¿Nos engañaron los evangelistas?
Escuchando algunas homilías se puede constatar hasta donde se ha llegado con la aplicación abusiva de los métodos histórico – críticos a la exégesis de los evangelios.
Es cierto que muchas veces se apela a dichos métodos en mor de una mejor comprensión y adaptación a los tiempos que corren, tiempos que se presumen racionales y científicos, pero sólo en la superficie ya que, rascando únicamente un poquito, nos muestran precisamente lo cercano que se encuentran a la magia.
Por el contrario, el resultado obtenido de la aplicación descarnada de esta exégesis no puede ser más nefasto ya que, al fin y a la postre, la buena intención no basta para no cometer un mal.
Un ejemplo lo tenemos en la lectura del Evangelio del día de ayer: las Bienaventuranzas. En los evangelios tenemos dos versiones de las Bienaventuranzas, la narración que hace San Mateo y la que hace San Lucas. Ambas se desarrollan en ambientes distintos. Así, mientras San Mateo nos cuenta que Jesús las profirió en lo alto de un monte, San Lucas nos dice que, por el contrario, Jesús se encontraba en un llano.
Pero no es ésta la única diferencia. Mientras que San Mateo nos transmite nueve «Bienaventuranzas», San Lucas transmite cuatro de ellas seguidas a continuación de cuatro amenazas. Los seguidores de los métodos histórico – críticos, dan cuenta de esta diferencia diciendo que en realidad, las enseñanzas de Cristo en este punto gustaron tanto a la comunidad que las ofrecieron de manera sintética. Las Bienaventuranzas serían una reelaboración de la comunidad.
Esta interpretación es hija de la Crítica de las Formas, es decir, aquella teoría que hace de la comunidad la creadora, guardiana y transmisora de la tradición, minimizando la influencia del autor sagrado.
Ahora bien, esta interpretación crea más problemas que los que resuelve.
Suponer que la narración de las Bienaventuranzas que muestran San Lucas y San Mateo se corresponden al mismo momento es suponer demasido. Lo normal es que Cristo no hubiese realizado una sola predicación de las Bienaventuranzas, más teniendo en cuenta el alto contenido Cristológico que poseen tal como muestra el Santo Padre en su libro Jesús de Nazaret. Lo lógico sería que el Maestro lo hiciese en más de una ocasión y que, por ende, San Lucas y San Mateo se refieran a tiempos y lugares distintos.
Esta explicación es extremadamente sencilla y coherente. Quizás por eso se desprecie. Sin embargo, la primera, marcando exageradamente la diferencia entre ambas narraciones, nos llevaría a preguntarnos por los motivos que llevaron a los evangelistas y/o comunidades a reelabora y/o tergiversar un dato de la vida de Cristo. Si tenemos en cuenta que en los Evangelios se nos transmite a Cristo,
el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador (DV 18)
los misterios de la vida de Cristo, entonces, ¿por qué razón los evangelistas - y/o sus comunidades - comprometerían su credibilidad en algo tan nimio como el colocar el mismo hecho en dos sitios distintos? Si mintieron en esto, ¿no han podido mentir en la Resurrección? ¿O es que los exegetas nos están intentando decir que los evangelistas consideraban que sus congéneres eran disminuidos mentales?
Evidentemente, todas estas conclusiones no son más que deducciones lógicas a partir de los dislates que se cometen cuando los métodos histórico críticos se aplican discrecionalmente, obviando directa o indirectamente la lectura eclesial y el fin último, que no es otro que el que nos enseña la Constitución Dogmática Dei Verbum:
Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación (DV 2).
La Sagrada Escritura ha sido de las peor maltratadas por cierta exégesis ¿católica?, que ha copiado lo peor de la teología liberal protestante. Muchos han mamado de estas ubres.
De ahí provienen esas homilías que complican, más que explican.
7 comentarios
Lo importante, sin embargo, es que la Biblia no es un libro o una colección de libros de historia. Sólo los literalistas lo creen, y enfrentan la ciencia y los conocimientos históricos actuales con relatos como el de la creación del mundo o el diluvio, por ejemplo.
Pero la biblia es otra cosa, es palabra revelada, escrita a cuatro manos por Dios y pro hombres escogidos. Que Moisés no haya escrito la Torá es algo comprobado. ¿Y qué? Lo realmente imoprotante es lo que nos dice el Pentateuco. Si un día se comprueba algo quie se supone, a saber que el Mateo redactor del evangelio no es Mateo apóstol, pro citar otro ejemplo, tampoco eso cuestiona la veracidad revelada de dicho texto, que fue escrito no para hacer historia, sino para la fe de los hombres.
Dante, no des por hecho lo que no es un hecho. Acá en Europa hay un desconocimiento BESTIAL sobre la crítica a la teoría de las fuentes realizada por eruditos conservadores de EEUU. Pero dado que eso está entrando en los seminarios católicos de allá, es cuestión de tiempo que llegue al mundo erudito católico de acá.
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