso de nuevo en las mismas estructuras que pretende eliminar.
En toda esta síntesis falta el elemento fundamental de la Eucaristía y es la presencia real, verdadera y substancial de Cristo en la misma. Esta presencia de Cristo en la Eucaristía es lo que permite a San Pablo dirigir unas palabras tan duras como las que dedica a la comunidad de Corinto (1 Cor 11,27 ss).
A todo este dislate teológico hay que añadir la ausencia del elemento sacrificial, es decir la actualización del único sacrificio de Cristo Salvador (CIC 1330) que «completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza». Como escribe San Pablo en la carta a los Hebreos «cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención», pero claro Pikaza lo reduce todo a lo social, falta este elemento de la redención, de la salvación del hombre.
En definitiva, la Eucaristía que muestra Pikaza queda reducida a su mínima expresión. Es una Eucaristía social, que pretende la unión de los hombres en nombre de otro hombre. Esta síntesis está coja, no puede avanzar más. Une horizontalmente, pero no une a los que disfrutan ya la gloria del cielo. Como dice el CIC 1.370 «Een la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo, ni permite ser ofrecida por los difuntos, los «que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados” (Cc. de Trento: DS 1743).
La Eucaristía que nos muestra Pikaza no permite la Adoración y sin culto a la Eucaristía, ¿cómo se puede transformar el mundo?. El Catecismo lo dice de manera muy hermosa:
Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado “hasta el fin” (Jn 13,1), hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros (cf Ga 2,20), y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor:
La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración. (Juan Pablo II, lit. Dominicae Cenae, 3). (CIC 1380)
La síntesis de Pikaza es desconcertante, nos trae una Eucaristía mínima. No es la presencia real de Cristo, es un simple compartir, que está muy bien, pero no es la Eucaristía: la Eucaristía es algo más.
Si Dios nos preparó para lo mejor, ¿por qué Pikaza piensa que el hombre no puede aspirar a esa gloria?
9 comentarios
dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. [16]Pero hacedlo con dulzura y respeto.
Estoy agradecido del tono que emplea, bendiciones y del mensaje que anima a discernir.
1. Abundan referencias a textos de evangelios y Antiguo Testamento; una especie de protestante "Sola Scriptura", o la atenuada "Quasi Sola Scriptura" por el siguiente punto.
2. No existen, o bien son muy escasas, las remisiones a textos de los Santos Padres, de los Doctores de la Iglesia, de los santos, de los Concilios, de la Tradición, del Magisterio papal, del Catecismo, de teólogos de reconocido prestigio ortodoxo.
Tampoco creo que impida la adoración. Sólo que la adoración puede ser distinta.
Lo digo yo, que soy partidaria de la adoración tradicional de la Iglesia, pero no como quien le ofrece algo a Dios, sino como quien se deja inundar por una luz transformadora que te capacita para cumplir esa adoración en la vida real.
No se puede olvidar la necesidad de momentos cumbre para bajar a la vida cotidiana renovados. Cada uno que busque el verdadero sentido de las cosas, sin juzgar a los demás.
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