¿Luchar contra la prostitución? ¡Qué hipocresía!


Al salir este mediodía del trabajo, me he encontrado en el parabrisas con un folleto que anuncia la apertura de un nuevo negocio: una sala de espectáculos pornográficos en vivo.

No es que a estas alturas de la película uno se escandalice cual doncella pudorosa, no. ¿Acaso no le llaman el negocio más antiguo del mundo? Lo que sorprende, o no, es la doble moral en la que se encuentra instalada nuestra sociedad.

El Ayuntamiento la Muy Noble, Leal, etc. ciudad de Sevilla, ha puesto en marcha una campaña para acabar con la prostitución, sin embargo, por otro lado la ley es permisiva respecto a la constitución de prostíbulos, castigando sólo el proxenetismo.

Doblez política, inmoralidad.

Resulta curioso el ataque de falsa moralidad que sufren nuestros gobernantes: por un lado fomentan la libertad sexual y, por otro, buscan acabar con el sexo pagado – valga el eufemismo -, ya que consideran que es malo - aunque no sabemos si por la relación sexual o porque hay que pagar -.

Pura hipocresía. En el fondo no les molesta la prostitución, un mal en sí, sino el cobro a cambio de los favores sexuales. ¿Estarían nuestros políticos felices si pudiesen gravar la fornicación?

Yo no soy un pánfilo. Prostitutas ha habido y las habrá siempre (hasta el fin de los tiempos, naturalmente); acabar con la prostitución, bien impidiéndola, bien dándole un trabajo digno a las mujeres y hombres que venden su carne, es muy difícil, pero esto no me lleva a cambiar el juicio moral respecto a la misma.

En nuestra sociedad, hipersexualizada, se fomenta la prostitución por distintos canales, el principal la televisión, donde se da una visión beatífica de la promiscuidad. No hay periódico, que no tenga su sección de contactos. Alguna que otra cadena de radio anunciaba salas de lenocinio. Incluso la cadena Media Market, con el objeto de promocionar sus productos, utilizaba a unos fingidos actores porno para mostrar que los mismos no eran tontos y compraban más barato.

Estamos asistiendo a una redefinición de nuestros conceptos morales. La castidad, la continencia, son virtudes mojigatas. Podríamos decir que se han convertido en vicios, frente a la nueva virtud que se erige victoriosa: la promiscuidad. El hombre y la mujer de hoy son campeones sexuales: hacen lo que quieren, cuando y cómo les apetece.

¿Cómo se puede luchar contra la prostitución cuando se fomenta precisamente lo contrario? Porque en realidad, no son más que unos hipócritas, sólo quieren joder gratis.

Escribía Aristóteles, hace más de 2.000 años, que

el vulgo y los más groseros los identifican (el bien y la felicidad) con el placer, y por eso, aman la vida voluptuosa (…). La generalidad de los hombres se muestran del todo serviles al preferir una vida de bestias, pero su actitud tiene algún fundamento porque muchos de los que están en puestos elevados comparten los gustos de Sardanápalo (rey Asirio, famoso por llevar una vida de placeres sensuales)

Estamos volviendo a la selva.

1 comentario

  
Álvaro
Apoteósico. Creo que ha dado en el clavo, enhorabuena. Un cordial saludo.
22/11/08 11:19 AM

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