¿Qué pasa con el «pro multis»?
Ayer hizo dos años de que el Cardenal Francis Arinzé escribiera lo siguiente :
4. A las Conferencias Episcopales de aquellos países donde la fórmula “por todos” o su equivalente está en vigencia en la actualidad se les solicita que emprendan una catequesis de los fieles sobre esta materia en el próximo año o dos para prepararlos a la introducción de una precisa traducción en lengua vernácula de la fórmula pro multis (por ejemplo, “for many", “por muchos", “per molti", etc.) en la próxima traducción del Misal Romano que los Obispos y la Santa Sede hayan de aprobar para el uso en su país.
Es decir, hoy estaríamos en el día uno de la traducción correcta del «pro multis». Las misas deberían celebrarse ya con esa versión, tal como lo quiere Roma. Sin embargo, no será así, entre otras cosas porque todavía no se ha terminado la revisión del Misal de Pablo VI, ¿nos sacarán tarjeta amarilla?
Habría que tomarse más en serio la Liturgia. Como dice la Encíclica Sacrosanctum Concilium:
Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, “ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt., 18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.
Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdotes y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.
Sacrosanctum Concilium 7
¿Se es consciente de lo que realmente se afirma aquí? ¿Sabemos de la capacidad transformadora que posee la Eucaristía? ¿Cuántos hombres no se han convertido en una Misa? (por ejemplo Hermann Cohen, fundador de la Adoración Nocturna)
El Papa Juan Pablo II, escribió:
Es verdad esencial, no sólo doctrinal sino también existencial, que la Eucaristía construye la Iglesia, y la construye como auténtica comunidad del Pueblo de Dios, como asamblea de los fieles, marcada por el mismo carácter de unidad, del cual participaron los Apóstoles y los primeros discípulos del Señor. La Eucaristía la construye y la regenera a base del sacrificio de Cristo mismo, porque conmemora su muerte en la cruz, con cuyo precio hemos sido redimidos por Él. Por esto, en la Eucaristía tocamos en cierta manera el misterio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor, como atestiguan las mismas palabras en el momento de la institución, las cuales, en virtud de ésta, han llegado a ser las palabras de la celebración perenne de la Eucaristía por parte de los llamados a este ministerio en la Iglesia.
La Iglesia vive de la Eucaristía, vive de la plenitud de este Sacramento, cuyo maravilloso contenido y significado han encontrado a menudo su expresión en el Magisterio de la Iglesia, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días.
Sin embargo, podemos decir con certeza que esta enseñanza —sostenida por la agudeza de los teólogos, por los hombres de fe profunda y de oración, por los ascetas y místicos, en toda su fidelidad al misterio eucarístico— queda casi sobre el umbral, siendo incapaz de alcanzar y de traducir en palabras lo que es la Eucaristía en toda su plenitud, lo que expresa y lo que en ella se realiza. En efecto, ella es el Sacramento inefable. El empeño esencial y, sobre todo, la gracia visible y fuente de la fuerza sobrenatural de la Iglesia como Pueblo de Dios, es el perseverar y el avanzar constantemente en la vida eucarística, en la piedad eucarística, el desarrollo espiritual en el clima de la Eucaristía. Con mayor razón, pues, no es lícito ni en el pensamiento ni en la vida ni en la acción, quitar a este Sacramento, verdaderamente santísimo, su dimensión plena y su significado esencial. Es al mismo tiempo Sacramento-Sacrificio, Sacramento-Comunión, Sacramento-Presencia. Y aunque es verdad que la Eucaristía fue siempre y debe ser ahora la más profunda revelación y celebración de la fraternidad humana de los discípulos y confesores de Cristo, no puede ser tratada sólo como una «ocasión» para manifestar esta fraternidad. Al celebrar el Sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, es necesario respetar la plena dimensión del misterio divino, el sentido pleno de este signo sacramental en el cual Cristo, realmente presente es recibido, el alma es llenada de gracias y es dada la prenda de la futura gloria. De aquí deriva el deber de una rigurosa observancia de las normas litúrgicas y de todo lo que atestigua el culto comunitario tributado a Dios mismo, tanto más porque, en este signo sacramental, Él se entrega a nosotros con confianza ilimitada, como si no tomase en consideración nuestra debilidad humana, nuestra indignidad, los hábitos, las rutinas o, incluso, la posibilidad de ultraje. Todos en la Iglesia, pero sobre todo los Obispos y los Sacerdotes, deben vigilar para que este Sacramento de amor sea el centro de la vida del Pueblo de Dios, para que, a través de todas las manifestaciones del culto debido, se procure devolver a Cristo «amor por amor», para que Él llegue a ser verdaderamente «vida de nuestras almas». Ni, por otra parte, podremos olvidar jamás las siguientes palabras de San Pablo: «Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz».
Redemptor Hominis 20
Entonces, ¿por qué no hay más celo en realizar las reformas que pide Roma? ¿Por qué no se ha hecho ya el cambio del «pro multis»
6 comentarios
Yo creo que lo mejor es pasar de todo esto (a no ser que los abusos canten demasiado y más que estar en una Misa parece que estamos en una aquelarre o algo así) olvidemonos de las formas externas y vivamos la procesión por dentro y punto.
Después de 40 años no pretendamos recuperar lo irrecuperable.
Siento ser un poco cenizo, pero en bastantes cosas ya he perdido la esperanza.
Especialmente cuando es público y notorio que algunos de esos "tradicionalistas" llevan tiempo indicando que desearían volver a la plena comunión canónica con la Iglesia pero que les da miedo la forma de actuar mostrada por muchos obispos en relación a la Fraternidad San Pedro y al Instituto del Buen Pastor (expulsado de Santiago de Chile por el obispo local; al respecto, véase: http://secretummeummihi.blogspot.com/2007/08/del-escritorio-del-card.html)
Temen verse expulsados de las parroquias que ocupan, que sus seminarios, abarrotados de vocaciones, sean cerrados y, finalmente, dispersados como grupo.
Los obispos fingen sorpresa: ¿Cómo? ¿Yo? ¿Mí, me, a mí, conmigo?
Pero claro, esos obispos que seguramente serían tan "sensibles" con esas incorporaciones de "tradicionalistas" a sus respectivas diócesis son precisamente los mismos que van a obligar al Santo Padre a publicar en enero otro documento (¡uno más!) en relación a la libertad para usar la forma extraordinaria de la liturgia. Son precisamente los mismos obispos que aún no han traducido "pro multis" como "por muchos" en vez del actual e incorrecto "por todos".
¡Hay que ver qué rebeldes son estos "tradicionalistas" que se quieren integrar canónicamente en la Iglesia y que lo único que piden es una cierta garantía de no ser "disueltos" de facto (de iure ya tienen una promesa de "Ecclesia Dei")!
¡Hay que ver qué obedientes son esos obispos (de hecho son conferencias episcopales enteras) que piden moratorias, prórrogas y dispensas (que les han sido sistemáticamente denegadas por improcedentes) para no permitir el oficio extraordinario y no traducir "pro multis" como "por muchos"...!
¡A ver quién es el Papa guapo que va y les quita a las conferencias episcopales la dispensa para poder comulgar en la mano! No sería nada raro: las formas "normales" de comulgar son en la boca. De pie o de rodillas.
Ya se ve, ya, dónde está la obediencia. Sí, es verdad, es triste. Muy triste. Pero es que es así como están las cosas en la Iglesia.
Recemos y pidamos la intercesión de la Virgen María, "Mater Ecclesiae". A nuestra Iglesia le hacen falta santos. Más santos. Muchos más santos. Y si alguno, además, llega a obispo, mejor.
http://sacramliturgiam.blogspot.com/
¿Por qué es "anormal" la comunión en la ano, si su práctica procede de la misma autoridad que promulga la forma "normal"?.
¿Por qué se reemplaza la legítima autoridad del Magisterio por afirmaciones que son "mi opinión",y nada más?
¿Por qué es "anormal" la comunión en la MANO, si su práctica procede de la misma autoridad que promulga la forma "normal"?.
¿Por qué se reemplaza la legítima autoridad del Magisterio por afirmaciones que son "mi opinión",y nada más?
PS. Bórrese la entrada anterior
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